Lo primero que conocí de La Gaceta fue su premio de poesía. Allá por el año 97 o 98 del pasado siglo cuando, como buena estudiante (no de letras, sino de artes), consumía clásicos y contemporáneos con fruición. Así, contrario a lo que pudiera esperarse, llegué a ella tras los versos, y como coleccionista me quedé, además, por la crítica y el ensayo cultural. Porque si las artes visuales han sido siempre mi foco de atención, la literatura, el cine y la música me atraen igualmente.

Yo no viví los probables cambios de formato y papel en las décadas primeras, pero sí seguí el paso de los noventa a los dos mil en que el papel gaceta (o similar) se convirtió en bond blanco y el formato se espigó unos dos centímetros. Celebré también que su diseño y maquetación diera más protagonismo al juego tipográfico y al uso de obras de artistas cubanos contemporáneos sobre todo en las portadas e interiores, pese a no ser una revista de artes visuales y no poder reproducir imágenes a color en su interior como Artecubano o Art on Cuba por citar algunas de las últimas décadas.

De hecho, la primera Gaceta que compré fue aquella de 1997 con una obra de Belkis Ayón en la portada, donde se incluía una entrevista a la artista, referente ineludible del arte de los noventa. Sin embargo, en comparación, pienso que la presencia de sus obras (en portada e interior) se articuló mejor en aquel número que le rindió homenaje a diez años de su muerte (Gaceta No. 4, 2009). Dedicarle un minidosier fue todo un acierto, por demás merecido. 

“Esa Gaceta —que bien vista y leída ha sido parte ineludible de la memoria (gráfica y textual) de Cuba, sus intelectuales y artistas—, está de cumpleaños”.

No es frecuente que la revista dedique minidosieres (de dos o más textos) a un artista en específico. Además de Ayón, solo recuerdo en este periodo: Antonio Vidal (No.1, 2000), Servando Cabrera Moreno (No.6, 2008) o Ezequiel Suárez (No.6, 2015). Por lo general, los textos/ensayos sobre artes viusales son independientes o forman parte de dosieres temáticos más generales, y en las obras del (de los) artista(s) que abordan se apoya buena parte de la imagen del número. Aunque hay que decir que el uso de la ilustración y la fotografía ha sido una constante en el diseño de la publicación, pues al incluir siempre entrevistas y material literario, cada diseñador, en su momento, ha sabido integrarlos libremente.

Asimismo, aunque menos frecuente, a veces se hace difícil escoger entre dos artistas cuando se incluyen ensayos monográficos o entrevistas de ambos y más bien se comparte protagonismo en portada y contraportada tanto como las páginas interiores; por citar ejemplos: Rafael Zarza y Wifredo Lam (No. 5, 2004), Sandra Ramos y Abel Barroso (No. 1, 2011), Antonia Eiriz y Luc Chessex (No. 1, 2013).  

Lo cierto es que la lectura holística de la cultura que propuso La Gaceta me atrapó, y disfruté mucho sus dosieres temáticos. Puestos a citar: “Mujeres en la cultura cubana” (No. 1, 2004), “Nación, Raza y Cultura” (No. 1, 2005), “Nostalgia de Misha” (No. 1, 2010), “Diversidad y desigualdades” (No. 3, 2010), “¿Periodismo + Literatura?” (No. 2, 2012), “Arte de los 80 en Cuba” (No. 6, 2013) o “Narrativas de la Nación” (No. 1, 2018); en los cuales siempre algún texto se enfocaba en la práctica artística, con agudos análisis contextuales. Pero sobre todo recuerdo aquellos centrados en el arte cubano y sus instituciones necesarias de repensar, como en “Séptima Bienal de La Habana” (No.1, 2001), “Artes Plásticas: ideas cruzadas” (No. 3, 2004), “Diseño gráfico: lo que hay y lo que falta” (No.2, 2006), “Curaduría, esa categoría imprecisa” (No.3, 2007), “Arte contemporáneo: institución y mercado” (No. 2, 2008) o “Arte y literatura: ¿pensar el mañana?” (No. 2, 2014).

“(…) yo, que fui de consumidora-coleccionista a colaboradora intermitente y luego gacetera por 6 años llevando la Sección de Crítica, solo puedo decir que ha sido un viaje único”.

Muchos son los críticos e investigadores que han colaborado de forma sostenida o puntualmente con la revista, en estas más de dos décadas de mi colección, destacan David Mateo y Mailyn Machado (gaceteros por muchos años), Antonio E. Fernández “Tonel”, Orlando Hernández, Rafael Acosta de Arriba, Elvia Rosa Castro, Héctor Antón Castillo, Rufo Caballero, Hilda María Rodríguez, Margarita Sánchez, Nelson Herrera Ysla, Corina Matamoros, Hamlet Fernández, Ricardo Alberto Pérez, entre tantos otros. Por ahí guardo aún el deseo de hacer una compilación de textos sobre arte cubano en las Gacetas de las últimas tres décadas, pero ya se sabe: el (no hay) papel, los planes de las editoriales… todo conspira (en contra). 

Y del marasmo de artistas presentados en sus páginas ya sea en ensayos como en reseñas críticas, además de los ya mencionados sumar, quizás sin desear ser exhaustivos: Julio Girona, Jay Matamoros, Chago Armada, Raúl Martínez, Eduardo Roca “Choco”, Zaida del Río, Raúl Corrales, Ernesto Fernández, Eduardo Ponjuán, Ana Mendieta, René Francisco, Lázaro Saavedra, Luis Gómez, Glexis Novoa, Flavio Garciandía, Marta María Pérez, René Peña, Pedro Abascal, Raúl Cordero, Carlos Garaicoa, Aimee García, Los Carpinteros, Alexis Esquivel, Esterio Segura, Elio Rodríguez, Henry Eric Fernández, Pedro Álvarez, Cirenaica Moreira, Douglas Pérez, Felipe Dulzaides, Alexandre Arrechea, Wilfredo Prieto, Jorge Wellesley, Humberto Díaz, Arianna Contino, y diseñadores e ilustradores como Nelson Ponce, Edel Rodríguez, Darién Sánchez, Michelle Miyares (gacetera también), entre otros.

Finalmente, yo, que fui de consumidora-coleccionista a colaboradora intermitente y luego gacetera por 6 años llevando la Sección de Crítica, solo puedo decir que ha sido un viaje único. Si tanto aprendí en sus páginas ni qué decir del trabajo de mesa y los debates internos con ese staff que me acogió diáfanamente. Y si me sentí como en casa —no solo es mi Casa (la) de las Américas— fue por su gente, los gaceteros mayores. En ella, antes que en otra revista, publiqué textos con los que tengo un apego especial, y que diría han sido decisivos en mi devenir como investigadora de arte cubano. De la reseña al ensayo, una me iba llevando al otro y viceversa, así, expandiéndome, intertextual y mesuradamente.

Sirvan pues esas gacetas que (mencioné) e hice mías como muestra de constancia, cualidad tan necesaria y esperada de toda publicación (al menos hasta 2019). Esa Gaceta —que bien vista y leída ha sido parte ineludible de la memoria (gráfica y textual) de Cuba, sus intelectuales y artistas—, está de cumpleaños. Sesenta años. Se dice rápido, pero seguro no han sido fáciles.

Nota:

* Estas palabras fueron leídas por su autora como parte del panel “Memoria de gaceteros” el martes 12 de abril en la Sala Villena de la Uneac, con motivo de celebrarse el próximo 15 de abril el sesenta aniversario de La Gaceta de Cuba.