Muchas veces extraño a Manuel

Pedro de la Hoz
10/2/2016

Los artistas queman etapas y los intereses creativos se desplazan hacia zonas insospechadas. El DDT (o DeDeTé) al que me aficioné —cuando todavía había papel para un suplemento con todas las de la ley— era el de Manuel. En sus páginas no faltaban sus dibujos portadores de un humor inteligente, irónico, sin estridencias pero certero en la agudeza de las saetas que disparaba el artista.

Ninguna arista de la realidad circundante le era ajena al caricaturista: los entuertos burocráticos, las sempiternas deficiencias en los servicios, la manquedad espiritual, el machismo.

Hombre político, Manuel también ha comentado los avatares del mundo: las guerras injustas, el genocidio, las desigualdades, la voracidad imperial, la resistencia de los suyos.

Ninguna arista de la realidad circundante le era ajena al caricaturista: los entuertos burocráticos, las sempiternas deficiencias en los servicios, la manquedad espiritual, el machismo.

En todo caso lo interesante es que las herramientas de Manuel en uno y otro campo son las mismas: juegos de palabras e imágenes. Una de política exterior: el ciudadano que pregunta cuántos muertos ocasionan los países ricos por cada mil nacidos vivos (obvia pero incisiva referencia a un indicador universal de calidad de vida). Una de política interior: el doctor diagnostica a un paciente echado en una camilla: “Síndrome de doble moral, ¿cuál de las dos quieres curarte?”

A la hora de valorar su poder de síntesis, me sorprende una breve historieta suya en cinco cuadros: de la esfera (¿el huevo, el planeta?) sale una figura humana (masculina) y una voz en el cuadrito final que clama: “¡Una mujer!”

Para nuestro recordado amigo común, el escritor Jaime Sarusky no había dudas: Manuel es “uno de los grandes cronistas de la vida cotidiana de la Isla en la segunda mitad del siglo XX”.

En todo caso lo interesante es que las herramientas de Manuel en uno y otro campo son las mismas: juegos de palabras e imágenes.

Adelaida de Juan, que como se sabe es una de las historiadoras y críticas de arte más importantes de nuestro país, ha defendido la candidatura de Manuel al Premio Nacional de las Artes Plásticas. Entre sus argumentos expresa: “No puede negársele el derecho y el mérito a quien ha dibujado, como nadie en su época, la esencia y la profundidad de la cubanía. En otro tiempo yo hubiera votado por Rafael Blanco, hubiera votado por Abela; voté, en su momento, por Nuez. Manuel está en esa línea, la gran línea que nos ha dado obras imborrables que nos hacen sonreír, nos placen, y, al mismo tiempo, nos hacen pensar”.

Pero Manuel —con el DDT (o DeDeTé) reducido a una presentación mensual en la última página de Juventud Rebelde, y a la blogosfera— ha derivado hacia la pintura y la cerámica, allá en Matanzas, de donde nunca se ha marchado.

El escritor matancero Ulises Rodríguez Febles valora esas incursiones con estas evocadoras palabras: “Un artista polisémico, en lo aparentemente sencillo y coherente en cualquiera de las formas en que se expresa, ya sea en el lienzo, la cartulina o la cerámica. En la mayoría está ese paisaje, que uno reconoce como guamacareños (se refiere al valle donde nació y vive Manuel), y a la vez son de toda la Isla, con sus guajiros, los que él conoció muy bien. Pero también están los bohíos, animales, platanales o cañaverales”.

Todo eso está muy bien, pero no quieta que a veces, en ese pedacito gigante de DDT (o DeDeTé) muchas veces lo extrañe.