Jugando con el azar
19/2/2021
En el centro de la Isla aún se mantiene activa una artista de la plástica que ha cultivado desde la década de 1970 el conocido arte de género, cuando aún no se etiquetaba tal tendencia insurgente. Nacida en el pobladito de Tuinucú, Luisa María Serrano Fernández (Lichi) (1947) desde que comenzara a dibujar su entorno inmediato lo hizo con la rebeldía propia de la adolescencia. Atacaba con ironía las relaciones de familia patriarcales y lo hacía desde la óptica de quien sabe que es necesarios denunciar, al menos a través de la línea, un orden de organización social injusto. Ella no podía aceptar tales roles machistas, por lo que junto con su hermana gemela, también dibujante, en su niñez, disfrutaba de juegos donde se mezclaban lo prohibido para las hembras y se unían a las hordas de muchachos del batey.
Ahora y durante todo el mes de marzo, y en desafío a la actual pandemia, la Galería de Arte Oscar Fernández Morera de la provincia de Sancti Spíritus exhibe una muestra de su quehacer de varias décadas con el sugestivo título de Juegos de azar. Se trata de un componente esencial de toda su producción artística donde ha estado presente el albur. Sus personajes son víctimas de las circunstancias más letales. Pocos se salvan de esta creadora que convierte el humor, a veces corrosivo, en arma de expresión. Se diría que prefiere revelar las debilidades humanas ante las acciones épicas cotidianas. Aunque en ocasiones acude a la libertad imaginativa un tanto lírica al recrear obras literarias con las que se identifica.
No obstante, cualquiera de sus dibujos denota un signo trágico que los atenaza, pero no los doblega del todo. Es como si estuviesen en permanente lucha contra un destino que pende del azar recurrente, según el decir del escritor argentino Julio Cortázar. Pero, ojo, sus obras están muy alejadas de toda referencia melodramática, más bien se trata de una burla sistémica a todo lo impostado y falso, a todo aquello que se sumerge en la esfera de las banalidades. De allí la serie Fruslerías que sintetiza la irónica mirada de mujercitas que, como ella expresa, tienen pájaros en la cabeza o se solazan con las virtudes eróticas.
Cuando la artista se adentra en esas visuales historias de vida lo hace mediante el uso de las herramientas que dota la línea protagónica con marcado cinismo. En ocasiones apela a esa sutil venganza femenina de mostrar las debilidades humanas para contrarrestarlas con aquellos actos de apariencia trascedente. Se trata de abordar la realidad por el costado cómico como una vía de escape de circunstancias que la ahogan. Son los fantasmas del temor o la duda de la existencia humana lo que coloca sobre el tapete. Cuando dibuja lo hace como un gesto de sedición contra una sociedad ordenada a imagen y semejanza masculina, que intenta anular la condición humana de quienes reclaman un sitial en la narrativa de quienes construyen historias varoniles. Es como si asistiésemos a un permanente juego femenil con el azar.
Mediante bloques temáticos, hace un recorrido por su producción simbólica con diversos referentes contextuales porque, como ella afirma siempre, toma de la realidad aquellos aspectos de la existencia humana más conflictivos. Tal como lo comentara el poeta y crítico Juan Eduardo Bernal Echemendía “la obra de Lichi se halla fuertemente comprometida con una poética de la pugna, que vigoriza los redaños de su estética, equilibrada con el discurso trasgresor de su tiempo. Por eso cuando con Juegos de Azar retorna, con esa ilustración muchas veces sarcástica, que caracteriza su apropiación del mundo, agradecemos una vez más sus rebrotes, convencidos que en Luisa María Serrano las fortalezas de su iluminación, constituyen vínculo definitivo con su tiempo y con su cosmos creativo”.
Algunos ejemplos puntuales develan la variada gama de propuestas temáticas: el irónico dibujo Somos tan felices, ajustado a los requerimientos de la caricatura; los que recrean pasajes del libro Cien años de soledad, del escritor colombiano Gabriel García Márquez, “El día en que José Arcadio Buendía llevó a sus hijos a conocer el hielo”; el de indignación por la matanza de animales salvajes con “El disparo más certero”, que hace referencia a las cacerías de Hemingway; los que tiene ínfulas banales de ser creadores, “¿Artista?”; el tapiz punto cruz que juega con el azar, “Reina de corazones”; la serie erótica donde interviene las circunstancias de la época como un acto de liberación, “Saciada”; las que recoge con pura ironía contextual del ahora de la ama de casa en busca de alimentos “¿Ahogarse en un vaso de agua?” o aquella otra de la mujer atrapada en las labores domésticas, “Mujer con sombrero”.
Luego de un breve recorrido por su trayectoria profesional se infiere que desarrolla sus habilidades de dibujante cuando se vincula en 1965 al Taller Libre de Artes Plásticas de Sancti Spíritus, en el cual adquiere mayores conocimientos de las artes plásticas. Allí aprendió los principios de las artes visuales, hasta 1968, que se dedica a la creación a través del dibujo. De 1995 al 2008 reside en Venezuela, donde aprendió la técnica del tapiz a punto cruz. Ha participado en exposiciones y salones competitivos en Cuba y el extranjero. Cuenta con una docena de muestras personales y ha participado en cerca de 50 colectivas conquistando más de 20 premios, entre ellas las elaboradas con la técnica del punto cruz. Posee el Premio Nacional Memoria viva por sus aportes a la cultura cubana.