
La oración del coco y el bambú
1/6/2020

Es solo en el vacío
donde se halla lo que es verdaderamente esencial.
Lao Tse
El ojo del hombre ve a Dios solo entre lágrimas de tristeza o regocijo.
Refrán de Ogbe Irosun
Cómo atrapar un pez
A veces intento imaginar en la pintura china el paisaje desde donde partió mi bisabuelo, pero solo tengo por herencia una copa, y un padre nuestro para buscar el equilibrio entre el cielo y la montaña.
Mi bisabuelo, que huyendo del Mandarín, en vano ocultó el bosque de bambú en el cañaveral, y no dejó por apellido ni Li, ni Zhāng, ni Feng, sino Valdés.
Cada día, mientras se lavaba la cara, una carpa se le escurría de las manos con un canto inaccesible para sus hijos.
Dragón y leopardo
He visto a mi padre llegar en un barco sin memoria con un agujero de la guerra.
Un ruido de tambores drenaba de su herida
y en la noche la familia que no pudo sostener bailaba alrededor de su amnesia. Si recobraba la razón decía:
Soy hijo de dragón y de leopardo
tengo los pulmones engarzados a una cruz encendida como espada y
oración.
He llegado de Tierra Santa soplándolos como un fuelle.
Escucha.
Escucha y mira
el rugido del leopardo
el fuego del dragón.
Y el cráter de su sien
inflamado como una chimenea
proyectaba las sombras chinescas de su silencio en la pared.
El camino de Chuang Tzu
Mi abuelo conoció El camino de Chuang Tzu por la traducción del monje Thomas Merton. Le gusta imaginar que cuando los vicecancilleres del príncipe Chu encontraron a Chuang Tzu en las márgenes del río Amarillo, el maestro pensaba en el caballo-dragón que emergió ante el rey Fu Hsi.
Jugaba Chuang Tzu con una vara a escribir trigramas sobre el agua como si ese gesto devolviera al río la escritura prestada hace tres mil años a Fu Hsi.
Y terminó de agitar el trigrama K´un[1] (tierra) cuando se refirió al agua:
¿… es acaso mejor otorgar la propia vida
y dejar atrás una concha sagrada
como objeto de culto
en una nube de incienso
durante tres mil años?
¿o será mejor vivir
como tortuga vulgar
arrastrando su rabo por el cieno?
Mi abuelo, que solo conoció a Chuang Tzu por las palabras de Merton, solía repetirle al padre “fuimos como la tortuga vulgar, pero no me quejo”, mientras aquel rezaba su rosario como un monje trapense y comulgaba los domingos.
Para mi familia China siempre fue un asunto literario.
Misa negra
I
–Vuelve al reflejo, Sombra.
Tu ojo de escorzo me mira desde la copa,
trae una máscara de luna
y en sus cuencas
el barco que antes fue un velero zozobra en las inmediaciones del cirio.
Ahora que nos hemos acostumbrado a la luz, recemos.
II
Detrás de la planimetría del fuego, el ido pronuncia:
–No importa si nos llaman Valdés
todos hemos venido por mar.
Y las velas del barco se incendian con mi rezo
como las alas de Ícaro inflamando la bóveda celeste
mientras nos señala, con su firma, el límite y el precio.
Caen en coronación
–…y en coronación,
bajan los seres
abren las compuertas de los ditirambos con sus voces
…y en coronación,
en coronación,
ya viene un ser
con sus noticias del otro reino donde todos están a un paso de ser Inzambi
o no ser.
En un gesto curvo levanto con mi copa:
a la luna,
al ido
y a mi sombra.
Los alzo por encima de mi Lerí,
en ese trazo invertido que los regresa al espacio,
y los bebo.
Luego soy cráter,
ojo poroso para las posesiones de la danza.
Una capa amarilla pasa frente a mis ojos en forma de cola de dragón,
velamen que a la entrada del puerto desciende cuesta abajo
como sonido de grillos,
como mueca de gaviota,
como palabra extranjera
que al pronunciarse en mandarín agrega nuevas coordenadas a la ciudad.
Llegan a tiempo al desfile para la misa
In nomine pater, fili, et spiritu sancti
allí, donde los convocados son tres,
mi cuerpo es hebra que ata los mundos a la misericordia.
Porcelana china
Mi tía había pegado la mano de la diosa del amor. Decía que la gente se la roba para pedir sus favores y luego se queda ella con una colección de diosas tullidas. Recuerdo que en su casa había un jarrón con garzas que volaban en forma de jarrón. Se escondían para lanzarse al lago. Una vez saltó un pez. Era un goldfish y por unos segundos aleteó en el suelo hasta que mi tía lo devolvió a la vasija de porcelana china. Solo cuando crecí supe que China estaba muy lejos y que los jarrones y las diosas los traían de Estados Unidos. Aun así confío en que algún pez se le escapara a las garzas, al igual que la gente sigue intentando robarle la mano a las diosas de mi tía.
Haikú tropical[2]
Flor de loto
sobre los abedules.
Vuela un pez.
Aletea un ave.
Ecos de luz
besan la noche.
Los pájaros han descendido
Los pájaros han descendido del árbol al estanque donde un sonido deforma las imágenes aladas.
La voz de la madre sin el poder de entonces se sumerge en mí, como una pregunta retórica.
¿A dónde se han ido los signos que desprendía el aire de los pinos,
el sitio donde antes éramos tres y ya no somos ni uno?
Sobre la superficie he observado los rostros de la Fe
esa parte de mí que habla del corazón de los nenúfares
de su espacio ritual consumido en lamentos
de aquel incierto resplandor reproducido en la loza
—similar a la luna—
cuando el silencio se derramaba sobre nuestras cabezas.
Alguien desde la laguna me señala
y son sus dedos la marca de la historia
el hágase con que la noche desciende sobre el lago y hace pendular el universo.
–Es la forma sin forma,
la imagen sin imagen,
lo incomprensible– dice y se transparenta en el agua.
Igual al Tao, yendo no hallaré su rostro,
siguiéndolo no alcanzaré a ver su espalda.
Solo la columna de luz, que es la luna en el fondo del lago,
hace reminiscentes estas palabras
como el pez que atraviesa la torre de modo circular
y se refugia en el espejo
allí donde la palabra de Dios no es una metáfora, ni un ardid de la memoria
soy agua, soy espacio, soy tiempo.