Otra puesta para ver: salvar de la intrascendencia
13/2/2020
Por estos días puede verse en la Galería Corral Falso —proyecto comunitario que anima el conocido escultor, ceramista y pintor Tomás Núñez (Johny)— ubicado en el habanero y populoso municipio de Guanabacoa, la exposición Otra puesta para ver, que atesora un conjunto de obras pictóricas realizadas por el reconocido actor, titiritero, diseñador y director artístico Armando Morales Riverón, Premio Nacional de Teatro 2018, quien falleció en esta capital el pasado año.
Esta muestra (que agrupa una treintena de obras) se puede entender como un verdadero canto a la memoria y un llamado urgente a preservar la huella dejada por intelectuales y creadores cubanos que, transgrediendo la frontera de una especialidad, se erigieron en otras: ese es el caso de Morales, que exhibe un impresionante quehacer relacionado con el teatro de títeres y quien, en un momento de su fructífera vida, incursionó con gran éxito en el mundo de las artes visuales.
Pensaba en lo peligroso que puede ser la desmemoria mientras sostenía un ameno diálogo con Roniel Fernández Díaz —al igual que su padre, Roberto Fernández, ya fallecido― un conocido ceramista y coleccionista y, desde hace un tiempo, albacea de la obra de Armando Morales (1940-2019), un nombre de connotaciones relevantes en el mundo teatral: diseñó y dirigió producciones escénicas para más de cien títulos procedentes de un amplio espectro de los autores clásicos de la dramaturgia titiritera cubana: Pepe Carril, René Fernández y Freddy Artiles, pero también de la latinoamericana, española y belga.
Según nos aseveró Roniel Fernández, él conocía la obra de Morales “como hombre vinculado al teatro”, pero un amigo común fue el enlace: “al ponerme en contacto con la obra plástica que realizó entre los años 1960 y 1980, me emocioné porque es muy personal.
Él perteneció al llamado Grupo de los Ópticos, surgido en Cuba en los 70, e integrado por Ernesto Briel, Helena Serrano, Jorge Fornés y Armando Morales. Al enfrentarme a parte de su obra me di cuenta de que había grandes valores en lo que él realizó dentro de las artes visuales de su momento. Conversamos mucho, durante horas y en múltiples ocasiones, y le comenté que quería hacer una exposición con parte de su quehacer plástico.
Él estaba muy ilusionado con esa idea, aunque por años había dejado a un lado esa parte de su creación para dedicarse con pasión al teatro y, particularmente, al títere: no olvidar que fue fundador y posteriormente director del Guiñol Nacional de Cuba. Poco a poco me fue mostrando su colección, que es de unas cien obras. Algunas de ellas no estaban en buen estado, pero logramos recuperarlas todas.
¿Quién fue el responsable o la responsable de esa restauración?
“La exquisita restauración recayó en las manos de Idania Martínez, quien con mucho esfuerzo y gran dedicación rehabilitó las obras que están realizadas en soporte de papel (tinta sobre papel), aunque hay algunas temperas. Hay una colección muy importante de banderas cubanas realizadas sobre la primera plana del periódico Granma, órgano oficial del Partido Comunista de Cuba. La particularidad es que son diarios de la misma época, es decir, de entre 1975 a 1978. Son obras de arte ¡preciosas! Y muy contemporáneas”.
Presupongo que al tener como soporte el papel periódico, que no es ideal atendiendo a calidades, el nivel de deterioro tendría que ser grande, porque es un soporte perecedero…
“Cierto, pero como tienen una pátina de tempera soportó mejor el transcurso del tiempo. Algunos, con marcada intención, los dejamos tal cual, porque queríamos, precisamente, que apreciara el paso de los años. Debajo de cada bandera se pueden leer poemas de Francisco Garzón Céspedes y es increíble como Idania, después de mucho trabajo, gran esfuerzo y tiempo —porque comenzó la labor en 2017— los fue restaurando y logró rescatar esta obra que, posiblemente, se hubiera perdido”.
¿Cómo impactó en el público?
“La verdad es que todo el mundo se quedaba boquiabierto, porque se conoce ampliamente la obra de Armando Morales relacionada con el mundo del títere, pero pocas personas sabían de su faceta como artista de la plástica. Recuerdo que cada vez que hablábamos sobre la posibilidad de hacer una exposición, siempre insistía en que ‘había que incluir algunos titiriticos’”.
Y están los títeres.
“¡Por supuesto!; fuimos a ver a Roberto Carmenate, miembro del grupo de teatro Barco Antillano, radicado en Los Pinos bajo la dirección de Julio Cordero, y nos prestó cuatro títeres confeccionados por Armando: los colocamos en la muestra y la gente lo agradeció enormemente. Para mí fue muy estimulante, también, que asistieran a la inauguración de la exposición la hermana de Armando Morales y un sobrino, quienes estaban emocionados y agradecidos por haber recuperado esa obra que es muy valiosa: fue parte de un momento de la cultura cubana”.
Como coleccionista, usted, obviamente, tiene un ojo entrenado, ¿qué nos puede comentar sobre el arte óptico en nuestro país teniendo en cuenta que es un tema del que no se habla con mucha frecuencia o que no se conoce?
“En la época en que floreció el arte óptico en Cuba, visitó la Isla un grupo de creadores invitados por la Casa de las Américas, entre los que se encontraba, por ejemplo, el artista francés de origen húngaro Víctor Vasarely (1908-1997) y otros representes del arte óptico y del arte cinético venezolano, como Juvenal Ravelo. Imagino que ahí hubo una influencia.
“Fue una etapa muy breve y creo que el maestro Pedro de Oraá, Premio Nacional de Artes Plásticas 2015, definió muy bien este período con la siguiente aseveración: ‘La obra plástica de Armando Morales viene a restituir no solo el conocimiento de una parte valiosa de su vocación creativa: también salvar de la intrascendencia el esfuerzo por visibilizar el arte óptico en la Isla’.
“Junto a Oraá estamos soñando con hacer un futuro libro que atrape la obra de Armando Morales, porque es un quehacer que no se debe dejar morir y, sobre todo, que las generaciones más jóvenes conozcan qué se hizo en esa época de ebullición cultural en Cuba: es peligrosa la desmemoria. También hay que tener en cuenta que en aquel momento todo se hacía a mano; ahora, con la introducción de las nuevas tecnologías, todo es diferente, pero en aquella época había que concebir línea por línea. Es impresionante esa obra y debo mencionar a Alfredo Rostgaard, que no perteneció al grupo de los ópticos, pero quien, a su manera, cultivó el arte óptico”.
Es cierto, y en algunos de los carteles que concibió Rostgaard para el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos, ICAIC, se nota la influencia del arte óptico…
“Efectivamente: ahí tienes un ejemplo; cuando le comenté a Oraá del proyecto enseguida dio su visto bueno e, incluso, me mostró algunos dibujos que Morales le hizo sobre poemas de su autoría”.
Además de la serie de las Banderas, qué más se puede apreciar en Otra puesta para ver.
“Hay otras obras agrupadas bajo el título de Manchas que datan del año 1965; en particular, hay una que está realizada a cuatro manos y en la que aparece plasmada la firma de la gran Antonia Eiriz, y también su impronta. Antonia fue profesora de Morales y devinieron excelentes amigos. El que aparezca mezclada la obra de Armando con la de Antonia es, sin dudas, un valor agregado. Ambos a inicio de los setenta, desarrollaron un trabajo comunitario con los niños de varias escuelas y barrios de la periferia de La Habana.
“En la muestra incluimos diez manchas y todas son diferentes, con un gusto y con una estética increíble. Creo que Morales estaba adelantado a su época: ese trabajo se realizó hace ¡54 años! y parece de hoy. Creo que en su momento no fue valorado como artista de la plástica, y eso, junto a su pasión por el títere, terminaron inclinándolo hacia el mundo de las tablas”.
¿Cree que la mirada de pintor que poseía Armando Morales puede haber influido en su carrera como titiritero?
“Por suerte se conservan muchos bocetos de títeres realizados por Armando: creo que la pintura fue la simiente para, luego, dedicarse al mundo del títere. En los diseños que él concibió se ve la mano del pintor: son trabajos hermosos en los que se revela su mirada plástica de la escena”.
Dada la especificidad de esta muestra, ¿es posible que más adelante se pueda exhibir en otros sitios?
“Ya se manejan algunas ideas, aunque para nosotros tiene mucha importancia que, primero, se exhiba en un proyecto cultural tan hermoso e importante que se realiza en el Estudio Corral Falso, de Guanabacoa, porque nos interesa que la comunidad participe y que se ponga en contacto con esta parte de la obra de Armando Morales. El público guanabacoense es muy agradecido y se mostró interesado en conocer más sobre la vida y la obra de Armando Morales: eso ya bastaría para sentirnos satisfechos. Finalmente, quiero reconocer el apoyo del gobierno municipal de Guanabacoa y de otras instituciones que se encargan de promover la cultura en ese territorio”.