La moda es uno de los modos de subyugación para mentes poco iluminadas. Ese insistir en estar en el llamado que dicta, nadie sabe bien quién, es francamente patético, y; sin embargo, es un hábito que perdura a lo largo del tiempo. No me refiero a la simple actualización en cuanto a peinados, ropas y calzado, siempre regidos por intereses comerciales, sino a actitudes que trascienden la cosmética y el vestuario.

Ya superamos la etapa de los nombres casi impronunciables con “Y”, “X”, “-idys” al final y de gramática disparatada. Pobres criaturas nacidas en los ochenta, a merced del caprichoso canon de la moda, que ahora deben deletrear sus nombres y corregirlos en los registros civiles, porque —andar por la vida de Yhasmany, con hache intermedia e “i” griega; o Yumisisleydis, o con el nombre invertido de la madre o el padre (por ejemplo, conozco a una criatura que carga con el nombre Onaitsula, por su padre, Salustiano, y a quien, lógicamente, todos llamamos Ona)—no es tarea fácil.

“Pobres criaturas nacidas en los ochenta, a merced del caprichoso canon de la moda, que ahora deben deletrear sus nombres y corregirlos en los registros civiles”. Imagen: Pintura de Isis de Lázaro (acrílico sobre lienzo)

Por fortuna, regresó el hábito de recibir en el mundo a Claudias, a Lauras, a Sofías, a Ernestos, a Migueles y a Camilos. En cuanto a enfermedades, y por ilógico que parezca, también hay seres que pugnan por padecer la patología que esté circulando, la dolencia de moda. Ahora mismo, que estamos en temporada de dengue, como cada verano, hay quienes enferman de COVID, y se lamentan del poco caso que despierta su período atrasado, en desmoda, porque ya es una gripe común, afortunadamente. Gracias a la vacunación masiva, si un conocido nos dice “Tengo COVID”, todos repiten a coro: “Toma paracetamol y en tres días estarás bien”, con lo cual el agripado siente no solo coriza, sino que su dolencia ha sido subvalorada, que no despierta el suficiente interés ni la lástima correspondiente.

Hay quienes gustan de estar siempre en el candelero, no importa si para bien o para mal. Al escándalo de turno le entran con deseos, con voluntad, maquiavélicamente, sin que la lógica indique que debe hacerse lo contrario, porque les interesa que se hable de ellos, que suene su nombre.

En este deplorable estado al que hemos llegado, de falsedades que reproducen noticias a medias, se llega al punto de no saberse la verdad a las claras, y me refiero a las redes sociales, siempre propaladoras de acontecimientos que no son refutados con transparencia ni a tiempo, de modo que si la moda dicta que existe un problema, pues hay que participar de él, y allá se anotan quienes creen en la importancia, en la trascendencia que significa haber estado en lo que consideraron justo y oportuno.

“Si la moda dicta que existe un problema, pues hay que participar de él, y allá se anotan quienes creen en la importancia, en la trascendencia que significa haber estado en lo que consideraron justo y oportuno”.

El resultado es que otro conflicto supera al actual, un escándalo es seguido por el próximo, y así ad infinitum, con lo cual, todo va quedando en el limbo de lo incierto, y cuando los seguidores de dicha moda descubren el verdadero meollo en el cual participaron, no solo es tarde ya para desaparecer su adhesión o su repudio, sino que nadie los recuerda. El colmo del empeño por mantenerse en una suerte de jet set, ese grupo social siempre actualizado, muy al tanto de las corrientes, es la modificación del lenguaje cotidiano, como ya he señalado en estampas anteriores. Una vecina, cuya graciosa perra se nombraba Experta, le ha cambiado ahora el apelativo, y lo ha sustituido por Experticia, un verdadero horror que tiene al pobre animalito muy confundido. Y ya en esa misma cuerda, a su gata recién rescatada, le dice Compleja Situación. Un verdadero espectáculo escuchar a mi vecina llamando a sus criaturas afectuosas a través de la ventana, algo digno de presenciar. ¡Experticia y Compleja Situación, vengan a comer!, les dice. Y nosotros, claro está, nos morimos de risa, aunque la moda sea estar taciturnos, disgustados y deprimidos todo el santo día.

Hablando en plata: Seguir lo que no se conoce a derechas, no será nunca recomendable. Lo dice el tiempo, el gran decantador de absolutamente todo.

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