La creación coreográfica, realidades y desafíos

Ariadna Suarez Curbelo
24/3/2017

La Facultad de Arte Danzario se honra al celebrar su treinta cumpleaños. Resulta inminente entonces, agradecer a todos aquellos que aunaron voluntades para forjar, por encima de múltiples adversidades, una obra que perdura y se fortalece; asociando la teoría, la práctica y la investigación, en función de formar hombres y mujeres a la altura que exige la sociedad contemporánea.

Desde los primeros pasos en el diseño de los diferentes perfiles, estuvo presente la urgencia de desarrollar la creación y reconocer las potencialidades de nuestras propias fuerzas; aunque es válido señalar que en los últimos años esta necesidad ha ido in crescendo, unido a la premisa de crear espacios abiertos que se distingan por el continuo intercambio de saberes, que condicionen un proceso de aprendizaje renovado y enriquecedor.

En lo que a la enseñanza práctica se refiere, los docentes que estamos insertos en tales experiencias, inevitablemente nos encontramos ante la interrogante de ¿cómo batallar en medio de una realidad concreta, con una juventud insatisfecha? Su apatía tiene causas reales, enraizadas en nuestra propia cotidianidad, es por esto que es necesario atender seriamente estas preocupaciones.


Foto: Racso Morejón

Mi llegada al Instituto Superior de Arte (ISA) en el año 2011 fue ciertamente casual. Recién había decidido dejar de bailar, y lo único que tenía muy claro en aquel primer momento, era que sentía la necesidad de “devolver”, todo aquello que un día depositaron en mí tantos maestros.

El primer enfrentamiento puedo decir que fue “brutal”, pero lo acepté como quien asume la apertura a una nueva vida o el nacimiento de un hijo. Encontré jóvenes  con un pensamiento anclado, acostumbrados a reproducir ejercicios y obras del repertorio universal, empolvadas como objetos museables.

Nuestro arte se encuentra sometido a constante riesgo por su carácter fugaz, aun cuando las nuevas tecnologías poseen un alcance insospechado. Es por esto que recrear y transmitir la imagen del pasado lo más nítidamente posible, sin que el tiempo nos juegue su eterna trampa, resulta un reto para cualquier profesor en la sociedad contemporánea.

Nuestro arte se encuentra sometido a constante riesgo por su carácter fugaz, aun cuando las nuevas tecnologías poseen un alcance insospechado.

La Creación Coreográfica en mi caso, ha  transitado por dos caminos. El primero, el tratamiento al enfrentar las disciplinas que imparto, en este caso Ballet y Repertorio. El segundo, las nuevas creaciones tanto de mi autoría, como la de mis estudiantes.

Desde mi concepción, la clase de Ballet y el Repertorio como Disciplinas, deben asumirse desde la problemática de dar respuestas nuevas, en imágenes vivas, con un constante desarrollo del lenguaje y un perfeccionamiento cada vez mayor de los medios de expresión, que  permita apropiarse de los logros del arte universal. Los avatares impulsan al renovado caudal de exploraciones, en un terreno llamado a fortalecerse. La búsqueda constante por encontrar nuevos caminos que resulten atrayentes para las nuevas generaciones, se hace ineludible.

El estudiante devenido artista o docente debe dominar, en cualquiera de los casos, un conjunto de medios de expresión para valerse de un lenguaje más amplio, de ahí la necesidad de integrar otras disciplinas.

 

¿Cómo lograrlo?

Debo confesar que apelé a la intuición. No ha sido hasta hace un tiempo que teoricé sobre esto. No bastaban las demostraciones, ni las imágenes y mucho menos los motivos impuestos. Fue entonces cuando decidí crear un asiento sólido donde primara la colectividad, diera un ascenso al saber y al entendimiento, y provocara un progreso  interior; solo  entonces  comenzaron a aflorar los primeros vestigios de la creación.

Nuevas propuestas coreográficas y de todo tipo fueron emanando. Diversidad de criterios se convirtieron en el día a día, y lentamente dieron paso a la comprensión y al dialogo, emprendiendo la articulación con estudiantes y docentes de otras facultades del ISA.

Este es el caso de Ernesto Oliva, graduado de  composición, quien devino en mal llamarse pianista acompañante en las clases de ballet, y digo esto porque nunca nos quedó claro quién acompañaba a quién. El protagonismo que alcanzó propició que las clases dejaran de ser un espacio intransigente, para convertirse en el sitio ideal que todos anhelábamos para crear. No importaba cuan extensas fueran las jornadas, ni si la música era la que tradicionalmente se utilizaba; procurábamos dar rienda suelta a la imaginación y así creamos un espacio propio, que nos convirtió en un binomio indisoluble.

La asimilación del performance llevó también un proceso de creación muy particular. La concientización de nuevas formas donde muchas de las acciones no están preconcebidas, no resulta fácil para un bailarín de formación clásica.

La concientización de nuevas formas donde muchas de las acciones no están preconcebidas, no resulta fácil para un bailarín de formación clásica.

La posibilidad de trabajar con los estudiantes de Diseño Escénico, de alguna manera fue el ‘‘pie forzado” para que el río tomara su cauce. Nuevos vestuarios, totalmente diferentes a los anteriormente utilizados, les obligaron a asumir nuevas posturas, y en el plano de la creación tuvieron que ser capaces de reinventarse   por la complejidad de los tejidos, muchos de ellos de metal, nuevas maneras de llegar a un público, que fue a la escena buscando algo más que una pasarela convencional. 

Un laboratorio  importante fue también la inclusión en las nuevas tecnologías. La propuesta de estudiar el Clasicismo en la danza con una mirada desde todas sus aristas, apoyándose en la imagen, fue un trabajo asistido por Adrian Curbelo, hoy profesor de la Facultad de Artes Visuales. Independientemente de la madurez que proporcionó a los estudiantes esta nueva manera de ‘‘hacer y entender” un estilo, despertó en ellos inquietudes diversas en el plano de la creación coreográfica.

El Trabajo Comunitario con Proyectos Infantiles, satisface también las inquietudes en lo que a creación coreográfica se refiere. Múltiples han sido en este sentido, las vivencias que se han podido experimentar. Estos espacios transgreden el salón y la escena, para aterrizar en el mundo individual de muchos niños, algunos que anhelan ser bailarines, pero otros, simplemente pretenden emplear el arte como medio de expresión.

A mi modo de ver, la conexión que existe entre las Compañías Danzarias del país y la Facultad de Arte Danzario resulta insuficiente. Para los estudiantes y docentes del ISA resultaría provechoso poder participar en los eventos importantes, así como en los procesos de montaje de las obras de nueva creación. Todo esto ayudaría a enriquecer la formación artística, incidiendo directamente en la retroalimentación de los procesos creativos.

En lo referido a la labor como coreógrafa, puedo decir que el ISA ha marcado mi carrera. El principal referente ha sido reflejar la realidad, mover el pensamiento y de alguna manera penetrar las esencias de la vida, intentando hacerlas comprensibles.

Se impone entonces la pregunta: ¿es el recinto académico un espacio para la creación coreográfica? Sin lugar a dudas y desde todas las direcciones.

Obras como Sdos, PlegariaA tempo fueron inspiradas en la mágica atmósfera del bien querido Cubanacan, hoy Universidad de las Artes. Las mismas recogen el sentir de los jóvenes que me rodean y el mío propio. La evolución y transformación del hombre, la presión del tiempo que nos consume en la alternancia de la vida, y la mirada desde la contemporaneidad, de una historia en la que solo advertimos fantasmas; son algunos de los motivos que invitan a la reflexión.

Se impone entonces la pregunta: ¿es el recinto académico un espacio para la creación coreográfica? Sin lugar a dudas y desde todas las direcciones. Aunque pienso que en el caso de la danza, estamos a media máquina.

Pero me gustaría llevarlo al plano de la creación, en su sentido más amplio. El ISA enseña a pensar el arte, como muchos maestros afirman y concuerdo totalmente. Las prácticas danzarias proponen desde el conocimiento del cuerpo y las  necesidades espirituales, despertar la creación, apoyándose en el manejo de las diferentes disciplinas y técnicas. La búsqueda del factor emotivo para el maestro resulta totalmente necesaria, pues este a su vez deviene en una motivación tanto física como espiritual, vivenciada desde  experiencias propias. En tanto sentir la atmósfera de la existencia imaginaria, traspolándola al  siglo XXI, le proporciona  un nuevo sentido a la vida.

La escena contemporánea propone desarrollar el conocimiento danzario, y sustentarlo desde la teoría de estar abiertos para explorar y trabajar todas las posibilidades. En el caso de la Universidad de las Artes y ante esta celebración, no puedo dejar de mencionar la necesidad que padecemos ante la carencia de un  espacio escénico necesario para las presentaciones. Las nuevas y viejas creaciones  coreográficas no pueden ser apreciadas por los docentes y estudiantes de la Universidad, mucho menos por el público.

Tener en cuenta estas experiencias para el futuro de la facultad y sus nuevas políticas resulta vital. Lograr aglutinar todos los perfiles, ante la ausencia de un inmueble común a todos, constituye otro enorme reto. La creación   no tiene fronteras, en tanto resulta conveniente  ampliar los “espacios”  para aunar energías.

Lo fundamental para estimular la creación desde cualquier perspectiva, consiste en buscar formas capaces de poner en marcha el mecanismo de la inspiración, convirtiéndose la motivación en el latido vital. En la medida en que se amplía el horizonte motivacional, se sueltan las amarras y estaremos más sensibles al mundo que nos rodea.

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