Eusebio Leal Spengler: crear una esperanza
11/9/2020
El historiador capaz de transformar las ruinas en lugares memorables y acogedores, el intelectual que pensaba en La Habana como “un estado de ánimo del cual nadie queda indiferente”, el hombre sabio y de verbo prodigioso, el doctor Eusebio Leal Spengler, nació el 11 de septiembre de 1942, hace setenta y ocho años atrás.
En un día lluvioso en medio de un ciclón vino al mundo el Maestro de Juventudes que nunca se rindió ante las causas más imposibles en la restauración, la arquitectura y todo lo que conlleva devolverle la vida a un edificio. En el Centro histórico de la capital logró un destino para las artes, la ciencia, la Historia, la museología, la literatura y la investigación, un sitio geográfico monumental en cualquier sentido. Basta con recorrer sus calles y apreciar la belleza de la zona, donde cada detalle fue pensado por una mente brillante como la suya. Nadie como él ha sabido entender a La Habana en la magnitud de lo que significa esa palabra.
“Necesitamos de la Historia, pero no como una pastilla de alimento adicional ni como una cucharadita de vitamina después del almuerzo, porque podría convertirse en algo insoportable”, aseguró el también Premio Nacional de Ciencias Sociales durante un discurso ofrecido en Camagüey, en el contexto del XIII Simposio Internacional Desafíos en el Manejo y Gestión de Ciudades Patrimoniales.
En aquella ocasión habló también sobre los tres aspectos fundamentales para entender a Cuba: “el país como dimensión de territorio”. Ese sería el principio inicial, después le sigue “la patria, el sueño el ideal y la poesía que late en el corazón de la gente”. Por último, se encuentra “el estado de derecho, la Constitución, la piedra angular, la Ley de leyes. He ahí el gran desafío. Por asombroso que parezca estamos en este camino, porque somos pueblo joven”, aseguró el prestigioso habanero.
“El patrimonio es más amplio —detalló el historiador— no puede reducirse a casas, paredes, castillos y templos, aunque sea todo eso. La historia requiere la experimentación, la arqueología, el monumento, la prueba, la arquitectura y el valor inmaterial, que es lo que flota sobre nosotros y queda en la memoria”.
La transformación del Convento de Santa Clara
El 19 de noviembre del año 2018, el Hijo Ilustre de Santiago de Cuba tuvo un encuentro con el excelentísimo señor Stefano Manservisi, director general de Cooperación y Desarrollo Internacional de la Comisión Europea, a propósito de un proyecto anhelado: la creación de la escuela de oficios en el antiguo Convento de Santa Clara, un inmueble que pronto estará listo para ejercer sus funciones académicas.
“La mano ejecuta lo que el corazón manda”, fueron las palabras iniciales del Historiador en ese día. El propósito del futuro centro docente, ubicado el corazón de La Habana Vieja, “es crear una especie de pequeño mundo en el cual, a partir de la experiencia de recuperar jóvenes que no estudiaban y que estaban en la expectativa de si tenemos oportunidades aquí o no, les bridamos la posibilidad de trabajar siguiendo los principios que Cuba ha defendido”.
“Lo importante es esa visión constructiva que no teme a la ampliación del mundo, lo que se conoce comúnmente como globalización”, explicó el especialista en Ciencias Arqueológicas. “La idea es defender la unidad en la singularidad. Es la hora de afirmar también, no con los falsos racionalismos, no con búsquedas ajenas a la razón, sino buscar y fijar la identidad”.
Con respecto a su perspectiva de las localidades como espacios dinámicos y culturales reconoce la intención de “soplar vida sobre las cosas, para mí el concepto de los espacios públicos, los monumentos y la ciudad misma no es una acumulación de fechas ni de acontecimientos, es que la gente pueda vivir”.
“Cuando construimos esta escuela, estamos pensando con ojos amplios de crear una esperanza, una idea de que los jóvenes no deben abandonar su país para buscar fortunas, sino que pueden construir en su país”, significó.
En el aniversario doscientos noventa y uno de la Universidad de La Habana
Cuando la casa de altos estudios de la antigua villa de San Cristóbal celebró sus doscientos noventa y un años, el Doctor Leal Spengler recibió la categoría docente de Profesor Titular de la Universidad de La Habana, en el Aula Magna del Colegio Universitario San Gerónimo, el 5 de enero del 2019.
“Todo mérito pertenece por completo a nuestra patria”, precisó este hombre de letras. “La Universidad ha sido para mí algo importante (…) Fue la victoria de la Revolución, hace sesenta años, la que abrió todas las puertas y colocó en la espalda de cada uno de nosotros un destino. Nadie quedó exento de ese llamado”. Una vez graduado de sus aulas en la especialidad de Historia con cerca de casi cuarenta años, al Alma Mater le dijo en silencio: “he cumplido contigo”.
El destino, sin embargo, tuvo reservada para él la misión de ser el guardián de La Habana, de velar por sus columnas, por sus tradiciones, por mantener su personalidad. Por eso, Leal aseguró ese día que “todo lo que nos rodea es Historia. El 14 de enero, hace ciento cincuenta años, ardía Bayamo; pocos días después se producía el levantamiento de los villareños para completar el triángulo y las tres franjas del escudo de Cuba. Se debía combatir con sangre por la estrella. Se cumplen también siglo y medio de la gloriosa Constitución de Guáimaro, utopía democrática de los cubanos, que si bien puso alas al caballo de la Revolución (…) puso sobre la mesa la necesidad de construir el sueño de una patria y una nación”.
Su última vuelta a la ceiba
En la víspera del aniversario cuatrocientos noventa y nueve de la ciudad, en la madrugada del 16 de noviembre, el Historiador como es habitual, habló en la edificación de El Templete a la medianoche. La fecha se escogió para marcar, además, el punto de inicio por los quinientos años de La Habana.
Hoy recordamos ese momento con un poco de nostalgia al saber que significó su última vuelta a la ceiba en el 2018, cuando pronunciaba palabras de elogio a la tierra que lo vio nacer: “es una ciudad llena no ya de tradiciones y leyendas que es útil para la literatura y la poesía, es una ciudad que se honra por sus magistrados, con sus médicos, con sus letrados, con todos aquellos que contribuyeron a darle una imagen; con sus arquitectos y constructores, con sus artistas, con sus blancos y negros, con su mulatez, con todo lo que la cultura de síntesis que nosotros representamos supone”.
Cuidar a la casa común donde crecemos en la vida resulta una necesidad imperiosa, que no debe postergarse para el mañana incierto y lejano. De esa manera también concibe a la capital el Historiador, nombrado como Embajador de Buena Voluntad de la Organización de las Naciones Unidas, en 1996: “debemos comprometernos públicamente, todos, a hacer lo que esté a nuestro alcance para ennoblecer y engrandecer a La Habana”.
“No es tarea solo nuestra, es tarea de todos. Esa voz tiene que ser escuchada. Tienen que comprometerse cada cual a hacer lo posible, para que desaparezcan las vulgaridades y las costumbres antisociales, para que se honren los monumentos y los parques públicos, para que se cuiden las áreas verdes, lo amerita una ciudad que nació a la sombra de un árbol”, aseveró Leal.
Aunque la muerte lo llevó hacia otros caminos el 31 de julio del 2020 y todavía el dolor de su ausencia es reciente, este 11 de septiembre es un día de nacimiento y de luz, debemos recordar al Historiador desde el pensamiento y el buen obrar. Mantener la belleza de La Habana es el mejor homenaje que podemos hacerle a su legado.