Oscar Valdés Campos, la percusión, voz y timbre de Irakere, acaba de fallecer en su barrio de Pogolotti, en La Habana. Vivió 86 años. Nació el 12 de noviembre de 1937 y fue miembro de una notable familia de músicos, entre los que se encuentran su padre Oscar (percusionista) y sus tíos Marcelino (percusionista), Alfredo y Vicentico Valdés (cantantes). En esa dinastía hay que contar al hijo de Oscar, que llegó a tocar en el grupo Diákara.

En 1949 se inició en la música, aprendiendo de grandes maestros los toques batá, la construcción de los tambores abakuá, los batás y los chekerés. Estudió con los maestros Guillermo Barreto, Salvador Admiral y en el Conservatorio Alejandro García Caturla. Tomó clases de tímpani. Después de 1959, formó parte de la Banda y el Coro del Ejército Rebelde.

Oscar residía en el barrio de Pogolotti, en una especie de fortaleza musical construida para sus sesiones musicales. Una de las habitaciones contaba con colecciones de tambores diversos, donde impartió clases a muchos percusionistas del mundo.

Oscar Valdés, en primer plano, junto a otros músicos de la mítica banda Irakere. Imagen: Tomada de Internet

Reproduzco la entrevista que le publiqué en mi libro El imperio de la música cubana (2016).

Oscar, ¿exactamente dónde naciste?

Nací en el Cerro.

¿Cuándo comienzas a tocar?

A los doce años con mi papá.

¿Estudiaste percusión o eres empírico?

La música siempre se estudia de una manera o de otra, uno aprende de todos. En 1949 recibí clases de percusión y batería con Guillermo Barreto, y con Walfredo de los Reyes (padre), el primero en imponer la paila y timbal con batería, en 1957.

¿Dónde comienzas profesionalmente?

En la orquesta del cabaré La Campana, de Infanta y Manglar. Era un gigantesco cabaré, una nave inmensa con revistas musicales: parejas de baile español, la rumbera Estela y Litico. Era un cabaré de segunda categoría, una zona arrabalera muy caliente, visitada por Benny Moré después de su llegada de México en 1951 hasta 1953. Benny vivía en ese barrio de La Victoria (Pueblo Nuevo). Después pasé a la Orquesta de CMQ, me forjé en el bongó y la paila. En fin, que trabajé para muchos cabarés de hoteles, en el Hotel Nacional, casi todo era para turistas. Hice muchas suplencias en el Tropicana. Llegué a tocar la batería con la Orquesta de Benny Moré, después de la salida de Rolando Laserie (alrededor de 1955-56), que se dedicó a cantar boleros de victrola y a competir con la popularidad del Benny. Eran boleros con guapería que gustaron mucho por esa forma de cantar novedosa. Me mantuve con Benny dos o tres años.

¿Cómo fue el trabajo con Benny Moré, el rey?

Se grababa de una sola toma. Eran tremendos músicos. Cuando aquello no se grababa por secciones, sino todos juntos, con mucha inteligencia, muy ingenioso todo.

¿Cómo era tu vida social en aquellos tiempos?

Hacía vida de bailador en La Tropical, vestía de impecable dril cien blanco o hacendado o guayabera, con zapatos de dos tonos.

“Llegué a tocar la batería con la Orquesta de Benny Moré”

¿Por qué has venido a parar a Pogolotti?

Es un barrio negro muy folclórico antiguo, como Regla y Guanabacoa, de aquí también era César “Pupy” Pedroso.

Observo una tremenda colección de tambores. ¿De dónde los sacaste?

Soy fabricante de tambores. Los hice para trabajar con los Irakere.

¿Cómo se organizaron Los Irakere?

Yo entré en la Orquesta Cubana de Música Moderna (OCMM) en 1967, con algunos de los integrantes que después formaron Irakere. Chucho Valdés y yo nos conocíamos. Ya desde 1970 comenzamos con inquietudes de jóvenes. Yo tenía 30 años y Chucho 28. En 1972 decidimos formar un grupo aparte de la OCMM; queríamos hacer otra cosa, más avanzada. Fuimos Chucho y yo, en mi moto sidecar a ver a Paquito D´Rivera, al baterista Bernardo García, el tumbador Lázaro “El Niño” Alfonso, estrella de la tumbadora, mi hermano chiquito que yo formé. Ya es fallecido; le hizo mucho daño la bebida. Para oficializar a Los Irakere hubo que esperar como un año a que se reunieran todos los integrantes, pues había que buscar plaza para los que se iban de la OCMM.

¿Dónde empezaron los ensayos?

En mi casa. El experimento fue igual que el que hice con Diákara. Yo fui el encargado del ritmo, lógicamente. Chucho era el de las ideas, el genio, pero yo aplicaba esas ideas a la percusión. El jazz no encuadraba en lo folclórico, pero yo lo trabajé y se creó esa nueva tendencia muy avanzada y atrevida para aquellos tiempos de la década de 1970. Tambores batá, arará, abakuá y los chekerés. Eso es lo que podemos llamar jazz afro(cubano).

Oscar Valdés consideraba a Irakere un Team Cuba de aquellos tiempos. La banda alcanzó su primer Grammy en 1979 y en 1980 fue nominada para el segundo. Imagen: Tomada del perfil de Facebook de César López

¿Cuál era el método de Chucho Valdés en Irakere?

Heredó la mecánica de su padre Bebo. Había que ensayar diariamente y sin descanso; había que buscar la perfección, el oficio, que nada fallara. Todo era muy agotador; pero sabíamos que estábamos haciendo la mejor música de ese tipo en el mundo. Así y todo, muchos en Cuba no entendieron el proyecto y, se quedaron dando vuelta en el carrusel, como decía José Luis Cortés.

¿Cómo fue grabada la obra “Bacalao con pan”?

En realidad yo nunca había cantado. Mi papá sí era un cantante de primera. Además, Irakere era eminentemente un grupo instrumental, para destacar el virtuosismo de Chucho y los instrumentistas. En 1973 grabamos la pieza “Bacalao con pan”; inicialmente era una descarguita instrumental, la grabamos en 1973, en ese momento todavía no tenía nombre. Entonces Chucho me dice que por qué no le poníamos voz a la grabación, después del montuno del piano a contratiempo, asimétrico “con moña”. Yo me negué; pero tenía que llenar parte de la pieza para dar entrada al coro y me convencieron de que hiciera como una descarga vocal. Me puse a cantar como lo hacía el dúo Los Compadres y con esa forma un poco juguetona, el bajista Carlos del Puerto y los demás músicos fueron haciendo un coro y la letra, en la parte del tumbao, y así salió “Bacalao con pan”. Esa fue la historia de cómo me introduzco con mi voz en los Irakere. Total, que el grupo terminó con el timbre vocal mío como parte del sello.

¿Cómo catalogas a Irakere?

Un Team Cuba de aquellos tiempos. Te digo que la banda alcanzó su primer Grammy en 1979, pero en 1980 fuimos nominados para el segundo. Podíamos haberlo logrado, pero no pudo ser.

“Había que buscar la perfección, el oficio, que nada fallara. Todo era muy agotador; pero sabíamos que estábamos haciendo la mejor música de ese tipo en el mundo”.

A la vuelta de los años, ¿qué te pareció NG La Banda?

NG aportó siguiendo, en sus inicios, la línea de Irakere. José Luis Cortés se mantuvo con Irakere en una etapa de gran popularidad, de 1980 a 1988. Hacía arreglos y era muy entusiasta; tenía el diablo en el cuerpo, por eso llegó a donde llegó. La descarga “Lo que va a pasar” tiene una participación de José Luis muy elogiosa. Es tremendo músico, uno de los más cubanos de ese movimiento de fin de siglo en Cuba.*

¿Estuviste en el Ejército?

En la Banda del Ejército, de 1959 a 1961. Formamos la Banda y el Coro Rebelde, con Mántici, Valdés Arnao y Duchesne. También estuve con la Orquesta Sinfónica con Mántici y Duchesne.

Hablemos del grupo Diákara

Cuando dejé Irakere en 1994-1995 comencé a trabajar con mis hijos: Oscarito (batería) y Diego (bajo). Acompañamos al trovador Silvio Rodríguez. Después fui trabajando más lo cubano y lo afro. Nos iniciamos en la sede de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), el club La Zorra y el Cuervo, el Jazz Café… Interpretamos clásicos del jazz latino: “Manteca”, “Tunicia”, “Mambo influenciado”, “Caravana”. He rescatado algunos temas emblemáticos de Irakere. He hecho muchos cantos orishas con batá y hasta con guitarra eléctrica.

¿Dónde has ofrecido clases magistrales?

En Argentina y Francia, aunque aquí recibo muchos alumnos del mundo entero.

¿Tienes algún proyecto musical interesante?

Quisiera grabar un disco orisha con afro jazz, un trabajo muy personal.

¿Recibiste muchas críticas en tu trabajo con Irakere?

En los tiempos en que comenzamos, sobre todo en el trabajo en el salón del Mambí (en el parqueo del cabaré Tropicana), cuando se llenaba con miles de bailadores, pusimos de moda el tema guaguancosero “El atrevimiento”, de Ricardo Díaz. Algunos lo censuraron porque era un tema duro, como es la música africana. Eso algunos no lo entienden muy bien; son críticos extranjerizantes de los que hay muchos en nuestro país. Pero, ya ves, Irakere hoy es una orquesta clásica y popular y todo el mundo “boca abajo”, nadie habla ahora. La música es así, bien difícil de comprender. Hay que seguir estudiando en la escuelita.

Después de Irakere, en el año 2000, cuando te separas, ¿qué hiciste?

Con mis hijos Oscarito y Diego conformamos el grupo Diákara en junio del 2001. En el grupo puedo hacer con más profundidad y trabajo para mis tambores, que yo mismo construyo. Interpreto algunos temas de Irakere, sones de Matamoros y otros temas diversos. 

¿Te gustaría volver a unirte con los músicos que quedan de Irakere?

Ese es el sueño de todos.

*José Luis Cortés falleció en abril de 2022, seis años después de la publicación del libro donde fue incluida esta entrevista a Oscar Valdés.

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