A 25 años de la partida de Tito, el cantor de la Vereda Tropical
La biografía de José Antonio Tenreiro Gómez —Tito Gómez— es la de un chico con fuerte vocación, capaz de superar no tanto dificultades económicas como oposiciones familiares para el enrumbamiento definitivo hacia la cancionística.
El eterno cantor de la orquesta Riverside y de la de Jorrín, “el pico de oro” que hizo de Vereda tropical una canción de todos los tiempos, nació el 30 de enero de 1920 en la calle Acosta, entre Habana y Compostela, en el barrio de Belén. De manera que más habanero no puede ser… aunque por sobre todo se sintió cubano.
Era un adolescente de 12 años cuando cantaba en el ámbito familiar y entre amigos. No interpretaba un repertorio fácil: en él se incluían piezas de los maestros Ernesto Lecuona y Rodrigo Prats. Pero al menos se avenía a lo que los padres esperaban de un chico destinado a cursar una carrera universitaria. A los 17 se presentó a La Corte Suprema del Arte, programa de enorme audiencia de la emisora CMQ Radio que ofrecía oportunidades a los espontáneos y atrevidos con vocación para el canto. Dio entonces un paso más atrevido: esperaban escucharle una canción del repertorio del teatro lírico cubano, alguna de las piezas de la zarzuela María la O, del maestro Lecuona, pero él interpretó el bolero lírico Cuando te acuerdes de mí, del compositor Julio Brito. Tito ganó y ganó, hasta que comprendió que era bueno y podía torcer seguro el curso de su vida.

¿Médico yo?
Su padre, natural de Galicia, quería hacer de él un profesional de cuello, corbata y bisturí. Y si bien él no dejó el cuello y la corbata —entonces se cantaba así—, el bisturí lo cambió por un par de maracas con las que solía acompañarse, mientras el resto de los instrumentistas de la orquesta le daban el complementario apoyo.
No obstante, terminó el bachillerato y matriculó Medicina… solo por unos meses, para complacer a su padre. Entonces, en 1939, se profesionalizó al aceptar la oportunidad que le ofrecieron de cantar con la Orquesta Sevilla Biltmore, después denominada Orquesta de Osvaldo Estivil, cuyas presentaciones tenían por sede el Casino Deportivo y más adelante mudaron para el Hotel Nacional. Para Tito aquello fue algo extraordinario, aunque para la familia significó un contratiempo. El “testarudo joven” seguía determinado por el camino de la música.

En la Riverside
En 1942, a la edad de 22 años, ingresó en la Riverside, orquesta dirigida entonces por el maestro Enrique González Mantici, aunque después lo harían los maestro Pedro Vila y Adolfo Guzmán, entre otros. Este período marcó una época en su carrera, y a la orquesta se asocia el nombre de su gran intérprete Tito Gómez, quien entretanto alternaba con la de Estivil, que proseguía sus funciones en el Hotel Nacional. Al principio realiza presentaciones en el cabaret Montmartre de El Vedado. Pronto le llega el primer viaje al exterior: medio año de actuaciones en Perú, con mucho éxito.
De regreso, las presentaciones radiales en RHC Cadena Azul permiten que la población comience a escuchar su voz y a ganar cierta popularidad. Con la Orquesta Riverside realiza giras por Puerto Rico, Honduras, Curazao, Estados Unidos, Argentina, Brasil, Uruguay, Perú.
“Miguelito Valdés me había escuchado, cuenta Tito, y me suelta un día: ¿Por qué no te cambias el nombre? Ese José lo tienen muchos cantantes y sobre todo el Tenreiro, tan inadecuado para cantar guarachas y congas. Esa gaita es para otros. ¿No te gustaría usar el segundo apellido?”

Y hora hablemos de Vereda tropical
… Pero para ello dejemos que lo cuente quien debe hacerlo:
“El autor del número es el mexicano Gonzalo Curiel, el arreglo lo hizo otro compatriota suyo, Rafael de Paz. Se lo oí por primera vez en 1937 a Juan Arbizu, después a Toña la Negra, a Pedro Vargas, a Los Panchos… todo el mundo lo cantó en Cuba. El arreglo me lo mandó uno de los hermanos Rigual, junto con Te adoraré más y más, de Pituco. Los grabé los dos en el 57 y fueron hits.
“Yo estaba haciendo un disco de larga duración con la Riverside —continúa recordando Tito— y faltaban dos números para completarlo. El director quería que pusiéramos esos dos y no me entusiasmó la idea, porque eran muy antiguos, pero él me dijo: ‘No importa, tienen un arreglo actual’. Y resultó que con los otros números no pasó nada y los de relleno fueron los que pegaron”.
Ni el propio Tito pudo con el tiempo imaginar las decenas, cientos y miles de veces que cantó Vereda tropical. Con ella obtuvo enorme popularidad, fama y también un poco de dinero, que no le vino mal porque hizo una familia grande.

En 1975 se incorporó a la Orquesta de Enrique Jorrín, con ella viajó a Angola. A esta agrupación perteneció hasta que decidió jubilarse para hacer solo presentaciones esporádicas en que siempre se le acogió como artista invitado.
Sesenta años consagró Tito Gómez a la interpretación, desde su temprana juventud —con el cabello rubio y la sonrisa franca— hasta su madurez —con el pelo cano y aún la sempiterna sonrisa. Es su vida un recorrido largo por la canción cubana, durante el cual lo acompañaron las claves (el sonero que quiera cantar sin las claves no canta son, afirmaba) y su voz prodigiosa, con el mismo registro de los años mozos, un don que Tito agradecía a la Naturaleza, porque, según él, “poco se cuidó” y llevó una vida con horas de sueño, descanso y alimentación irregulares.
De él, dijo el musicólogo Helio Orovio que “imprime un personal sabor cubano a la interpretación de canciones, sones y guarachas”. De que la aseveración es aún válida, no tenga dudas. Un detalle más, e importante: tuvo el don de la improvisación continuada, minuto tras minuto, en tanto interpretaba en vivo. Con una muestra de inteligente humor, él lo explicaba así al periodista Jorge Smith: “No puedo repetirme, no tengo esa habilidad”.
Tito Gómez es de esos casos en que el tiempo no ha podido mellar la popularidad del artista.
El cantante murió hace ahora un cuarto de siglo, en La Habana el 15 de octubre de 2000, a los 80 años. El recuerdo de su Vereda le sobrevive.
Nota: Las declaraciones de Tito se tomaron de entrevistas hechas por las periodistas Magda Resik y Erena Hernández, en ese orden.

