La poesía en los Premios de la Crítica Literaria 2019

Norberto Codina
6/1/2021

Dos libros, de generaciones y poéticas muy diferentes, merecieron ser reconocidos, de manera unánime y convincente, por un jurado del que tuve la oportunidad de formar parte en el más reciente certamen de la crítica literaria cubana. Esto me lleva a compartir unos breves comentarios sobre algunas razones, que a mí entender, avalan tales reconocimientos.

Se cumplen este año dos siglos de que Thomas De Quincey diera a conocer la primera parte de su autobiografía con el provocador título de Confesiones de un inglés comedor de opio. Este crítico, reconocido como subversivo para su época, escribió sobre la expresión poética: “Un modo de verdad, no de verdad central y coherente, sino angular y fragmentada”.Creo que ambos poemarios, tan diferentes de por sí, son consecuentes con De Quincey y su enunciado de reconocer el arte poética como una conciencia ambigua.

I

Ángel con ala rota, de Alex Fleites (Ediciones Matanzas 2019), es un poemario que da continuidad a la obra de este autor, en un libro de indiscutible madurez y consecuente con la voz que desde sus inicios como poeta siempre le ha caracterizado, voz tramada en su escritura que, para cualquier lector fiel o crítico avisado, muestra la organicidad de un arte poética que en su consecuencia ha sido la misma, genuinamente renovada y enriquecida en cada etapa de su desarrollo, pero siempre la misma en correspondencia con su génesis, corolario en sus verdades y en sus trampas del oficio, en sus muecas descreídas, y su apuesta a la condición humana para reclamar un estadio superior.

Alex Fleites, autor de Ángel con ala rota (Ediciones Matanzas 2019). Foto: Amanda Fleites
 

Doy fe de esto, pues conservo la experiencia de haber empezado a leerlo hace medio siglo, y de haber presentado su cuaderno inicial, que para no dejar lugar a dudas se llamó Primeros argumentos. Ese bautizo tuvo lugar en una pequeña imprenta de la calle Galiano, casi esquina a la lezamiana Trocadero, y con este título nació en agosto de 1976 una de las más antiguas referencias de lo que hoy conforma el llamado “sistema de ediciones territoriales”, Ediciones Extramuros, que, aprovecho para recordarle a quien corresponda, para esa fecha cumplirá cuarenta y cinco años. Ese breve puñado de textos, hoy olvidados o desconocidos para la mayoría, tiene desde sus primeros versos (Nada escapa al ojo del gallo y su mirada, /ni el sorprendente escándalo del agua /ni las oscuras grietas del silencio), un reconocerse en otras claves de su poética de hoy.

Esa escritura se replica en el presente de manera peculiar en su voluntad de condensar la imagen lírica (soplo /el /pabilo /el fuego /pasa /a /tu /cuerpo), en su capacidad de sugerencia más allá de estridencias metafóricas, en un artilugio sutil donde leemos como certeza familiar lo que es desvelo y perturbación (en el remedo del sueño /que intentas al final de cada noche).

Sus poemas revelan cómo le siguen acompañando sus primeras influencias, a saber, Darío, Vallejo, los del 98, León Felipe —“profeta enfurecido”—, Aquiles Nazoa, el buen Eliseo y el maldito Diego, Fayad Jamís, y la música cubana, desde aquel hoy lejano tributo a Bola de Nieve, seguramente un texto extraviado entre sus primeros papeles. Se reconocerán ahora, como es natural, otras muchas improntas, tamizadas en las páginas de este libro, de un autor que por demás hace tiempo reclama de un estudio abarcador de su obra.

II

Carga al machete, de Moisés Mayán (Editorial El Mar y la Montaña, 2019), es un libro representativo de las nuevas promociones de poetas cubanos, conjunto donde aborda de una manera provocadora y audaz la épica nacional y la reciedumbre cotidiana. Lo transgresor de su escritura se compromete con la cita inicial de un intelectual tan orgánico como el español-mexicano Max Aub: “No vamos a ninguna parte, el gran ideal es ahora”, que refleja el inconformismo natural de todo creador.

En las páginas de este cuaderno, a veces con desenfado, a veces con sordina, encontramos una voz díscola, crítica e interrogante que sobrevive al caos, las dudas, las derrotas, y cruza provocadora y esperanzada por nuestra historia como nación, como cuando declama: Repica la campana del ingenio. Ya basta de bozales, de grillos, de cadenas. ¿Acaso van a liberar a los esclavos? ¿Qué día es hoy? Es 10 de octubre. O en otro momento retoma nuestra historia como individuos, con una formulación igual de dramática: Por la composición de los excrementos, podemos determinar alarmados, que el monstruo también se alimenta de poetas.

Cuando hace un par de años Mayán ganara el XXIV Premio de Poesía La Gaceta de Cuba, otorgado a su cuaderno “Cura de Caballo” —título tomado del visceral poema de Luís Suardíaz, escritor como tantos otros hoy olvidado—, el jurado reconoció en el autor virtudes y apropiaciones que se replican significativamente en esta lectura del volumen que ahora comentamos y le precediera, merecedor a su vez un año antes del Premio Regino E. Boti.

Carga al machete, de Moisés Mayán (Editorial El Mar y la Montaña, 2019).
Foto: Internet

 

Aquí igual se representa una ligazón imaginativa en un alegato desenfadado conceptualmente, pero con una mordacidad expresiva contenida, donde salvaguarda diversas transiciones sobre cada argumento, “bajo las sutilezas polisémicas del buen arte poético, sin acudir a retóricas manidas ni rebajar el lenguaje: argumentar y sostener el lugar de la palabra, y apelar a la ironía, sin abusar de ella, para proponer redefiniciones de la poesía y el poeta”, como resume el acta del premio de La Gaceta... Juicios que pudiéramos calzar, sin lugar a dudas, en la valoración de Carga al machete.

En otro instante el tema de la relación amorosa, tanto en lo más íntimo como en lo universal, interactúa con el pasado, en uno de los pasajes que sintetiza ese discurso lírico: El signo de mi mujer desnuda es únicamente patrimonio de mis ojos. Como contemplaban los insurrectos el dibujo de la sangre en sus machetes —en la cerrada noche de la manigua— así la contemplo. Y así se establecen vasos comunicantes entre las cuatro secciones en que se organiza esta suma poética.

Moisés Mayán, como otros autores de su generación a lo largo y estrecho de la Isla y más allá de sus fronteras, se juega la poesía en el sentido cabal que implica ese desafío, por eso suscribe que: Del cerebro al corazón hay cuarenta centímetros. El filo de las ideas se asienta en ese espacio.