Pocos ya la recuerdan y menos aún se la menciona. Es injusto que así sea. Eusebia Cosme, santiaguera, cubana, negra, declamadora y actriz fue una artista de la cual mucho se habló y escribió en la primera mitad del siglo XX. Sus presentaciones constituyeron noticia y la crítica, la veleidosa crítica artística, la aclamó tanto como el público.

Es una pena que para ella ausencia se convirtiera en olvido o en silencio, salvedad hecha en 2013 por la publicación de Eusebia Cosme, la rosa canela, de Ediciones Caserón, compilación a cargo de la investigadora Nydia Sarabia.

Eusebia Cosme murió el 11 de julio de 1976, en Miami, en tránsito de México a Nueva York, donde fijó residencia desde el decenio del cincuenta y fue de las artistas nacidas en Cuba que triunfaron en los escenarios internacionales con una consistencia probatoria del talento y la tenacidad de sus entregas. Al poeta Juan Ramón Jiménez mucho lo impresionó:

En fotografía y desde España, Eusebia Cosme me pareció una empinada ola negra (…) una especie de Josefinita Baker de la declamación desgarrada. Cuando vine a Cuba y la vi ‘en presencia y figura’, vi que lo mulato auténtico era también suave y delicioso, deslizante, escapado, vi que Eusebia Cosme era la rosa canela cultivada.

¿Puede existir mejor y más lírico elogio?

Nació el 5 de diciembre de 1911, de cuna muy humilde. La madre de Eusebia trabajaba de doméstica en la vivienda del abogado Luis Fernández Marcané, pero la niña hizo estudios y recibió el estímulo de los patrones. Todo hace pensar que debutó en Santiago de Cuba en 1930 y que tres años después, a sus 22, se presentó con éxito en el capitalino teatro Payret y después en el aristocrático Lyceum del Vedado.

“Su afianzamiento artístico en el extranjero la lleva en recitales por el Caribe, Venezuela y triunfa ante el más selecto de los auditorios neoyorquinos”.

El doctor Fernando Ortiz identifica la autenticidad de lo negro en aquella recitadora, y expresa:

Eusebia Cosme es una artista del decir verdadero y bello, que siente y hace su arte; el arte de recitar versos y poesías del alma, de ritmo y, a veces, hasta de melodías mulatas. Y lo hace con tal espontánea maestría, con tal ingenua seguridad (…) que viene a señalar un momento nuevo en la historia de las expresiones estéticas de nuestro pueblo.

Algunos autores escriben para que sea ella quien declame sus versos. Figura de relieve nacional, Eusebia Cosme se presenta con los poemas afrocubanos en los teatros de La Habana y Santiago de Cuba. Alcanza prontamente un reconocimiento tal que en 1936 el Ayuntamiento de Santiago la declara Hija Ilustre de la Ciudad. Un año después parte al exterior y no regresa hasta 1951.

Su afianzamiento artístico en el extranjero la lleva en recitales por el Caribe, Venezuela y triunfa ante el más selecto de los auditorios neoyorquinos. El Diario de la Marina así lo cuenta en su edición del 27 de enero de 1939:

En el Carnegie Hall, el suntuoso coliseo donde durante muchos años han desfilado todas las grandes celebridades mundiales, Eusebia Cosme ha sido consagrada (…) Con el gesto preciso, sin caer en exageraciones, fue desgranando los poemas… El dolor del negro esclavo… La lujuria de la negra Macorina… La superstición… Tiene ella el don de transmitir al auditorio el escalofrío de la emoción.

A mediados de la década del cincuenta viaja nuevamente, se presenta en México y Estados Unidos, donde se establece. Entonces incursiona en el cine. El director norteamericano Sydney Lumet le abre un espacio en su filme El prestamista, de 1964; el mexicano Tito Davison hace lo mismo en versión de El derecho de nacer, sobre la obra homónima del cubano Félix B. Caignet; Flores blancas para mi hermana negra, de Abel Salazar, es otra ocasión para verla, esta vez junto a Libertad Lamarque, la protagonista. Luis Carbonell, el Acuarelista de la Poesía Antillana, siempre expresó su respeto y admiración por su conterránea.  

Insertar chapeaux: Su afianzamiento artístico en el extranjero la lleva en recitales por el Caribe, Venezuela y triunfa ante el más selecto de los auditorios neoyorquinos.

Ninguna otra artista negra cubana alcanzó tal notoriedad y aun cuando tuvo una carrera extensa, Eusebia vivió solo 65 años. Con ella se perdió un capítulo de auténtica cubanidad insertado en la poesía negra afroantillana.