La caja dramatológica
24/2/2017
Pocos títulos hemos soñado tanto en Ediciones Alarcos como este: Cómo se comenta una obra de teatro, de José Luis García Barrientos. Gracias a Ulises Rodríguez Febles conocí a este teórico y profesor universitario una mañana de febrero de 2009, en Matanzas, durante su primer viaje a la Isla, cuando iniciaba el camino de su proyecto internacional de investigación “Análisis de la dramaturgia actual en español”, desde el Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España. Solo unas semanas antes había leído entero el libro en la edición príncipe de Síntesis (Madrid, 2001), y una zona importante de las ideas que en él se manejan me ayudaron oportunamente a redondear la escritura final de Festín de los patíbulos.
Conocerlo en persona durante una conferencia en la Casa de la Memoria Escénica de Matanzas, advertir de primera mano la forma precisa y amena en que articulaba los conceptos teóricos, la coherencia y la exactitud terminológica, la claridad con que respondía a las distintas preguntas que el marco dramatológico siempre suscita en el público, acabó por seducirme. Una seducción basada en el descubrimiento de un mapa nuevo, rico, complejo: un andamiaje teórico estricto y a la vez flexible que articulaba un saber occidental milenario y devolvía una propuesta posible para analizar el teatro a fondo, para interpretarlo como sistema productor de sentidos en conexión.
Nunca antes había tenido, a nivel de estructura analítica, un encuentro con algo igual. La carrera de Teatrología en la Universidad me había formado en el camino de la acumulación y la fascinación por lo múltiple, y la experiencia práctica de la escena y de la realidad me iban ayudando a definir un estilo personal para leer y devolver la tradición. La llegada de Cómo se comenta una obra de teatro a mi vida, así como de otros libros de García Barrientos que amplían o complementan lo aquí apuntado como Drama y tiempo y Teatro y ficción, me produjeron un viraje, una exaltación, y transformaron la seducción inicial en fe de amor perdurable por el Método. Y también en confianza ante la posibilidad, en el ámbito de la discusión sobre teatro, de diseccionar un universo de Ficción y de ponerlo en debate, en perspectiva, en espejo frente a un universo de Realidad. Quizá solo en esa linde agónica, adorada e inapresable que separa estos dos campos puede encontrarse un sentido auténtico a la pasión de quienes hacemos teatro, y García Barrientos edifica todo su imperio encima de estas rocas.
Basta recorrer el índice del libro que hoy presentamos para darse cuenta de lo que hablo: el autor propone una dramaturgia clarísima para el análisis de las instancias de fabulación desde el lenguaje verbal, el tiempo, el espacio, el personaje y la recepción. Y va definiendo el concepto básico de acción como ese crescendo continuo donde los estamentos de la Realidad deben duplicarse en estamentos de Ficción para dar cabida a la cualidad teatral. Los ejemplos que ofrece para acompañar su razonamiento funcionan en la misma línea de provocar una emancipación sistémica de lo dramático, es decir, una insinuación dramatológica que, por su eficiencia conceptual y lo asequible del discurso, sirve a estudiantes, investigadores, docentes, creadores y también a aficionados al teatro. El acercamiento a la Poética y a la Retórica es ejemplar y propicia una comprensión nítida, a la par que ajusta ciertas imprecisiones que históricamente se han asociado a ambos terrenos. Cierran el volumen una exquisita selección de “formas de comentar el drama” (que incluye verdaderas joyas de la tradición crítica, algunas muy simpáticas) y una bibliografía completísima.
Pero hay algo aún más importante que resaltar, y es la generosidad de José Luis García Barrientos al ofrecer su mirada sobre el teatro cubano contemporáneo. Varios han sido los teóricos y críticos extranjeros que han visitado Cuba en las décadas recientes; sin embargo, pueden contarse con los dedos de la mano los que han dedicado tiempo a estudiarnos con la objetividad y la minuciosidad que solo una visión externa a esta isla tropical puede ofrecer. Él lo ha hecho: Cuba ha sido, entre otros diez países iberoamericanos, la primera que ha tenido un libro donde diferentes dramaturgos de ahora mismo son estudiados en profundidad, junto a varios montajes de sus obras, por un equipo internacional de investigadores. Una parte de este saber, la que firma el propio García Barrientos, enriquece esta edición cubana de Cómo se comenta una obra de teatro.
El placer de editar para Cuba, con el apoyo de Alarcos y dentro de esta colección que concibe Omar Valiño, a un pensador y un escritor de talla universal, es tremendo. Mayor será cuando este libro pueda circular por las librerías del país y convertirse, como espero, en un material de referencia, en un libro de cabecera. En un amante que no es exclusivo, que nos permite digresiones, indignaciones e incluso traiciones, pero a cuyas manos uno siempre tiene ganas de regresar.