Abría completamente una mano y cerraba la otra dejando solo el pulgar en el aire. Son seis. Seis preguntas. Seis preguntas que te salvarán, que te preguntarás cada vez que te enfrentes a un hecho, que tendrás que contestar. Así decía el profesor de Periodismo, en el mismo comienzo de mis estudios.

Respondiendo a ellas tendrás la entrada, el lead, el encabezamiento técnico… remarcaba. Y, por supuesto, llegaron los ejercicios en el aula y luego las prácticas en “la realidad”. Aquí las tenéis, aquí las presento, las inexcusables, las inexorables, las clásicas seis: ¿Qué? ¿Quién? ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Por qué?

Cada una es reina en su propia división, sostiene su propia valía. Con más de treinta años de ejercicio profesional, no sé cuántas veces las ensayé mentalmente, ni cuantas veces las respondí instintivamente. Ha habido muchos qué y me he preguntado otros tantos quién. He defendido el por qué como pregunta básica, la que te hace entrar en la médula de las cosas, en la almendra de la almendra.

¿Por qué seguimos permitiendo que las instituciones dedicadas a servirnos, incumplan los horarios acudiendo a un repertorio casi infinito de justificaciones? ¿Por qué sostener pensamientos ocasionales de ferias y no la filosofía de la eficiencia de todos los días?

¿Por qué se toman medidas sin sopesar con detenimiento las circunstancias que la rodean, para detectar a posteriori que estaban aquellas preñadas de una alta dosis de improvisación y apremio? ¿Por qué nos enzarzamos en tantas reuniones repetitivas, mediáticas y catárticas que, a la larga, producen escaso trigo para cocer el pan de las soluciones?

¿Por qué seguimos permitiendo que las instituciones dedicadas a servirnos, incumplan los horarios acudiendo a un repertorio casi infinito de justificaciones? ¿Por qué sostener pensamientos ocasionales de ferias y no la filosofía de la eficiencia de todos los días?

Uno de los problemas más socorridos e irritantes, que ha sido publicado, identificado y comentado una y otra vez por la prensa cubana (es decir el qué del asunto) ha sido el ruido de muchos sitios y la música alta a cualquier hora, tanto a nivel barrial como en centros estatales y particulares. Hay casos verdaderamente lamentables. ¿Por qué no hemos hallado una solución sostenible de una vez y por todas, a un problema perfectamente controlable? ¿Por qué se ha resquebrajado el respeto?

Son ejemplos de algunos por qué en los que valdría la pena detenernos.

Bajo la premisa de que, en verdad, queremos solucionar algo; de que en verdad, podemos hacerlo, va faltando el cómo. ¿Cómo vamos a solucionar determinada situación? Y al intentar satisfacer esa interrogante, habrá que pensar en las estrategias y el diseño para hallar tales soluciones.

¿Dónde están las trabas y dónde los destrabadores? ¿En cuáles caminos o mentalidades se halla el nudo gordiano? ¿Necesitaremos acaso a un Alejandro Magno que blanda su espada?

Cuba posee centros universitarios e investigativos de diferentes ramas de las ciencias ―incluidas las sociales― en una cantidad impresionante para un país de nuestras dimensiones. Ese potencial ha logrado éxitos indudables, pero aún hay mucho pendiente en cuanto a la estructuración y aplicación de sus aportes, para que estos ayuden de manera efectiva a encontrar esos cómos, esas maneras, esos caminos, esas soluciones. 

¿Dónde están las trabas y dónde los destrabadores? ¿En cuáles caminos o mentalidades se halla el nudo gordiano? ¿Necesitaremos acaso a un Alejandro Magno que blanda su espada?

“Fuera de la verdad, no hay salvación”

Hay que nombrar las cosas, sin dar más vueltas. Solo cuando se nombran, cuando se tocan, adquieren estas la imprescindible visibilidad para aquilatar sus destellos; o por el contrario, para advertir las tinieblas que se ciernen sobre el horizonte. Así lo hizo Félix Varela y lo hizo Ernesto Guevara. “Revolución es lucidez”, afirmó Alfredo Guevara.

Justo en esa lucidez se inscribe un intelectual como Aníbal Joel James Figarola, en su estirpe vareliana, en su doble “guevaridad”. Su ya célebre ensayo “Vergüenza contra dinero” ―publicado por vez primera en 1996 y con numerosas ediciones a posteriori―, ha resultado de los ejercicios de honestidad intelectual, compromiso ético y responsabilidad ciudadana más notables producidos en Cuba en la última media centuria.

Nuestra sociedad, enfrentada a muchos avatares, necesita exégesis de esa altura, con miradas profundas, que sin perder de vista la indudable incidencia de factores exógenos, nos permita discernir con equilibrio y serenidad; pero sin indulgencias, nuestros propios errores, nuestros propios disparates.

James Figarola mencionó a la “corrupción, el atropello, la autoridad envanecida, el nepotismo, el amiguismo, el beneficio personal a ultranza” [1], como factores que no solo corroen nuestra identidad, sino que son diametralmente opuestos a nuestra independencia. Y agrega: “(…) carecerían de sentido todos los intentos, movimientos y procesos revolucionarios ocurridos en la república ―incluyendo el nuestro en que nos encontramos― si fuésemos, a la postre, a reproducir los males que inicialmente se quisieron conjurar y para lo cual se convocó al combate y al sacrificio”. [2]

Nuestra sociedad, enfrentada a muchos avatares, necesita exégesis de esa altura, con miradas profundas, que sin perder de vista la indudable incidencia de factores exógenos, nos permita discernir con equilibrio y serenidad; pero sin indulgencias, nuestros propios errores, nuestros propios disparates.

Contamos con un pueblo hecho al sacrificio y a la generosidad, sobrevive mucha honradez en el día a día de sus hombres y sus mujeres, incluso cuando la “sicología del luchador” ―en palabras de Graziella Pogollotti―, ha sido una reacción en los últimos años a tantos entuertos y carencias.  

La palabra de José Martí siempre nos acompaña, para alumbrarnos con su halo perpetuo de futuridad: “Sólo son amigos de la patria los que saben deponer ante ella sus iras y sus tentaciones (…) Lo he de decir muy pronto; porque fuera de la verdad no hay salvación, y yo no puedo decir ni hacer cosa que no sea para beneficio de mi patria. (..) Si vamos por donde quiere ir nuestro pueblo, vencemos; si no, no.” [3]

Aquí las tenéis, aquí las presento, las inexcusables, las inexorables, las clásicas seis: ¿Qué? ¿Quién? ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Por qué? De las respuestas que seamos capaces de darles, depende nuestra supervivencia. El tiempo apremia.


Notas:

[1] Joel James: Vergüenza contra dinero, Ediciones Santiago, Santiago de Cuba, 2021, p. 18

[2] Ibidem., p. 17-18.

[3] José Martí en carta a Enrique Trujillo, director de El Avisador Cubano, Nueva York, 6 de julio de 1885.

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