Lo difícil y heroico de ser Fidel
Salir a defender la Revolución con las armas del honor y no asustarse frente a delincuentes convertidos en los nuevos esbirros del capital, fue la decisión difícil de los héroes del 11-12 de julio. Ser un policía, un soldado de la Patria de uniforme —jóvenes en su inmensa mayoría—, blanco de la furia y el odio pagado por el imperio, fue el servicio de Patria y vida que asumieron nuestros combatientes y cadetes del MININT y las FAR, y junto a ellos y ellas, la solidaria posición del pueblo revolucionario que peleó la paz y la dignidad agredida, y decidió la victoria con su valor y decisiva correlación de masas. Así lo enseñó Fidel el 5 de agosto de 1994. Los primeros en la defensa: los cuadros de la Juventud Comunista, del Partido y el Gobierno. Así lo protagonizó Fidel el 5 de agosto de 1994, cuando con sus escoltas desarmados y un grupo de cuadros del Gobierno, el Partido y la Juventud Comunista de La Habana, salió a las calles de Centro Habana y bajó por el Prado hasta el Malecón, para estar donde el pueblo se enfrentaba a la plebe delincuencial, que incitada por la radio y la televisión enemiga intentaba “tomarnos” esa zona de la capital, cercana al puerto y a los medios del transporte naval.
Justo que se diera a conocer la violencia ejercida contra nuestros policías y pueblo revolucionario, que se conociera quiénes fueron los agredidos. No se ha publicitado, pero hemos estado muy atentos a la salud de queridos dirigentes partidistas y de gobierno que, identificados por los agresores, fueron objeto de lesiones graves. Las noticias corren con su propia verdad.
Responsabilidad ciudadana
Cierto que no todos los protestantes eran delincuentes violentos. Pero los compatriotas que ejercieron su derecho a la protesta no pensaron en la Patria y la vida. Fueron irresponsables. Colocaron en peligro al país, la vida de todos y todas, su vida y la de sus familiares, pues el pretexto para invadirnos está siempre latente en la agenda del imperio. Y la subversión, en su variante de disturbios y acciones de saqueo y terror, busca precisamente fundamentar la agresión. Las intervenciones humanitarias del Pentágono y la OTAN han dejado un expediente bien claro, y las bombas no tienen nombre.
“Sin amor y ternura no hay socialismo, no hay Revolución”.
La crueldad de la vuelta al capitalismo no hace diferencia por haber estado en el coro de la desestabilización, la rendición y el plato de lentejas. Y quien tenga dudas que busque información sobre qué les pasó y dónde terminaron los actores “de masas” de las revoluciones de colores en la Europa ex socialista. Busquen en qué estado se encuentran Irak y Libia, o cuánto ha padecido el pueblo sirio…
Lo fácil
Los confundidos, los resentidos, los que no pueden ni quieren perseverar en la lucha ideológica y política dentro de la propia institucionalidad revolucionaria, al hallar la excusa de salida fácil en la protesta callejera, apoyaron a quienes los maltrataron, a los que nos afectan con inconsecuencias y errores, y hacen daño desde dentro de la Revolución, blindados con el burocratismo, no pocas veces de mala fe. Califico de salida fácil la protesta callejera no para avergonzar o desacreditar. Cierto, la lucha contra corruptos, oportunistas y cansados, es difícil, agota. Sentirse mal atendido, hostigado por “conflictivo”, incluso represaliado, afecta psicológica y socialmente, paraliza, incuba desconfianzas e iras… Enfrentar estos fenómenos negativos resulta una tarea difícil. Y mucho, muchísimo más fácil es “echarle” la culpa a la Revolución, y salir a protestar… Más si se es objeto de una campaña de incitación al desorden y odio contrarrevolucionario. Salida fácil también porque las calles en Cuba —orgullo de que sea así—, están custodiadas por la única policía del mundo que enfrenta un disturbio a pecho limpio, desarmada, sin equipos y tecnología de protección y ataque, sin carros con cañones de agua y gases, solo con su vergüenza y la legalidad por escudo.
Lo más difícil
Salimos de un combate, pero estamos en otros simultáneos, urgentes y no menos trascendentales. Por la batalla económica pasa hoy la Patria y la vida. A ella se consagran las fuerzas más puras y políticamente certeras de la Revolución. En paralelo, en intensidad y urgencia, debe marchar el perfeccionamiento sistémico del socialismo cubano. Lo que honestamente se ha asumido como necesario y posible está en las ratificaciones y acuerdos del 8vo. Congreso del Partido. Pero bien sabemos que de la intensión y la letra a la práctica siempre nos hemos tomado tiempo, y muy frecuentemente demasiado tiempo. Y hoy por hoy la dimensión tiempo resulta una ecuación bien compleja.
“Hoy la Sierra y el llano, Girón y Angola, consisten en vencer nuestras propias insuficiencias acumuladas”.
Entre tantas urgencias, me interesa exhortar a asumir lo que a nivel histórico considero resultará decisivo. Que será estar dispuesto a “comprarse los problemas” y pelear todos los días por el socialismo: y esta no es solo una misión de los cuadros del Partido, de las organizaciones revolucionarias y del Estado. Es deber de todas y todos los patriotas enfrentar a los elementos antisocialistas enquistados dentro de nuestro propio campo, con posiciones no pocas veces de poder e influencia. No renunciar al combate contra lo mal hecho, a la defensa del Estado de Derecho, a la exigencia revolucionaria, aun con la probable ingratitud —nos lo alertó José Martí— de quienes se acomodaron a clientelismos, corruptelas y anomias. La lucha contra la COVID por su necesaria integralidad y articulación sistémica está dando un mapa bastante real de la situación que tenemos que resolver. Fidel, preclaro, nos lo confirmó: los yanquis nunca podrán vencernos; nosotros sí podemos perder la Revolución. Hoy la Sierra y el llano, Girón y Angola, consisten en vencer nuestras propias insuficiencias acumuladas. Y esta es una tarea de lucha intensa y continua. De lucha económica, de lucha política y sobre todo de lucha ideológica. De exigencia y educación. De autoexigencia y autoeducación. De intransigencia contra todo lo mal hecho. De mucho, muchísimo amor y ternura, porque sin amor y ternura no hay socialismo, no hay Revolución. Sin amor y ternura —lo aprendimos en Martí y en Fidel— no vale vivir. Hablo de tener por horizonte el heroísmo cotidiano y anónimo que le solicitaba el Comandante Ernesto Che Guevara a “los imprescindibles”, a los que nunca se cansan, a los que nunca pierden la fe y la confianza en las calidades de nuestro pueblo, en la Revolución. Esta es una posición de Patria y vida, de Patria o Muerte. Así sí se puede afirmar: “Yo soy Fidel”. Y no me caben dudas de que vamos a vencer.