Ocurrió el 24 de agosto de 1982, y aunque han transcurrido más de cuatro décadas en modo alguno me resulta difícil reconstruir los detalles. Estaba acopiando información para un trabajo sobre el maestro Adolfo Guzmán y conocía que en cierta ocasión la había acompañado al piano, por lo que me interesaba su testimonio. Le solicité una breve entrevista, me dio la dirección y en la tarde acordada estaba tocando a su puerta, en un apartamento del edificio Indochina de la calle 23, en El Vedado.

—Siéntese y espere un momento, que ahora viene.

Repasaba mentalmente una o dos preguntas, no más, pero bien concisas que me aportaran, y digamos que así calmaba un poco mi ligera ansiedad.

No sentí sus pasos —pasos de gacela— ni tampoco tuve necesidad de levantar la vista cuando justo frente a mis ojos se detuvieron unas piernas muy largas, interminablemente largas, que a partir de las rodillas se prolongaban en unos muslos igualmente infinitos, en color caramelo-beige muy leve, para en lo alto ajustar dentro de una trusita blanca con circulitos negros, o tal vez a la inversa. ¿Era aquello ilusión óptica o realidad?

Entonces Farah María, desconocedora del tremendo shock que acababa de provocar en mis pensamientos, se sentó frente a mí y dijo más o menos así:

—Dígame en qué puedo servirlo, que hoy mismo salgo para unas funciones en el interior.

Farah María durante la filmación de un audiovisual para la Televisión Cubana, junto al actor Enrique Arredondo. Foto: Web de Tribuna de La Habana

Su testimonio fue breve y aunque las palabras no siempre recogen los estados del alma, percibí en las de ella la satisfacción que hablar del maestro Guzmán le causaba:

—Cuando me inicié como solista en 1970, en Varadero, él personalmente me felicitó y alentó muchísimo. En la década de los 70 realicé un recital de sus canciones, junto con Miguel Ángel Piña, y el propio maestro Guzmán nos acompañó al piano. Aquel día interpretamos un popurrí de sus canciones y cerramos con “Te espero en la eternidad”. Fue un modesto homenaje a una gloria de Cuba.

Farah María pudo reclamar para sí el título de sex symbol de una generación (o más de una) que la vio desplazarse sobre el escenario del teatro, el cabaré, o hacerlo a través de la pantalla del televisor, con el encanto de una diva movida por la suave brisa, vestida exquisitamente, provista de elegante gestualidad, figura estilizada (alta, delgada, bien torneada) y que para colmo cantaba melodías armoniosas, de compositores bien seleccionados, que ella convertía en creaciones de grato impacto auditivo y visual.

“Se dio el lujo de que autores como Adolfo Guzmán, Meme Solís, Silvio Rodríguez, Juan Almeida, Eddy Gaytán, René Barreras… compusieran para ella”.

A partir de los 60 asistió a varios festivales de la canción en países del entonces campo socialista y de Asia. Sencillamente deslumbró a aquellos públicos de climas fríos, ella gacela del trópico de esplendente trazado sobre una piel entreverada. Primer Premio de Interpretación del Festival de Dresde, República Democrática Alemana (RDA); Gran Premio del Festival Orfeo de Oro, Bulgaria; Primer Premio de Interpretación del Festival de Sopot, Polonia; Premio de Interpretación del Festival de Tokio, Japón… En Cuba, Premio Girasol de la revista Opina en 1981 y 1982, y Distinción Por la Cultura Nacional.

Se dio el lujo de que autores como Adolfo Guzmán, Meme Solís, Silvio Rodríguez, Juan Almeida, Eddy Gaytán, René Barreras… compusieran para ella. Se le invitó a los festivales Boleros de Oro, dio recitales a teatro lleno en el Amadeo Roldán (Auditórium), defendió en su voz canciones del Concurso “Adolfo Guzmán”.

Farah María fue en sí misma un bello espectáculo. ¿Quién no la recuerda mientras ondulante cantaba la guaracha en cuya letra decía “Yo no me baño en el malecón, porque en el agua hay un tiburón”? ¿O en el chachachá El alardoso, del maestro Enrique Jorrín? ¿Qué decir de Farah como intérprete de canciones de la vieja trova? ¿Y hasta en el tango Adiós muchachos?

Poseedora de natural carisma, Farah María asumía géneros diversos, los recreaba y hacía de ellos interpretaciones que pronto se popularizaban en su estilo, enriqueciendo una discografía abundante que incluía más de 500 canciones grabadas en Cuba.

“(…) para Farah María resultó decisiva su inclusión como vocalista del popular cuarteto Los Meme en la década del 60 y no fue hasta 1969 que realizó sus primeras presentaciones como cantante solista”.

Un día, allá por los 90, Farah María dejó de ser nuestra acompañante de ilusiones. Unos se percataron primero, otros después. Farah estaba en España y desde allá proseguía su carrera. Como se sabía no olvidada, cuando visitaba la Isla los productores de televisión le abrían un espacio en los programas y podíamos verla, escucharla, admirarla, con su misma imagen y sensualidad felina. Una artista así no podía pasar inadvertida. Ganó enorme popularidad, tenía detractores y críticos, adoradores y envidiosos.

Sus últimas grabaciones fueron en España: los discos Qué maneras de quererte, integrado por creaciones de la música cubana y Farah María canta al bolero español. Menos conocida es su arista como actriz en filmes rodados en Cuba o en el exterior, contándose entre ellos El jinete sin cabeza, junto al actor Enrique Santisteban, y su incursión en la comedia musical Lola a la pelota, presentada en el teatro Karl Marx.

Vivió 76 años, murió el 30 de diciembre de 2020. Iniciada en el cuerpo de modelos del cabaré Capri y bailarina, para Farah María resultó decisiva su inclusión como vocalista del popular cuarteto Los Meme en la década del 60 y no fue hasta 1969 que realizó sus primeras presentaciones como cantante solista. Emergía pues, acompañada de su voz y delicado desplazamiento escénico, la bien llamada “Gacela de Cuba”.

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