Leer junto a Valeria
2/3/2017
Papeles falsos denota un raro rigor en su escritura. Para algunos críticos (Vila-Matas) su autora es heredera de Alfonso Reyes o del raro Vok. Narradora y ensayista, la joven mexicana Valeria Luiselli perfila una voz que habrá que seguir si se desea conocer los nuevos senderos de la, no siempre, joven literatura de habla hispana.
Seguirla como sigue la manada al galgo alfa o este a la liebre, porque en este juego de la literatura y de la vida nunca se sabe quién es cazado y ella ya tiene mucho que ofrecer en el panorama literario, donde existen tantas salidas en falso y tantas liebres inalcanzables.
Foto: Internet
Una visita a la tumba de Brodsky, el Premio Nobel ruso que murió exiliado y descansa en el cementerio Di San Michele, de Venecia, junto a Pound y otro puñado de ilustres, da inicio a esta narración que diluye los géneros literarios con una naturalidad que no parece real.
Joseph Brodsky nunca tuvo más que una habitación y media en su vida, parece decirnos Valeria. De allí, de aquella habitación, escapó y puso océano de por medio; quizá esa melancolía y fuerza de su literatura salgan de ahí, de ese impulso, de esa desbandada de tierra soviética.
Ahora, custodiado por algún que otro visitante y la vieja ladronzuela de turno que hurta chocolates y bolígrafos, Valeria dialoga con él, pero sobre todo con ella misma. De ese diálogo inicial que es en el fondo un gran monólogo, nace Papeles falsos.
Editado para Cuba en 2015 por Ediciones Sed de Belleza, este libro permite el acercamiento a la escritura de la autora con uno de sus mejores textos. Diez capítulos conforman el libro: I. La habitación y media de Joseph Brodsky/II. Mancha de agua/III. La velocidad à velo/IV. Dos calles y una banqueta/V. Cemento/VI. Paraíso en obras/VII. Relingos/VIII. Mudanzas: volver a los libros/IX. Otros cuartos/X. Papeles falsos: la enfermedad de la ciudadanía.
Cada uno de ellos es un deslumbrante viaje, no solo físico, sino interior: seres dislocados, abrumados por una realidad que los deglute, juguetes de artefactos, lo mismo un avión en medio del océano que un mapa medieval, la bicicleta como medio de locomoción y su interacción en la nueva ciudad, desfile de libros y autores de culto, lo mismo Brodsky que el esquivo y rutilante Walter Benjamín.
Valeria Luiselli. Foto: Cortesía del autor
El logro mayor de este mosaico textual es su cohesión, que permite pasar de un país a otro, de un autor a otro, de un tema a otro, con la misma ligereza que se espera de una literatura de viaje. El ensayo, tal como lo puso en circulación Montaigne desde su torre circular, se renueva con este libro. Cada palabra es puesta con precisión, cual si se montara una ciudad en miniatura, un microcosmos viable en la caja de texto.
Valeria Luiselli deslumbra por ello, por revitalizar el idioma y sobre todo por indagar, por abrir al lector a sus propios temores, y a los de ella, por supuesto. Este es, ya se intuye, un texto autorreferencial de punta cabo.
Si me pidieran semejanzas escriturales no dudaría, a los sugeridos por Vila-Matas, agregar a Piglia, autor que acaba de morir y deja una especie de agujero negro que atrae y engulle a sus seguidores, aquellos devotos de sus libros. Textos no rutilantes, no aupados por la crítica académica, que tal parece que por su dinámica propia, legitimadora a escala planetaria, condena a las obras como la pigliana, que escapan muchas veces de un centro, de una tradición fácil de agregar.
Valeria tiene algo de ello, de esa escritura perfecta y libre, quizá por ser lectora minuciosa, por ser una ensayista total. Papeles falsos ingresa a los textos que Borges pedía leer no una, sino cien veces. Y para textos como esos qué importa que exista una Academia que no sepa o se niegue a incorporarlos.