Sergio Pipián Martínez no es solo el ciclista que insertó el nombre de su natal pueblito en la geografía nacional; tampoco fue solo uno de los deportistas cubanos más populares. Pipián es, así en presente, una de las leyendas del deporte cubano.
Una y otra vez ganó la Vuelta Ciclística de Cuba a partir de la primera de ellas, corrida en 1964, hasta sumar cuatro coronas, y fue el protagonista del espectáculo deportivo que año tras año trazaba una cinta multicolor de ciclos desde Baracoa hasta La Habana, una cinta de tenaces jóvenes sudorosos sobre sus bicicletas ―que no eran como las de ahora, sino bien comunes― en pugna por la victoria. La Vuelta Ciclística atravesaba las grandes ciudades y los pequeños pueblos en los márgenes de la carretera, donde se apiñaban los entusiastas vecinos año tras año para vitorear a quienes pasaban en solo segundos y luego se perdían camino adelante en tanto coreaban enronquecidos “¡Ahí viene Pipián!”, el rey de las carreteras cubanas.

El deporte cubano comenzaba a desperezarse y el espíritu de Pipián se contagiaba en otros ciclistas. Es cierto que eran tiempos diferentes, pero tiempos de mucho júbilo y exploración de nuevos derroteros en que el “guajiro de Pipián”―así también se le conocía―, surgido de las entrañas del pueblo, con su sonrisa y carisma, y sin ser pelotero ni boxeador, se abría puertas en el corazón de los seguidores del deporte.
Sergio Martínez nació el 8 de septiembre de 1943, lógicamente que en el poblado de Pipián, perteneciente al municipio de Madruga, en la hoy provincia de Mayabeque. Trabajó duro durante la adolescencia, en los campos de caña, y en cuanto reunió el dinero necesario compró una bicicleta. Corría por entonces el año 1961 y Pipián hacía extensos recorridos en su ciclo. Se inscribió en una competencia provincial y en 1962 le cupo el honor de integrar la delegación cubana a los Juegos Centroamericanos de Kingston, Jamaica, donde alcanzó el cuarto lugar en los 4 mil metros de persecución por equipos.
Dos años después celebró Cuba su primera Vuelta Ciclística, de la cual emergió Pipián como campeón indiscutible, pues ganó seis de las doce etapas disputadas. En la siguiente, un año después, terminó segundo, ganó en la de 1966, quedó tercero en 1967, ganó de nuevo las de 1968 y 1969. En 1971 sufrió una lesión que lo hizo abandonar la carrera. No obstante, regresó para la de 1972, donde alcanzó el trofeo correspondiente al tercer lugar. Pipián ganó 25 etapas en los giros nacionales, una cifra récord.

Entretanto, sumaba un palmarés internacional respetable: medalla de bronce en los Juegos Centroamericanos de San Juan, Puerto Rico, 1966, en la prueba de persecución por equipos; medalla de plata en los Juegos Centroamericanos de Panamá 1970 en la especialidad de persecución por equipos y bronce en la carrera individual; medalla de bronce en los Juegos Panamericanos de Cali 1971 en la persecución individual.
Atropellado por un camión en 1972, mientras viajaba de regreso a casa en su ciclo, el gran campeón se recuperó mas no del todo, y decidió poner fin a su carrera.
Ya en funciones de entrenador, Pipián sufrió un segundo accidente, este mientras conducía su moto en la Vía Monumental, al impactar contra un poste eléctrico caído. Las lesiones craneales causadas por ello provocaron su fallecimiento tras 27 días de agonía, el 2 de octubre de 1979, a los 36 años.
El tiempo ha pasado de entonces acá y otras figuras han nutrido el inventario de los ciclistas cubanos de renombre en uno y otro sexo, varios de ellos con resultados internacionales de nivel mundial. Ninguno de ellos llegó a conocerlo personalmente, pero sí identifican en él al rey de las carreteras cubanas y lo honran con sus triunfos. Quien redacta estos apuntes sí vivió más de una vez, como espectador, el paso de la caravana ciclística y escuchó el vocerío entusiasta que gritaba “¡Ahí viene Pipián! ¡Ahí viene Pipián!”… aun a sabiendas de que ya no venía el gran campeón, nuestro ídolo del pedal. Vive pues en la memoria.

