Notas para un club zurdo de poetas necios

Pere Camps
31/10/2018

La Habana, Cuba. Seis de la tarde. En el hotel Sevilla, al lado del Museo Nacional de Bellas Artes, nos damos un beso cómplice con María del Mar Bonet, que al día siguiente actuará en el Teatro José Martí. Estoy en Cuba acompañando a la cantante mallorquina, que con la connivencia del Festival Barnasants presentaba su disco Ultramar. Pero hoy, viernes 21 de octubre, vamos a otro concierto. Salimos del hotel, en la puerta nos esperan Aurora Hernández y su inseparable Vicente Feliú. Atravesamos La Habana a la caída de la tarde, rodeando la Plaza de la Revolución, bajo la atenta mirada de Camilo Cienfuegos y Ernesto Guevara.


Foto: Internet
 

El lugar del recital es como un teatro improvisado al aire libre. Ubicación: Calles Primelles y Final, municipio Cerro. Es el concierto número 95 de la gira interminable de Silvio Rodríguez por los barrios de la capital cubana.

El patio de butacas es la calle misma, que tiene el espacio escénico al comienzo. A derecha e izquierda los balcones del primero, segundo y tercer piso son los palcos, y el entresuelo, a la derecha del escenario, sirve de camerino. Como telón de fondo, una orgullosa bandera cubana y la llave del municipio que espera para abrir el grifo a las canciones.

La zona se va llenando de colores. Colores de banderas que abrazan a América, colores de vestidos, colores de pluralidad étnica, colores de vida, hasta convertirse en una gran orquesta de juglares, preparados para cantar con el poeta que la libertad no tiene amo, que el poder somos nosotros.

Amantes de la belleza, compañeras de la lucha digna, repartidores de alegrías, transgresores del amor plural, hijas libres de Haydée, buscadores de quimeras necesarias, ángeles ateos, pescadores de utopías, gente de barriada y de barricada, hermanos de la Isla y del mundo que vienen a escuchar al cantautor con el silencio en los bolsillos, la esperanza en el ánima, y la voluntad de querer hasta el final de los tiempos y de extraer de las canciones del trovador la munición necesaria para hacer posible el arcoíris de las igualdades.


Foto: Internet
 

Pueblo que escucha y piensa. Buscadores de palabras. ¡Quién fuera Luis Eduardo Aute para decir que violeta es un color de liberación colectiva y la sagrada razón un oxímoron! Gente que sabe que África sigue llorando, que barcas inseguras cruzan la vieja mar mediterránea de sur a norte, llenas de hombres y mujeres que, jugándose la piel para poder vivir en paz, en lugar de la solidaridad más fraterna encuentran el silencio de hielo donde se incuban los huevos de la serpiente.

Esta calle está llena, a punto de desbordar de gente partidaria del club zurdo de los poetas necios, cantando al sueño de los locos que saben que la revolución nunca se puede convertir solo en el nombre de una plaza y que quieren parir nuevos corazones en las metrópolis de la Tierra.

Al finalizar el concierto me parece oír a un perro ladrando. Quizá es su manera de cantar a la luna de “los nadie”, o de aplaudir el hechizo que lo abraza.

Estas semanas Cuba está debatiendo su nueva Constitución. Ojalá las canciones de Silvio pudieran ser sus artículos. Ojalá.

Notas:
Traducción: Mayte De Agorreta
Pere Camps es activista cultural y director de Barnasants, Festival de Canción de autor