La belleza según Korda
20/9/2018
El semiólogo y novelista italiano Umberto Eco nos legó una Historia de la belleza tan apasionante como polémica. Hoy, los amantes y cultores de la fotografía tenemos la oportunidad de acercarnos a un recorrido por una historia de la belleza cubana según Alberto Díaz (Korda), figura imprescindible para el octavo arte insular. Tal aproximación es posible gracias a Obsesiones interruptas, muestra personal que hasta el próximo 20 de octubre acogerá la sala transitoria María Eugenia Haya (Marucha) de la Fototeca de Cuba.
De la exposición Obsesiones interruptas, acerca de la mujer en la fotografía de Alberto Korda.
Fotos: Maité Fernández
Organizada por el Estate Alberto Korda, el Estudio Figueroa-Vives y la propia Fototeca, esta exposición, curada por Cristina Vives, recoge el tratamiento de la imagen femenina a lo largo de la extensa carrera artística desarrollada por el autor de instantáneas tan emblemáticas como Guerrillero Heroico, Comandante en Jefe y El Quijote de la farola.
Impresiones de plata sobre gelatina, publicaciones seriadas y negativos atesorados en los Archivos del Consejo de Estado conforman el punto de partida para reconfigurar una zona de la obra de Korda poco vista y socializada en la actualidad. La museografía de la muestra evidencia el trabajo desarrollado por el artista como fotógrafo publicitario, contratado para ilustrar secciones de cosmética y belleza incluidas en diversas revistas.
Al mismo tiempo, incluye piezas realizadas con posterioridad al triunfo revolucionario, lo cual evidencia su interés por continuar abordando la belleza femenina, aun cuando concentraba la mirada casi de forma exclusiva en los profundos cambios políticos y sociales experimentados por nuestro país tras enero de 1959.
En el aniversario 90 de su natalicio, Alberto Korda nos acerca a la imagen femenina con gracia, pasión, deseo e indiscutible talento. Obsesiones interruptas muestra su personal punto de vista al respecto, reuniendo un amplio número de mujeres que él inmortalizó en el cenit de su lozanía, movido por esa vehemente pasión que solo experimentan los irredentos cultores de la belleza.