Las humanas horas
30/3/2020
Se sienten. Son tensas, son largas. Las horas que hemos de permanecer en casa, cumpliendo el aislamiento social, como una forma de enfrentar el nuevo coronavirus que asola al planeta. Tensas y largas, pero imprescindibles. De volverlas entrañables, de hacerlas útiles, se ha de encargar un pensamiento creativo que ha hecho aflorar ya numerosas iniciativas en nuestra geografía, y más allá.
Ahora que no es recomendable ocupar la butaca de un teatro, que no es posible visitar un museo, que no se podrá vivir la intensidad de un pasacalle. Ahora que no… muchos han llamado a hacer de la casa “una fiesta, una escuela, un templo, una tienda, una biblioteca, un restaurante”. La cultura nos sigue echando manos, nos sigue alentando el espíritu. Existe una razón capital: no vamos a la cultura, vivimos en ella.
Qué son si no las redes sociales, las plataformas digitales, el mundo interconectado de hoy, que nuestra heredad espiritual y material como especie. Es ese afán del hombre por comunicarse, por vencer las distancias, por alcanzar nuevas cimas. Esa armazón virtual nos ha permitido sentirnos acompañados, informados, enlazados y hasta divertidos durante estas horas, durante estos días. La nueva conciencia planetaria que ha emergido.
La música y el humor han sido de las armas más eficaces. Cuando se logra distender la atmósfera, cuando se arranca una sonrisa, cuando se sigue una canción, estamos dando un paso hacia la salida. Chistes de todos los formatos y tonos nos van llegando. Los conciertos online a través de Streaming Cuba, con figuras de primera línea, han alumbrado estos días.
El Ministerio de Cultura, el Instituto de la Música, la Egrem, el Portal de la Radio Cubana y diversas productoras como Lía Videos, por ejemplo, han contribuido a ello. Se han sumado otras descargas más personales de músicos cubanos que han hecho de sus casas el escenario y de los internautas, su público.
El libro que siempre postergaste: es hora de leerlo. El que siempre te martilló la mente: es hora de escribirlo. La pared que querías pintar. El jardín por cuidar. La receta por ensayar. El dibujo por esbozar. La limpieza por hacer. El juego por jugar. El programa por ver, por escuchar. La palabra por decir. Es justo el momento.
El grupo creativo Piel Adentro, desde el oriente cubano, propuso enriquecer estas horas creando un “Festival de abrazos virtuales”, usando la red para enviar mensajes de amor a la gente que queremos, una canción, una frase, una fotografía… Cada uno que lo recibe, debe enviar a su vez un abrazo virtual a otra persona, hasta crear una red. Es el momento de “desbordarnos de amor”, afirman.
El caricaturista Román Emilio Pérez López (“Chicho”) anda muy activo, preparando su próxima exposición. Temprano ensaya en el papel las ideas que le van rondando, porque es la forma en que espanta los malos pensamientos. Su caricatura “¡Fuerza Cuba!” alcanzó las redes. Se ha movido de aquí para allá y de allá para acá. Una aguja hipodérmica con los colores de la bandera inyecta líquido vital. La poesía siempre está. El prolífico Ronel González, desde la Ciudad de los Parques, con la espinela como aliada, hace lo que mejor sabe:
“Como mundial paradoja, / entre mil porqués y cómos, / subraya un virus que somos / más frágiles que una hoja. / La imbecilidad que aherroja / ironiza en primer plano. / Hay que borrar, de antemano, / cismas, y obtener la unión, / para impedir la extinción / global del género humano”.
Desde los Países Bajos, Juan Carlos Roque García, un cubanazo, un maestro de radialistas que acaba de presentar en La Habana y en España su novela Entre habanos, ha ideado una manera de romper el aislamiento. Nos regala su idea de encuentros virtuales desde el arte culinario y la oralidad.
“Todo se me ocurrió pensando en que ya llevamos muchos días de cuarentena aquí, sin la posibilidad de compartir la mesa con amigos cercanos. Pensé también que, como están las cosas, ya no podremos visitar a nuestro hijo próximamente… así que para romper un poco esa cuarentena, se me ocurrió proponerles hacer una cena virtual, y como mi nuera Araceli y mi hijo Juan son tan entusiastas, me tomaron la palabra con la condición de que cocináramos lo mismo.
“La familia tiene que estar unida, siempre lo hemos tenido claro. Para acortar la distancia de más de 6000 kilómetros que se interponen, hoy nos fuimos a cenar con ellos en Chicago, y ellos vinieron a Hilversum… a través de la pantalla. Fue curioso como ambas mesas tenían hasta los mismos colores de la ensalada. Hablamos de temas variopintos, reímos, en fin, fue muy divertido, tanto que seguiremos haciéndolo. De veras que los sentimientos afloran a flor de piel cuando pasan cosas tan sencillas como esta, que nos hacen más humanos, más familiares”.
En la casa, bajo el resguardo de tus paredes, de tus recuerdos, de los tuyos. No se me ocurre lugar mejor. Por eso, la santiaguera Katiuska Ramos Moreira, un ser humano infatigable, una periodista chiflada por la radio, ha organizado los días junto a su familia:
“Son muchas cosas para mantenernos dentro, divirtiéndonos y unidos. Ejercicios y baile terapia por la mañana, clases de idiomas. Hicimos, por ejemplo, un desfile en casa con música de los setenta y ochenta. Tomamos fotos y las compartimos. Al final se convirtió en un aprendizaje, pues bailaron lo mismo pilón que rock and roll. Hemos estimulado que se despierte la iniciativa con un reto diferente cada vez en los más jóvenes. Cada día nos aguarda una sorpresa diferente”.
Así estamos en estas horas largas y tensas, convirtiéndolas en divertidas y fértiles. Las horas. Las humanas horas de la espera.