Al reto de vivir las actuales circunstancias sociales que nos obligan a distanciar y a cuidar los vínculos entre las personas, ha respondido con creatividad y éxito la XI Jornada de Teatro de Calle que se celebró en Matanzas entre el 10 y el 14 de noviembre de este año. Dicho evento propició una respuesta que, lejos de lamentar la dinámica de los antiguos encuentros, más bien descubrió y —como el más auténtico artista callejero— reinventó un nuevo modo de mantener su propósito.

La iniciativa de configurar tres grupos de artistas que, bajo el nombre de tropas, visitaron cada día diferentes barrios de la ciudad fue, sin dudas, una experiencia renovadora, eficaz y que resultó en una maravillosa acogida por parte del público. Y es que, a pesar de la disciplina social que nos exige mascarilla y distancia, los espectadores no dudaron en mostrar una inmensa alegría, y por momentos euforia, ante la oportunidad de compartir de nuevo en un espacio social siempre tan único y convivial como es el teatro. A los que pudieron creer en los meses pasados que las artes escénicas no serían las mismas de antes de la pandemia, o que la relación entre artistas y público se había fraccionado irreparablemente, la experiencia de las tropas del callejero demostró la imperiosa necesidad de parte del público de volver al teatro, la revalorización de los vínculos sociales y la utilidad social y subjetiva de configurar espacios de encuentro común y conocimiento colectivo.

“La experiencia de las tropas del callejero demostró la imperiosa necesidad de parte del público de volver al teatro…”.
Foto: Sergio Martínez

Cada tropa fue señalada con el sugerente nombre de tres de los insignes espectáculos del grupo anfitrión del evento, El Mirón Cubano: Juan Candela, La palangana vieja y El Quijote, mostraron cada noche simultáneamente en diferentes barrios un gran espectáculo en el que se mezclaron números de circo, malabares, escenas de clown, danza, música trovadoresca y escenas de teatro. Los protagonistas eran artistas matanceros como el Circo América, la Compañía Danza Espiral, Novadanza, Noria Creaciones, Trío Bonanza y Rolando y su show de animales amaestrados; y entre los invitados estaban Teatro Andante y D’Morón Teatro, ambos fundadores de la jornada. Dichas tropas dejaron una sensación esperanzadora, calurosa y de compañía cercana entre todos los participantes, vecinos, niños, técnicos, productores, teatristas, líderes barriales, etcétera.

También vivimos otros momentos memorables en estos días, entre ellos la inauguración de tres exposiciones: Microescenas, del diseñador Norlys Andrés Briones, Tropa en tu barrio Albio Paz. Reporte fotográfico, de Sergio Martínez y, de carácter colectivo, Nasobucos disponibles.

La primera, instalada en la Galería Estudio El Retablo, del Centro Promotor de la Imagen del Títere que radica en la sede de Teatro de Las Estaciones, nos hizo palpar ese maravilloso universo que Briones como diseñador escenográfico y parte del colectivo El Mirón Cubano ha creado y mostrado en los más de veinte audiovisuales trasmitidos por las redes sociales durante este periodo de cuarentena. Mediante la instalación en la galería de estos microescenarios y personajes, el artista nos adentró en ese maravilloso mundo que ha creado para los niños acompañado de la música de cantautores cubanos como Edelys Loyola, Enid Rosales, Rochy Ameneiros, Kiki Corona, Yaily y Yaima Orozco, los dúos Karma, Lien y Rey y Tania Moreno; Norlys trabaja con maestría el arte del papel y se muestra en un exquisito juego entre el acabado artesanal, naif, y el talento refinado del trabajo con las líneas y el color. En las palabras a la exposición, la teatróloga en formación Marvelis Díaz Betancourt comenta:

También las técnicas del calado, las criaturas que logra en 3D, el collage provocado entre la especialización de texturas variadas, la intensidad del color, en sus jardines de filigranas en papel, logran una creatividad que enfatiza el carácter lúdico de estas microescenas, mundos a pequeña escala que invitan al espectador infantil, al adulto, a reconocerse desde el extrañamiento, o cercanías con atmósferas pasadas o idílicas para hallarse en lo armonioso de una pincelada, una línea grave o tenue”.

Expo Microescenas, del diseñador Norlys Andrés Briones. Foto: Cortesía de la autora

Por su parte, las fotos expuestas en la sede de El Mirón Cubano bajo el título de Tropa en tu barrio Albio Paz. Reporte fotográfico muestran el compromiso y la solidez del trabajo realizado por Sergio Martínez como fotógrafo, que testimonia y sigue de cerca la labor de los artistas escénicos matanceros. Sus imágenes nos regalan valiosos e inolvidables momentos de esa extraordinaria experiencia que fueron las tropas de artistas por los barrios, dejándonos emocionados por los contrastes que logra captar su lente entre la extraordinaria habilidad artística y la teatralidad barrial de los escenarios callejeros en los que se realizaron las presentaciones. Ayose S. García Naranjo, en el programa de mano a la exposición, comenta:

Más que informar, su estilo se apropia de emociones mediante las sutilezas de primeros planos y composiciones equilibradas, simétricas, que utiliza la iluminación tenue de los atardeceres o cualquier otro elemento del ambiente para reforzar el impacto de los espectáculos. Él impregna sus fotografías de alma, de sentimiento, aunque sin concesiones ni cambios que tergiversen lo que acontece.

Expo Tropa en tu barrio Albio Paz. Reporte fotográfico. Foto: Cortesía de la autora

Resignificar, diseñar o hacer lucir un objeto como los nasobucos, que han sido los protagonistas icónicos de esta crisis sanitaria, pareciera en principio imposible, pero la exposición Nasobucos disponibles parece lograr que la molestia de usarlos durante largas jornadas se sienta menos difícil con el trabajo plástico que realizaron más de veinte artistas sobre la tela de dichos artículos. Estos se comercializaron con el fin de obtener fondos para comprar utensilios de limpieza que serán donados al Hospital Pediátrico Eliseo Noel Camaño. Entre los artistas se encuentran Zenén Calero, Alexis Plasencia, Sergio Roque, Juan Manuel Vázquez, Alexander Rodríguez, Dayle Hernández, Adrian Gómez Sancho y Juan Carlos Jiménez Huerta. Con diseños que van desde motivos infantiles hasta símbolos de la ciudad, pasando por diversos estilos plásticos, estos tuvieron una gran acogida por parte del público, que no dudó en adquirir dicha prenda.

Aunque no fueron muchos los colectivos invitados al evento, la presencia de tres de los máximos exponentes de la escena callejera cubana creó una tríada que provocó no poca admiración. Dos de ellos fueron homenajeados oportunamente, D’Morón Teatro por sus 35 años de fundado y Teatro Andante por sus 30. Estos, más la compañía anfitriona, presentaron obras que en esta ocasión volvieron a impactar al público matancero. El primero trajo la propuesta Divertimento callejero, un espectáculo compuesto por varios números que han caracterizado la estética del colectivo como los zancos, los malabares y el clown, todos ellos, con gran maestría y agilidad técnica, lograron la ovación y la risa cómplice del público.

Teatro Andante, por su parte, estrenó el espectáculo Esto no tiene nombre, el cual, según su director Juan González (Fife), “es una obra muy contemporánea en la que se revitaliza el lenguaje del colectivo y se hace un homenaje muy sentido a las pérdidas que hemos tenido en esta época”, también presentaron el pasacalle Podemos, realizado con títeres gigantes, que rinde tributo a toda la labor que han hecho los médicos cubanos para enfrentar el contagio de la covid-19.

“La experiencia de las tropas del callejero demostró la imperiosa necesidad de parte del público de volver al teatro, la revalorización de los vínculos sociales y la utilidad social y subjetiva de configurar espacios de encuentro común y conocimiento colectivo”.

Por su parte, El Mirón Cubano nos brindó el nuevo sabor de un reestreno, La Pamplinera, obra que regresa a la calle luego de diez años de su primera presentación. En una especie de teatro dentro del teatro la obra inicia con los actores que visitan la casa de Cira Ortiz, conocida popularmente en Matanzas como La China, y alabada por la gente debido a su peculiar delirio de ser considerada una gran vedette. Los actores llegan a su casa para invitarla a realizar un pasacalle hasta llegar al escenario final, ubicado frente a la Catedral, y realizar allí un espectáculo en el que ellos representan a los personajes de unos músicos que viven de lo que recolectan en la calle. La China deberá representar al personaje de Lira, la pamplinera, una gran vedette que acepta abandonar a la tropa de los músicos e irse con Sabadel, un cazatalentos que la seduce para explotarla en su show musical.

La puesta en escena cuenta con música original de Tony Ávila y el texto de Rogelio Orizondo. La Pamplinera juega a hacer realidad el delirio de un afamado personaje de la vida cotidiana matancera, y lo lleva a escena en una maravillosa hibridación entre el teatro musical, el teatro de calle y el performance. La dirección está a cargo de Francisco Rodríguez —quien también actúa como Sosa, esposo de la China— y Rocío Fernández, quienes conciben una puesta que, aunque distinta en ciertos aspectos del montaje inicial, muestra a un elenco de una sólida preparación actoral, como el cantante lírico Pablo Ernesto Viso, y los actores Javier Martínez, Leynis Cabrera y los invitados Camila Rodhe y Raudelis Torres, ambos de Teatro El Portazo. La nueva concepción en el diseño escenográfico y de vestuario, realizada por Norlys Briones, brinda una visualidad renovada en la que se proyecta aún más la influencia del cabaret y el trabajo con cierto gusto kitsch como característica del universo visual de estos típicos y excéntricos personajes de ciudad. El diseñador cuenta:

Yo me puse a estudiar la dinámica de los espectáculos de la época y de los de ahora y quise romper un poco con la visualidad habitual del diseño del Mirón para estos tipos de espectáculos de calle, más enmarcados en los grises y carmelitas. En el caso de La Pamplinera llevaba color porque cuando me pongo a investigar el comportamiento y la psicología de este tipo de personajes, percibí que ellos no suelen combinar colores, sino que construyen el vestuario con lo que van encontrando, y eso me inspiró.

La escenografía anterior tenía un andamiaje más grande, tenía 22 tarimas, pero en este nuevo proceso logramos hacer más funcional la mecánica, tracé una idea nueva para armarla y desarmarla, y me propuse aligerarlas. Desde la composición me propuse cambiar la parte del show de Sabadel, por lo que quise reforzar ese efecto colorido del cabaret; inspirado en la casa de la propia China, colocamos unas cortinas de una tela que aparenta vejez, pero también utilizamos elementos como las palmas, muy común en los shows de Varadero, y las chapitas en el vestuario. Siempre respetando que la escenografía no se tragara a los actores, asunto que a veces los diseñadores no atienden. Tuve en cuenta hacerle escaleras, y acomodar más al actor para trabajar en ella. Quise que esa canción final, el cierre, reforzara más su sentido de fiesta, y de colorido.

La Pamplinera, sin dudas, es un fructífero ejemplo de cómo investigar desde el arte y crear esos vínculos entre símbolos, imaginarios, la realidad, el público y el teatro.

Exposición Nasobucos disponibles. Foto: Cortesía de la autora

El espectáculo danzario también estuvo muy presente en este Callejero, la Compañía Danza Espiral presentó, en el parque de la Catedral, ¡La Parada!, obra en la que siete bailarines transitan del ensimismamiento en sus teléfonos móviles al contacto directo con los cuerpos; danza de estilo contemporáneo marcada por la improvisación que provocó un interesante momento de irrupción en la realidad cotidiana de los transeúntes, quienes quedamos extasiados al ver el ágil movimiento de los bailarines. Asistimos a la apropiación del espacio urbano mediante la interacción directa de los bailarines con objetos como bancos y esculturas, y con el público, lo que fue sin dudas un extraordinario momento de creación poética con el cuerpo en medio del andar cotidiano de la vida matancera.

Otros dos momentos resultaron sin duda memorables, uno fue la presentación de un libro, y el otro de un documental, que sirvieron como muestra de ese eficaz e imborrable vínculo que puede alcanzar el teatro con las comunidades. El libro se titula A Baracoa me voy… Una cruzada teatral, escrito por la teatróloga Isabel Cristina López Hamze y el fotógrafo y documentalista Jorge Ricardo Ramírez, texto que revela el día a día del trabajo de los teatristas durante uno de los eventos más relevantes del acontecer escénico cubano: la Cruzada Teatral Guantánamo-Baracoa, en la que durante un mes diversos colectivos escénicos recorren comunidades rurales realizando presentaciones y conviviendo con los pobladores. El libro muestra desde la fotografía, el testimonio y el relato, el extraordinario valor y el inmenso empeño que constituye tamaña obra, devela el paisaje en su majestuosidad, al igual que el teatro en su capacidad de brindar alegría, aprendizaje y calor a la gente.

El documental Tropa en tu barrio Albio Paz, dirigido por Danny Hernández, nos adentra emocionados en la experiencia previa al evento, cuando se realizaron las primeras tropas, y nos hace testigos del impacto que tamaña experiencia ha tenido entre los artistas y entre el público.

Muchas otras vivencias de esta edición serán, sin dudas, memorables, como el performance Mas amor menos muros, que inauguró el evento en la Plaza de la Vigía, en el que se fusionaron los bailarines de Danza Espiral y los actores de El Mirón Cubano; o el concierto Un canto para mi niño, como una feliz y necesaria combinación de música en vivo; y los audiovisuales que nos han acompañado por las redes sociales, las estatuas vivientes, el merecido homenaje a Dagoberto Gaínza, Premio Nacional de Teatro 2021, y a los actores que cumplen diez años de trabajo en El Mirón Cubano; el evento teórico que ocupó las tardes de cada jornada, así como el loable trabajo de los narradores orales relatando historias por las plazas; el espectáculo La calle de los títeres, de Teatro Papalote; los variados espectáculos que forman parte de La Función más larga; y especialmente el concierto de clausura de Tony Ávila y su grupo; todos esos momentos serán especiales en nuestra memoria por evidenciar la victoria de un reencuentro soñado y merecido. Felicitaciones a todas las instituciones y artistas que trabajaron por ello.

“La Pamplinera juega a hacer realidad el delirio de un afamado personaje de la vida cotidiana matancera, y lo lleva a escena en una maravillosa hibridación entre el teatro musical, el teatro de calle y el performance”.

En medio de un contexto mundial donde el cuidado ha sido un tema fundamental de nuestras dinámicas cotidianas y de nuestros debates políticos y sociales, el teatro revela, mediante estos momentos y desde la concepción misma de esta XI edición de la jornada, uno de los matices más importantes de dicho fenómeno, esa capacidad del arte de propiciar ese cuidado sin olvidar el acompañamiento cercano, caluroso, esperanzador, incluso íntimo desde la distancia, así como creativo en sus nuevas maneras de hacer el arte presente y de propiciar el encuentro entre la gente.