La poesía tal vez se realza
cantando cosas sencillas.
Miguel De Cervantes

No sin cierta nostalgia, me confesaba un amigo que, allá por los años setenta de la pasada centuria, al escuchar los versos musicalizados de Antonio Machado y Miguel Hernández, descubría el placer insospechado de leer poesía, práctica que, desde entonces, le ha acompañado para así enriquecer su más íntima espiritualidad.

Otro amigo me contaba que, también por esos años, escuchó por vez primera una canción, Lucía, que por su sencillo y hermoso lirismo no ha dejado de estremecerlo, lo cual lo llevó, mucho tiempo después, ya en los albores de un nuevo milenio, a utilizar esa pieza musical como tono de llamadas en su teléfono celular.

Dos anécdotas, en apariencia intrascendentes, que ahora he recordado precisamente ─aunque parezca una contradicción─ por la trascendencia de la obra musical de quien hizo posible que uno de mis amigos se aficionara a la lectura de la poesía y el otro no dejara de deleitarse con una canción que ya pertenece a la memoria de varias generaciones.

“(…) este es un libro que, indudablemente, resulta la fuente de información más completa sobre el itinerario cubano del autor de Mediterráneo”.

No es sorprendente, por ello, que Ángel Miguel Martínez Gómez, al igual que mis amigos, haya sentido desde sus años juveniles una admiración muy especial por la obra de quien, por su trayectoria artística como compositor e intérprete, ya ha quedado en la historia musical de su tiempo y del tiempo por venir.     

Fruto de tan respetuosa devoción es el libro Serrat, sus huellas en Cuba (Editorial José Martí, La Habana, 2024, 352 pp.), en que Martínez Gómez presenta un recorrido no solo por las doce visitas que realizó el cantautor Joan Manuel Serrat a la Mayor de Las Antillas entre los años 1973 y 2001, sino también por el reflejo de ese itinerario en la vida cultural de la isla.

Esta obra, que ahora se publica en su segunda edición revisada y actualizada, apareció originalmente en el año 2018 por Edicions Cal.lígraf, de Figueres, Cataluña, para así enriquecer la bibliografía dedicada al artista, integrada por aproximadamente una treintena de títulos en todo el mundo que se encargan de reflejar su legado.

La génesis de este libro debe buscarse en el interés del autor por recopilar y atesorar, a lo largo de varios lustros, información relacionada con el artista, tanto de su vida personal y de su quehacer profesional como de su vínculo con la isla, a través de sus presentaciones en escenarios del país y de la relación con sus seguidores.

Serrat realizó doce visitas a Cuba entre los años 1973 y 2001. Imagen: Tomada de Internet

Fue así que, en 1991, Ángel Miguel Martínez Gómez –graduado en la Escuela Nacional de Artes Plásticas, en grabado, y Licenciado en Educación, en la especialidad de educación plástica– inauguraba su exposición Serrat, su obra y la plástica, en que reunía aproximadamente quince dibujos inspirados en el cantautor.

Sin embargo, no fue hasta fines del 2008, ante la solicitud de participar en un programa radial convocado bajo la interrogante “¿en qué se parece Serrat a los cubanos?”, que se animó a organizar los documentos conservados en su archivo personal y pensar en la posibilidad de escribir un libro sobre el paso del artista por Cuba.

“Siempre tuve muy claro que este libro –cuenta Ángel Miguel Martínez Gómez– tenía que parecerse a los conciertos de Serrat o, mejor dicho, a nuestra percepción de sus conciertos, y para lograrlo era preciso dosificar adecuadamente algunos ingredientes básicos que, en mi criterio, no podían faltar: coloquialidad, bilingüismo, ética, sobriedad, sencillez, lirismo…”.

“La génesis de este libro debe buscarse en el interés del autor por recopilar y atesorar, a lo largo de varios lustros, información relacionada con el artista”.

¿Qué encontrará el lector que se aventure en las páginas de Serrat, sus huellas en Cuba? Ante todo, este es un libro que, indudablemente, resulta la fuente de información más completa sobre el itinerario cubano del autor de Mediterráneo, contado no solo a través de documentos de la época, sino también de las remembranzas del investigador.

Conocerá, igualmente, en un acertado juego con el tiempo, pasajes de las realidades y esperanzas, alegrías y tristezas, éxitos y tropiezos, de quien acumula más de medio siglo de vida artística, avalada por la creación de más de 200 canciones, la grabación de casi medio centenar de discos, la actuación en numerosos escenarios de varias latitudes del mundo…

Un libro que se propone, y logra, no solo narrar lo vivido en Cuba por Joan Manuel Serrat –desde sus recitales en el capitalino teatro Amadeo Roldán hasta su participación en los cortes de caña en un campamento juvenil–, sino también testimoniar cómo su presencia dejaría huellas tanto en los espectadores como en los artistas de la isla.

Quizás no sería descabellado imaginar que la lectura de estas páginas pudiera motivar que otros especialistas e investigadores analizaran el alcance de la influencia que, obviamente, dejaron esos encuentros del cantautor catalán con los trovadores cubanos de aquellos años iniciales de la década del setenta de la pasada centuria.

“Se trata de un libro que rescata un pasaje de la memoria cultural de la isla (…) que llega para enriquecer el actual catálogo editorial cubano”.

“Hay una lengua espléndida, que vibra en las cuerdas de la melodía y se habla con los movimientos del corazón: es como una promesa de ventura, como una vislumbre de certeza, como prenda de claridad y plenitud. El color tiene límites: la palabra, labios: la música, cielo. Lo verdadero es lo que no termina: y la música está perpetuamente palpitando en el espacio”.

Con tan hermosas palabras referidas a la música, José Martí exaltaba la obra del violinista cubano José White en una crónica publicada en México, en las páginas de la Revista Universal, el 25 de mayo de 1875, texto que ahora he recordado al concluir la lectura de Serrat, sus huellas en Cuba.

Se trata de un libro que rescata un pasaje de la memoria cultural de la isla. Un libro que llega para enriquecer el actual catálogo editorial cubano. Un libro que confirma que la música palpita perpetuamente en el espacio. Un libro que es prenda de claridad y plenitud. Un libro que es promesa de ventura, vislumbre de certeza.

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