Los títeres son porfiados y los titiriteros le hacen todo el caso del mundo.

Porfían por doquier, aunque estemos tristes, bravos o contentos, aunque tengamos calor o ganas de comer algo rico.

Porfían en la desesperanza y en la abulia. Se meten por la piel de los titiriteros y se visten de ellos por porfiados.

Por eso los titiriteros nos juntamos, por eso nos necesitamos siempre.

Esta sed de belleza, de símbolo, esa urgencia de comunicarnos por alusión se convierte en manía. Nos quedamos colgados de su misterio porque están en la infinitud de la existencia y hacen que nos reconozcamos fuera de nosotros en otra dimensión, donde habitan los títeres, en la memoria de la memoria el mundo.

“Los titiriteros nos gustamos cuando estamos juntos, nos acostumbramos a encontrarnos y abrazarnos porque sí, a pesar de pandemias, guerras o dilemas económicos”.

Esta sed de crear figuras, de armar sus ámbitos de ser, nos desvela, y así sin miramientos se hacen los dueños de los sueños.

Los titiriteros nos gustamos cuando estamos juntos, nos acostumbramos a encontrarnos y abrazarnos porque sí, a pesar de pandemias, guerras o dilemas económicos.

Porque los títeres, de porfiados, nos seducen y nos llevan de las manos como niños.

No importa de qué estén hechos, de las manos de quién, ni de dónde vengan; o cómo estén vestidos o si están enteros, o si son grandes o flacos, o son pesados o ligeros, sencillos o complicados. Se desnudan tal cual, con sus costuras al aire, sus trucos y sus mandos porque saben que los queremos.

Definitivamente, nosotros los titiriteros cubanos y puedo asegurar que los de cualquier lugar de este planeta azul que amamos a los títeres, le hacemos caso… todo el caso del mundo.
Doy fe.

* UNIMA: Unión Internacional de la Marioneta.