La construcción de mundos (de, con y para el Che) (I)
31/10/2019
El cuadro, pues, es un creador…
El cuadro, columna vertebral de la Revolución (1962)
Tenemos la obligación imperiosa de pensar, ¡Imperiosa!
Reunión bimestral en el Ministerio de Industrias. Versión de acta inédita (2 de octubre de 1964)
…una conciencia en la que los valores adquieran categorías nuevas.
El socialismo y el hombre en Cuba (1965)
para Fernando Martínez Heredia, a quien extraño.
¿De qué modo se intenta la construcción de mundos nuevos?, ¿qué hay en el interior de semejante enunciado y quiénes lideran procesos semejantes? ¿De qué modo esta épica de momentos iniciales conecta con nuestro presente? La primera de las citas que abren este texto ha sido extraída del ensayo El cuadro, columna vertebral de la Revolución, publicado en la revista Cuba Socialista en septiembre de 1962, cuando la Revolución cubana apenas ha cumplido sus tres primeros años; el lugar de aparición del material, la más importante publicación partidista en el área de la crítica y la teoría, modela las características del documento, verdadero ensayo político acerca de las estructuras del nuevo poder, y establece sus límites. Guevara explora las características de la nueva sociedad y el tipo de liderazgo que en esas circunstancias iniciales había emanado, cuestión que desde el inicio mismo de la Revolución cubana es una de sus obsesiones teóricas; de esta manera, el relato y la valoración acerca del surgimiento del Ejército Rebelde, el tipo de vínculo que se dio entre el núcleo inicial de los revolucionarios reunidos alrededor de Fidel Castro, así como entre estos y los campesinos de la Sierra Maestra, las características deseables en un combatiente guerrillero o las demandas sociales básicas del campesinado pobre, la dimensión internacional de la Revolución cubana, así como las insuficiencias del márxismo ortodoxo soviético son puntos que se constituyen en enigmas para la teoría.
La segunda de las citas proviene de la transcripción del acta de una reunión, celebrada el día 2 de octubre de 1964 en el Ministerio de Industrias, entre directivos y el ministro, Ernesto Guevara. En esta, como en otras del mismo corte, además de las cuestiones propias de la vida del Ministerio y sus múltiples dependencias, Guevara expone y discute inquietudes y dudas acerca del proceso de desarrollo del socialismo en la hoy extinta Unión Soviética, así como cortantes preguntas acerca de lo que, por entonces, a inicios de la década de los 60 cubanos, era el presente. Su figura favorita es Lenin, el conductor de la Revolución Socialista de Octubre de 1917, y el punto de conflicto el momento del año 1922 cuando en el país soviético fue adoptada, a propuesta de Lenin, la llamada Nueva Política Económica (NEP); luego de realizar una Revolución socialista en 1917, suprimir las relaciones de propiedad y la obediencia a las leyes del mercado, la reintroducción de mercado y propiedad en 1922 constituye para el Che una fractura que, en lo adelante, iba a afectar a la totalidad del edificio socialista y, como tal, un motivo de preguntas y tomas de distancia. Por este camino, lo mismo considera que la NEP, cuya núcleo operacional resume con la frase “el interés material directo como palanca económica” (Guevara: 2006, p. 112) es “el gran paso atrás de Lenin” (Ídem, p. 139) o “el gran caballo de Troya del socialismo” (Ídem, 112); en opinión de Guevara, la erosión provocada por este enemigo interior sería tan severa que, desde su óptica como hombre de los 60 del pasado siglo, “los conflictos provocados por la hibridación que significó la NEP se están resolviendo hoy a favor de la superestructura; se está regresando al capitalismo”. (Ídem, p. 27)
El carácter no formal de estas reuniones en el Ministerio de Industrias hace que la transcripción de las actas nos ofrezca un acceso privilegiado a ese hervor del pensamiento guevarista; las actas, de las cuales han sido publicados fragmentos, contienen análisis de asuntos específicos de este Ministerio, intervenciones de subordinados en uno que otro asunto puntual y largas inquisiciones del Che a propósito de problemas de la teoría marxista. A tal punto llegan esta práctica del debate, así como la necesidad de avanzar en la comprensión de esos asuntos de la formulación teórica y la realización en la práctica del socialismo, que el día 2 de octubre de 1964 ocurre algo asombroso; en un momento de la intervención del Che, lo que comienza siendo un comentario sobre los países socialistas termina en lo que podríamos llamar un acto de pensamiento “en caliente” o, si así se prefiere, in situ, sin el tipo de mediación que acompaña el decir que ha sido previamente elaborado y medido o sopesado:
En esto he pensado algo, he leído un poco, he tratado de hacer una cosa más o menos coherente por toda una serie de asuntos que uno ve, que conoce. Empieza a conocer más los países socialistas por dentro, las contradicciones internas que existen, las quejas, los disgustos. Se aprende mucho más de nuestros errores aquí, de toda la tremenda cantidad de imbecilidades que hacemos, de los resquemores que se provoca en la población. Empieza uno a pensar en los porqués y he llegado a una conclusión, que en definitiva cuando Fidel hablaba ayer, el lunes, de la pequeña burguesía infiltrada en el aparato, lo encontraba congruente, incluso contó una serie de cosas que no las he discutido con él. Estas cosas que les digo a ustedes no las he planteado en el Partido siquiera, porque son cosas que uno las va todos los días cambiando un poquito. Es decir, es un feto lo que les voy a decir”. (Guevara: 2006, pp. 315-316)
¿Por qué un alto dirigente comparte, en semejante reunión, este “feto” de pensamiento? ¿Qué intenta provocar en quiénes participan? ¿Qué significa que el cuadro es un “creador”? ¿Creador, de qué? ¿Cómo se conecta esto con la tercera de las citas, extraída de El socialismo y el hombre en Cuba, texto guevarista aparecido en el semanario uruguayo Marcha, el 12 de marzo de 1965, la última contribución pública del Che al desarrollo de la crítica y teoría de la Revolución cubana y el socialismo? ¿Por qué Guevara expresa en esa misma reunión con énfasis no típico (el énfasis es una marca dramática) que “(t)enemos la obligación imperiosa de pensar, ¡imperiosa!”. ¿Por qué tenemos “obligación” de pensar, por qué es “imperiosa” y sobre qué tenemos que pensar o para qué? ¿Cuál es la conexión entre ese pensar y las “categorías nuevas” y entre las categorías nuevas y la “conciencia”?
II
La Revolución cubana triunfa en enero de 1959 y el Che, uno de sus principales dirigentes, va a disponer de una vida pública en ella de solo seis años, pues desde su partida hacia el Congo en 1965 ya no aparecerá más en los escenarios oficiales del país. Se había incorporado al grupo de luchadores revolucionarios desde 1956, al “meterse en el Granma con Fidel” (como una vez dijo de manera autoirónica), pero su producción discursiva comienza después del triunfo; esto significa que hablamos de apenas seis años de intervenciones, dudas, preguntas, debates y, lo más importante, creciente desarrollo de un pensamiento para el cual la principal incógnita a responder es cómo construir un mundo nuevo. Durante este breve número de años se convierte en un pensador de las revoluciones anticoloniales, antimperialistas y tercermundistas en general. La construcción de un mundo nuevo debía ser entendida como la solución dialéctica que supera lo viejo al mismo tiempo que rescata lo mejor del estadio histórico precedente.
Las actas de las reuniones con los directivos del Ministerio de Industrias dan muestra del choque de fuerzas en el interior del pensamiento guevarista y de la enorme tensión que estas propiciaban; así la pareja de polos hacia los que siempre se regresaba eran la inyección de elementos del capitalismo en el interior del socialismo casi acabado de triunfar (cosa que se refería, sobre todo, a la política de la NEP hacia el final del período leninista luego del triunfo de la Revolución socialista de Octubre) en paralelo a la incapacidad de los socialismos hasta entonces conocidos para encontrar caminos para cambiar la relación entre el hombre y el trabajo sin colocar en primer plano la estimulación material del trabajador. Sin “interés material directo como palanca”, ¿qué recurso tenían las dirigencias políticas para intentar otra relación de los productores con el trabajo que no fuese más trabajo-más salario-más consumo-más bienestar personal y familiar? Es aquí donde, como respuesta, aparecía la conciencia.
En lo que constituye uno de los momentos de mayor radicalidad en el pensamiento guevarista, el día 5 de diciembre de 1964, durante la Reunión Bimestral con los Directores en el Ministerio de Industrias, el Che se refiere a “una frase de Mao muy bonita” donde dice, aproximadamente, que “el hombre como ser enajenado es esclavo de su propia producción y a partir de ahí, con la mediación del Marx de los Manuscritos Económico-Filosóficos, el Che concluye que la realización del hombre solo ocurre “…cuando hace aquellas cosas que no son necesarias a su ser físico, es decir, cuando se transforma en el arte o, por ejemplo, cuando hace trabajo voluntario, o sea, fuera de las cosas que rinde a la sociedad, algo que el hombre entrega”. (Guevara: 2006, p. 366)
La similitud entre ese ideal de hombre realizado y la imagen de un individuo transformado, cambiado gracias al arte, nos permite imaginar el proceso a partir de la idea de goce artístico en estado puro y de allí aproximarnos al momento más elevado de esa entrega o “dar de sí”: el trabajo voluntario. Es aquí, cuando el trabajo libera porque ya no es modo de obtener dinero/beneficio y ni siquiera momento de disfrute personal, sino un acto de entrega consciente del individuo hacia los otros, un disfrute en la entrega misma. Esta manera de trabajar es un acto ético-estético, una proposición de belleza y un aligeramiento (dejar atrás la carga) claramente imbricados con lo que el Che llama el “deber social que tiene que ser parte de eso que pudiéramos llamar la mística del socialismo”; la oración continúa sometiendo a sospecha el concepto y a su vez reivindicándolo: “si no fuera una palabra un poquito peligrosa, pero que tiene que existir”. Entonces, podemos preguntar: ¿qué es una “mística del socialismo” y por qué ese imperativo “tiene que existir”? Aunque la proposición está en un párrafo que trata de las condiciones del dirigente, tanto la idea de una mística socialista como su acción de imperativo categórico dentro del sistema merecen un valor general; de ahí que la respuesta a la pregunta, contenida en la oración que continúa la cita anterior, igual adquiera ese valor de explicación general de la vida:
… deber social que tiene que ser parte de eso que pudiéramos llamar la mística del socialismo si no fuera una palabra un poquito peligrosa, pero que tiene que existir. Un dirigente no puede ser una persona normal, es decir, en las condiciones de anormalidad en que se debe trabajar en estos momentos”. (Guevara: 2006, p. 374)
Ahora bien, ¿con qué tipo de persona identificar a ese que no es “normal”?
III
El exceso, desborde o suplemento que esta individualidad supone es lo que justifica el empleo del sustantivo “mística” para definir parte del contenido que caracteriza a este sujeto; pero un místico del razonamiento del mundo, que interpreta en el proceso de posicionarse en él. Este ente de razón es el cuadro de dirección, figura que ─de maneras diversas― ocupa una parte considerable del pensamiento guevarista. Por tal motivo, las referencias al “cuadro” van siempre acompañadas de expresiones que señalan que el acceso a la “conciencia” se produce mediante el uso intensivo de la “razón”; ello implica que solo a través de una profunda comprensión de los procesos, precedida a su vez por un intenso estudio, es posible la apropiación de la técnica que posibilita el desarrollo. En paralelo, otra profundización y ampliación, la del conocimiento político, permite al cuadro comprender el ideario que defiende y actuar como intermediario entre la dirección política de la sociedad y, en general, las más amplias masas. A tenor con ello, la “claridad política” es definida por Guevara en los siguientes términos en el conocido ensayo El cuadro, columna vertebral de la Revolución, publicado en la revista Cuba Socialista (1962): “no consiste en el apoyo incondicional a los postulados de la Revolución, sino en un apoyo razonado, en una gran capacidad de sacrificio y en una capacidad dialéctica de análisis que permita hacer continuos aportes, a todos los niveles, a la rica teoría y práctica de la Revolución”. (Guevara: 1977, t. 6, pp. 243-244)
Par de citas, tomadas del discurso pronunciado en la graduación del Curso de Administradores del Ministerio de Industrias el día 21 de diciembre de 1961, ilustran la complejidad del problema. Si la “maduración política” significa “tener la comprensión clara de los problemas que existen y tener la certeza de que se desconoce mucho y de que hay que avanzar a tientas por un camino muy difícil”. (Guevara: 2012, p. 30), también significa tener “el deseo y la decisión de entregarse de lleno a una causa que ahora se comprende, y que razonadamente se puede ir a realizar cualquier clase de sacrificio y cualquier clase de trabajo en bien de la colectividad”. (Idem) Mientras que la serie de palabras que subrayo en el primer fragmento corresponden al espacio de la razón y remiten a cuestiones cognitivas (comprensión, problema, certidumbre, desconocimiento, dificultad), las destacadas en el segundo fragmento mezclan cognición, voluntad (comprender, razonar, desear, decidir) y esa tercera zona que es la esfera emocional a través del sacrificio personal. La resultante que se obtiene al entrar en interacción todo este abanico de fuerzas es lo que propicia el salto de la conciencia, ese momento que Guevara ilustra del siguiente modo en la Reunión Bimestral en el Ministerio de Industrias del día 22 de febrero de 1964: “… hasta que de pronto el sacrificio se transforma en un modo de ser” (Guevara: 2006, p. 287). Este momento de eclosión frente a un acontecimiento extremo, el sacrificio, tiene su correlato en el más bajo nivel de la cotidianeidad cuando llega, en palabras de Guevara: “el momento ese que el trabajo no sea una obligación penosa, sino que sea realmente un acto creativo, algo interesante y sobre todo para los dirigentes. (Idem)
Volvemos a preguntar, ¿quién es ese que no es normal y cuáles cualidades reuniría? El enigma de la composición y estructura interna de ese sujeto enigmático, el cuadro, se le impone al Che como una de las piezas claves del mundo nuevo y se pregunta, en una carta dirigida a Fidel en abril de 1965:
¿Por qué un cuadro de dirección puede cambiar todo? ¿Por qué hace trabajar técnicamente, es decir, administrativamente mejor a todo el conjunto de sus empleados, o por qué da participación a todos los empleados de manera que estos se sientan con una nueva tónica, con un nuevo entusiasmo de trabajo o por una conjunción de estas dos cosas? Nosotros no hemos hallado respuesta todavía y creo que hay que estudiar un poco más esto. (Guevara: 2012)
En otro momento, el ya citado discurso pronunciado en la graduación del Curso de Administradores del Ministerio de Industrias el día 21 de diciembre de 1961, Guevara llama al cuadro “un director de hombres” (Guevara: 2007, p. 30). En otro momento más, durante el discurso del día 9 de mayo de 1964, pronunciado en la clausura del seminario La Juventud y la Revolución, que organizó la UJC del Ministerio de Industrias, agregó que: “no haríamos una tarea adecuada si solamente fuéramos productores de artículos, de materias primas, y no fuéramos a la vez productores de hombres” (Guevara: 2007, p. 138). La suma de ambas producciones, la de artículos y la de hombres, es claramente expresa en la siguiente idea definición del socialismo que ofrece el Che en el ya citado discurso del 21 de diciembre de 1961: “es el producto de la técnica superior aplicada a un régimen en el cual las condiciones son iguales para todos y el reparto de la riqueza se hace justamente para todos”. (Guevara: 2012, p. 36)
IV
Dejo para el final dos anotaciones más de Guevara a propósito de esa figura especial que es el “cuadro”. En estas, como en cualquiera de las anteriores, es virtud distintiva de la figura “la capacidad de sacrificio, de demostrar con el propio ejemplo las verdades y consignas de la Revolución” (Guevara: 2007, p. 191). A la misma vez, sin embargo, esto no es suficiente, sino que “(e)s imprescindible que cuente con la consideración y el cariño de los compañeros a quienes debe guiar por los caminos de vanguardia” (Ídem, p. 191). Esta condición de no prescindibilidad de la “consideración” y del “cariño” de los compañeros transforma de manera radical las nociones históricas precedentes de la relación entre directivo y trabajador, pues la ubicación jerárquica de quien dirige no es solo cuestión de ejercer un poder, sino de conducir y guiar dentro de una suerte de inmensa familia.
La segunda anotación, extraída de un momento de la reunión bimestral en el Ministerio de Industrias del día 5 de diciembre de 1964, ofrece un trazo más de esa figura enigmática; ese día, en una dura evaluación de los cuadros del Ministerio, dijo el Che: “se observa falta de iniciativa, una apatía general y una falta de dolor físico por los problemas que afronta su industria, o empresa, o lo que sea” (Guevara: 2006, p. 362). Ello hace suponer que la calidad del cuadro es definida por el contrario absoluto de lo señalado aquí: la creatividad, la empatía o interés, y la capacidad de sentir los fracasos, las tardanzas, las mentiras, las manipulaciones o los errores en el mismo nivel en el que son sentidos los grandes dolores físicos por un accidente o enfermedad. Esa capacidad de sentir dolor es lo que finalmente hace al cuadro merecedor de poder pedir sacrificios y entrega a quienes dirige.
Estremece leer el fragmento de intervención en el cual el Che, en la reunión del Ministerio de Industrias del día 20 de enero de 1962, se refiere como un visionario a la electrónica como “un problema político fundamental del país” y anuncia que hay que “preparar los cuadros para que en el futuro estén listos para tomar en sus manos toda la gran tarea tecnológica posterior y de la automatización cada vez más grande de toda la producción, la liberación del hombre por medio de la máquina” (Guevara: 2006, p. 235). O cuando, en la reunión bimestral en el Ministerio de Industrias del día 2 de octubre de 1964, invita a construir un pensamiento creador para el proceso que apenas daba sus primeros pasos y que ya él entendía que no podía ser explicado a través de manuales ajenos a las condiciones cubanas: “La teoría la hace Marx, cuando es Marx, pero que cuando no es Marx, tenemos que hacerla todos un poquito” (Guevara: 2007, p. 278). En este punto, me interesa citar la más conocida de las definiciones que ofrece el Che para explicar, en el ensayo El cuadro, columna vertebral de la Revolución, de cuál contenido dotar, en el socialismo, a esta categoría de la administración y la política:
… un individuo que ha alcanzado el suficiente desarrollo político como para poder interpretar las grandes directivas emanadas del poder central, hacerlas suyas y transmitirlas como orientación a la masa, percibiendo además las manifestaciones que ésta haga de sus deseos y sus motivaciones más íntimas”. (Guevara: 1977, p. 241)
Apelando al mismo procedimiento que propuso el Che a propósito de Marx y la teoría, hacer todos “un poquito” de teoría, terminaré diciendo que un cuadro reúne todo lo anterior, pero si abarca solo eso todavía no alcanza el contenido que lo define. En sus mejores casos será alguien que siente, la frase es del Che, “la satisfacción de meterse en lo desconocido” (reunión bimestral en el Ministerio de Industrias, 2 de octubre de 1964, 2006, p. 334), animado por un espíritu científico (Idem), un creador de belleza, un productor de teoría, un director de hombres, un ejemplo que provoque deseos de imitarlo, un profundo conocedor de la técnica en la rama donde se encuentre, así como también de la ideología política, dotado de una elevada “capacidad de análisis propio” (Guevara: 1977, p. 241) que le permite “tomar las decisiones necesarias y practicar la iniciativa creadora de modo que no choque con la disciplina” (Idem) y una enorme capacidad de ir hasta la raíz de las situaciones presentes y adelantarse a las futuras, tal y como recomienda Guevara en el discurso del 6 de enero de 1962 en la Asamblea de Producción de los trabajadores portuarios de La Habana: “auscultación del porvenir, obtención de fórmulas racionales para prevenir los acontecimientos futuros y darles la mejor solución”. (Guevara: 2012, p. 41)