Julian Bream, intérprete de Brouwer
21/9/2020
Hubo una época en que la guitarra clásica tuvo un nombre, Andrés Segovia. Lo escuchaban en cualquier parte y los oídos giraban hacia España; mientras desgranaba partituras de Tárrega y Turina, Sor y Rodrigo. En Europa y América Latina buenos compositores escribían pensando en él; Castelnuovo Tedesco en Italia, Villa-Lobos en Brasil, Ponce en México. O era Segovia o los discípulos de Segovia o los discípulos de sus discípulos, de 1908 en que debutó al último concierto en 1987.
Hasta que algunos a los que dio cobija comenzaron a volar con alas propias y no solo fue España el único epicentro de la guitarra. No digamos ya América ni los países europeos de cultura latina, sino las islas británicas. Así lo hicieron John Christopher Williams (1941) —australiano de cuna pero inglés por adopción, a quien el propio Segovia llamó “príncipe de la guitarra”— y Julian Bream (1933), hijo de un suburbio londinense. Ambos llegaron a grabar tres discos juntos, uno de ellos de culto en 1972, Together, con obras de Carulli, Sor, Pujol, Ravel, Granados y Falla. Williams se mantiene activo y disfruta de la cálida recepción que los melómanos han dispensado a su más reciente producción fonográfica, Vivaldi, Etc. Bream enlutó el universo guitarrístico al partir el pasado agosto.
En realidad Bream conoció a Segovia antes de que el maestro reparara en él. A mediados del siglo pasado, exactamente en 1945, el jovencito inglés, instado por el padre, apuntaba a dominar el piano cuando escuchó un disco del virtuoso español. Aunque en el Royal College of Music se le admitió para dar clases de piano y chelo como segundo instrumento, la guitarra terminó por ganar la partida. El problema residía en que no había maestro calificado y el único disponible enredó la técnica del alumno. Más tarde Bream confesó: “Tuve que desaprender el uso de la mano derecha. Es posible que me haya dado algo de disciplina en un momento en que la necesitaba, pero nada más”.
A partir de entonces, Bream continuó desarrollando su propia técnica. En diciembre de 1947, al fin conoció y tocó ante Segovia en Londres. Este, impresionado, ofreció tomarlo bajo su tutela. Promesa incumplida, ello nunca aconteció. Pero cuando en varias ocasiones preguntaron por el británico, Segovia alabó su excelencia; por su parte, Bream jamás insinuó el más mínimo desencuentro, por el contrario, situó siempre a Segovia como un referente inspirador, al punto que no pocos especialistas en el instrumento han afirmado que el legado del inglés lo convierte en el verdadero sucesor del maestro.
La carrera internacional de Bream comenzó en Suiza en 1954. Debutó en Estados Unidos cuatro años después. En lo adelante apenas dejó de tocar en salas de mundo y medio. A nivel doméstico el primer gran éxito lo registró con obras clásicas españolas del repertorio de Segovia. El encumbramiento como solista con orquesta llegó con Concierto de Aranjuez, de Joaquín Rodrigo, invitado por la BBC Opera Orchestra en abril de 1951. La primera interpretación europea del Concierto para guitarra, de Heitor Villa-Lobos, estuvo a su cargo en 1957.
Mas no solo el guitarrista hizo época. En 1950, durante una estancia en Manchester, encontró en los fondos de la Biblioteca de Música Henry Watson un volumen de piezas para laúd de John Dowland (1563 -1626). Quedó cautivado por la belleza de la música. En un principio transcribió algunos temas para la guitarra, pero casi de inmediato se convenció de que las ideas de Dowland estaban concebidas para ser sonadas en el instrumento original. Adquirió un laúd alemán de seis cuerdas y aprendió a tocarlo por sí mismo, con lo que encauzó una ruta inédita en su trayectoria que lo elevaría a planos estelares, en los que sobresalió la fundación en 1960 del Julian Bream Consort, para la ejecución de música del período isabelino y la alianza con el tenor Peter Pears, dúo que antecedió la posterior y pródiga colaboración entre el laudista Edin Karamazov y el cantante de pop-rock Sting.
En nuestra región, las virtudes interpretativas de Bream fueron ponderadas por el cubano Leo Brouwer, uno de los más importantes compositores contemporáneos a escala mundial para el instrumento, quien dedicó al británico tres obras suyas encargadas y estrenadas por este: la Sonata no. 1, la Sonata no. 5 Ars Combinatoria y el extraordinario Concierto no. 3 Elegíaco, cuya premier dirigió el propio Brouwer al frente de la RCA Chamber Orchestra.
Ese fue otro rasgo característico de Bream, ensanchar el repertorio mediante solicitudes a compositores de prestigio. Respondieron William Walton (Five bagatelles), Malcolm Arnold (Concierto para guitarra, Fantasía), Michael Tippett (The Blue Guitar), Lennox Berkeley (Concierto para guitarra, Sonatina, Tema y variaciones), Alan Rawsthorne (Elegía), Richard Rodney Bennett (Concierto para guitarra, Impromptus, Sonata), el alemán Hans Werner Henze (Royal Winter Music), y el japonés Toru Takemitsu (Todo en crepúsculo). Estas obras, y por supuesto las de Brouwer, forman parte del legado de Bream al futuro de la guitarra.