La labor del artista aficionado al arte y la cultura en Cuba es una obra de sacrificio, nobleza, entrega, perseverancia y sentido de pertenencia; pues sin duda su principal propósito es el esparcimiento y disfrute a través del saber y el conocimiento que desprende la dimensión artística y cultural a cambio solo de un aplauso, o simplemente reflejar sus ideas, pensamientos y puntos de vista, en función del bienestar social. Hablo en nombre de ese niño que cada día acude a una Casa de Cultura para jugar o simplemente hacer la tarea; ese adolescente que dejó de ir a una discoteca o jugar a la pelota con sus amigos para participar en los ensayos de una rueda de casino o en los talleres de artes plásticas y literatura; y qué decir de los obreros, los cuales después de las agotadoras jornadas laborales acuden al montaje de una coreografía o a ensayos de música, mientras otros dejan los descansos domingueros en familia para participar en una actividad.

Los artistas aficionados y la figura del instructor de arte conforman un binomio que representa la verdadera esencia de la cultura cubana y en donde el buscador de sueños encuentra su obra de creación. Lo cierto es que cada vez que sumamos a un aficionado al arte, nuestras comunidades reciben un individuo mucho más pleno, preparado e íntegro.

Ese valor social y comunitario del artista aficionado fue protagonista del recién finalizado Festival Nacional, celebrado del 11 al 13 de agosto en instituciones, plazas, comunidades y barrios de la capital cubana. Unidades artísticas de todas las regiones del país se dieron cita para establecer un profundo diálogo intercultural en función de los aciertos del trabajo artístico y cultural en Cuba.

A decir verdad, fue un hecho titánico celebrar tan significativo evento dado el contexto socioeconómico actual en nuestro país, pues hacía 20 años que no se realizaba. Si bien en el sentido de los encuentros e intercambios entre aficionados al arte contamos aún con los festivales de pioneros, los organizados por la Federación de Estudiantes de la Enseñanza Media, los universitarios y algunos sindicatos, nos faltaba la magia de esta magna cita, que durante décadas tuvo su esplendor y que sin duda necesitábamos rescatar; más aún al encontrarnos en la era de los procesos de acompañamiento en función de la transformación de las comunidades.

El Festival, dedicado a los 45 años del Sistema de Casas de Cultura y al cumpleaños 97 del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, tuvo entre sus principales momentos la entrega de la Distinción por la Cultura Nacional y el Premio 8 de marzo —que otorgan el Ministerio de Cultura y la Federación de Mujeres Cubanas, respectivamente— al emblemático grupo musical Quinteto Rebelde, artífice de una obra en tributo al valor y las hazañas de nuestros rebeldes en la Sierra Maestra y que le ha cantado al Comandante durante décadas.

Varias fueron las emociones vividas, y el protagonismo del artista aficionado y su instructor de arte constituyeron el eje central en cada una de las representaciones. El público habanero pudo disfrutar, entre otras actuaciones, de las maravillas que mostraron los galenos que hicieron vibrar los corazones de quienes se encontraban presentes.

Las palmas para los organizadores por pensar en un diseño donde el escenario principal sea el propio barrio, ahí donde mismo se forja ese aficionado al arte; pues como dignas sedes fueron seleccionadas las comunidades de varios municipios capitalinos: El Fanguito, La Timba y el consejo popular de Jesús María; además, las plazas de Prado y Neptuno, el parque El Curita, el parque Trillo, la Plaza de San Francisco de Asís en La Habana Vieja, La Piragua y el emblemático patio de la Casa de Cultura de Centro Habana “La Guantanamera”. Además, otras sedes acogieron los encuentros de las manifestaciones artísticas escénicas, así como de literatura y artes plásticas, como fueron el Centro Cultural Bertolt Brecht, la galería Collage Habana, la biblioteca Alejo Carpentier y el Centro Fidel Castro.

Significativos fueron los debates que se llevaron a cabo entre los participantes en la manifestación de literatura; a decir de la destacada periodista y escritora tunera Yelaine Martínez Herrera: “…Al menos en la literatura, escuchar otras voces, comprender qué intenta transmitir el sujeto lírico, desempolvar clásicos, aprender las dosis justas de experimentación, beber de otros estilos…, todo un oasis para quienes como yo intentan encontrar su camino de inspiración y llevar a los otros el alma a través de la creación. Dos décadas después regresó el Festival a este nivel, y yo, observando tanto talento en crecimiento, no puedo dejar de admirar a quienes —desde la cotidiana superación— defienden la buena obra”.

Aprovechamos para agradecer al poeta y traductor Israel Domínguez, el cual magistralmente nos aproximó a la traducción en la literatura. “No basta con conocer dos idiomas para traducir bien. La traducción es un arte y, como todo arte, requiere de destreza”, afirmó.

El especialista nos acercó a buenos ejemplos de traducciones a través de autores como Eliseo Diego y David Chericián. También disertó sobre la importancia, las características y la complejidad de este oficio, no siempre valorado correctamente. Lo que me lleva a pensar en lo justo que sería que en Cuba existiera un Premio Nacional de Traducción, al igual que existe en categorías como Literatura, Edición, Cultura Comunitaria y otros apartados. Una buena traducción ilustra, aporta y salva una obra.

“Cada vez que sumamos a un aficionado al arte, nuestras comunidades reciben un individuo mucho más pleno, preparado e íntegro”.

De igual manera pudieron apreciarse obras representativas de los diferentes colectivos de las artes visuales existentes en la geografía nacional, expuestas en la emblemática galería Collage Habana. Dicha muestra evidencia el buen gusto, la excelente utilización de los diferentes soportes y una búsqueda de lo más actual del arte contemporáneo, lo cual pone de manifiesto la calidad del movimiento artístico aficionado en el país; llamado a la universalidad y diversidad temática y de los diferentes géneros y manifestaciones en el mundo amplio y complejo de lo visual.

Mención aparte merece el desfile inaugural, que desde L y Línea llevó un cordón con los colores de la bandera cubana a ritmo de conga, generando una emotiva pasarela protagonizada por los artistas aficionados participantes e invitados. La comparsa Los Componedores de Batea, así como zanqueros y las ruedas de casino, hicieron de las suyas para contagiar a los presentes hasta llegar a La Piragua.

Otro momento cumbre fue la gala de clausura el domingo 13 de agosto, la cual tuvo como sede al Teatro Lázaro Peña, que acogió varias unidades artísticas de calidad en representación de todo el Movimiento de Artistas Aficionados. Aprovecho el sentir de Agustín Adrián Pérez, instructor de arte en la especialidad de Artes Plásticas, quien fue vicepresidente del Consejo Nacional de Casas de Cultura y en la actualidad funge como director de Programas Culturales del Ministerio de Cultura, el cual expresó:

Ha concluido el Festival Nacional de Artistas Aficionados, 20 años después. Podría hacer esta publicación desde la página oficial de la Dirección de Programas Culturales, pero prefiero hacerla desde el sentimiento personal, desde el orgullo de ser instructor de arte y cubano.

El Festival ha dejado aires de vitalidad, fuerza, energía. Ha sido un espacio necesario de encuentro para aquilatar en justa medida y razón la grandeza de la Revolución cubana, que a decir de Fidel: “no pretende solo generar un bien material, sino también generar un bien espiritual al pueblo”, máxima sintetizada por Leal cuando afirmó que: “(…) es tan importante el pan como la belleza”.

El Festival, concebido en tiempos difíciles (y eso realza su importancia e impacto), vino a oxigenar y estimular el trabajo de más de 12 000 profesionales, que solo aspiran a contribuir a saciar esa sed de belleza que se expresa, lo mismo en la calma de la serranía, que en la ruidosa dinámica de las ciudades.

El Festival dio muestras de la dimensión real de la democratización cultural, con el valor agregado de que, en este caso, el pueblo no es solo observador crítico y complacido, sino es protagonista del hecho cultural desde el escenario, el lienzo o la pluma y el papel. Este es el gran resultado: el movimiento de artistas aficionados está vivo (más allá de las instituciones de la educación general), en las fábricas, centros de salud, unidades militares, universidades…

El Sistema de Casas de Cultura, con el apoyo del resto de las instituciones del sector, los sindicatos y otros organismos, le han regalado a Cuba en este 2023, una gran fiesta que tuvo su expresión primaria en las comunidades y aún, en el nivel nacional, los barrios continuaron siendo el principal escenario.

La gestión de la Comunicación e Información en torno al proceso fue bordada con hilos de seda. Identidad visual acertada y pertinente (con expresión en los diferentes niveles del evento), soportes promocionales gráficos impresos y virtuales, inundaron las sesiones del evento, los medios de prensa municipales, provinciales y nacionales durante los últimos cinco meses en cada momento, y han distinguido al Festival como el suceso cultural de la etapa…

Ha concluido el Festival de Artistas Aficionados, 20 años después de su última edición. Perfectible: sí; que impone nuevos retos: también. Pero no cabe dudas de que fue uno de los mejores regalos a Fidel en su 97 cumpleaños: ver reunido al pueblo trabajador enarbolando las esencias culturales de la nación: esas que nos definen como cubanos.

El Festival también fue un espacio para reconocer la labor de personas, organismos e instituciones que se han destacado en el quehacer a favor del Movimiento de Artistas Aficionados como parte de la vida espiritual de nuestras comunidades. Fue entregado el sello 45 Aniversario en manos del propio presidente del Consejo Nacional de Casas de Cultura Diango González Guerra. Así mismo, se entregó la Distinción 80 Aniversario de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC) al promotor cultural y Premio Nacional de Cultura Comunitaria Mario Pelegrín, a la agrupación músico-danzaria Nuestra América, de Villa Clara, y al Consejo Nacional de Casas de Cultura; también entregado por su máximo representante, el secretario general de la CTC en Cuba, Ulises Guilarte de Nacimiento.

Particularmente se deben destacar las actuaciones de las agrupaciones teatrales, como las compañías La Andariega, El Despertar, Manos a las Tablas, Anafilaxia, Mimo sol y Guanacuentos; además, las compañías danzarias Nuestra América; Telón Abierto, de Ciego de Ávila; Alas y Addé Olorum, Paso a paso, Futuro; así como las agrupaciones de música Septeto Universon, Renovación Sonera, Changüí Escalante, Órgano Oriental, y los solistas vocales Ivett Echemendía (Sancti Spíritus), Hosana Hernández, Helen Montero, Antonio Reyes, el Dúo Esperanza. Además, las agrupaciones de variedades circenses Zanqueros Guerreros de las Alturas y Fiestas de Fantasías y el coro Cascabelitos y el del Ministerio de Comunicación, entre otros.

El llamado está hecho, ahora nos queda continuar con el hermoso trabajo de propiciar el bienestar social, seguir con la premisa de la total inclusión y democratización del arte y la cultura en nuestras comunidades, continuar con la transformación del barrio, lograr la participación a través de las motivaciones artísticas y culturales de personas de todas las edades, entidades y comunidades; que cubanos y cubanas sigan encontrando la riqueza espiritual sin importar raza, género o discapacidad alguna, porque en Cuba el arte es de todos y para todos.

Debemos prepararnos ya para la próxima edición desde las propias comunidades y municipios, y hacer del Festival Nacional de Artistas Aficionados el espacio mayor de confrontación, diálogo y estimulación del arte y la cultura en Cuba.

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