Por unos días de desintoxicación sonora

Fiorella Franco Duany
16/1/2020

Llegar a la UNEAC, un sitio ya bien conocido para mí desde la infancia por mis andares entre artistas, ver cómo minuto a minuto se fue abarrotando de gente, una pareja de ancianos, algunos estudiantes de la universidad, los cantantes y músicos de siempre que hacen sus descargas, ahí, en el Patio de la Jutía Conga. El proceso se dilata, unos minutos, una horas. Disculpen, algunos pequeños inconvenientes con la logística, ya falta poco.

Nadie se mueve, va a comenzar un proceso de desintoxicación sonora, vamos a olvidar por unas horas cualquier tipo de ruidos externos de bocinas con trap por las calles, vamos a olvidarnos de la vecina que pone los bafles a todo volumen con reguetón del que no es tan bueno.

Ya es la hora, ya llegan los músicos, ya se siente el saxo afinando, ya la pianista toma su lugar. ¡Hay un pequeño problema!, dos músicos no han podido aterrizar en la ciudad a tiempo. Oh, no, no es un problema, cuando estás en una ciudad musical, cuando hay un festival, de jazz, cuando hay músicos por doquier, eso no es un problema. Suben al escenario David y Daniel, un bajista ecuatoriano y un joven baterista santiaguero, se unen en un solo ritmo a Erick Jon, que llegó de La Habana a Santiago en este festival Jazz Plaza, que por cuarta vez consecutiva tiene como subsede a la ciudad de Santiago de Cuba.

Santiago de Cuba también es sede del Jazz Plaza. Foto: Tomada de Cubadebate
 

Erick Jon desborda energía en el pequeño patio de la UNEAC de la ciudad, caliente en cualquier época del año. Fusiona temas de la música cubana como “Lágrimas Negras” a tiempo de jazz. Los músicos nuevos se ensamblan de lo mejor con el joven cantante, tal parece que tocan juntos desde siempre. Sube un señor, Balón, se sienta en las congas y comienza a improvisar, luego una mujer, Albis, que lleva días conversando con Erick por facebook, y a la que él mismo le prometió que si iba al concierto cantaría junto a él, y así fue. El púbico ovaciona, y más lo hace cuando se suma a la improvisación el presidente de la filial santiaguera de los escritores y artistas, Rodulfo Vaillant. “Santiago se Calentó”, así decía el coro una y otra vez.

Como cuando hay jazz no se para, cuando la noche de la UNEAC llegó a su fin, muchos de los allí presentes, nos trasladamos al próximo espectáculo de la noche, en la sala de conciertos Dolores. Aquí se unirían el grupo Vocal Renacer, con aquellas voces que me remontaron a lo que he podido escuchar de los coros de afroamericanos en las iglesias. No pudo faltar el homenaje de los jóvenes a este género que siempre ha estado abierto a influencias de otras tradiciones musicales. Estudiantes del Conservatorio Esteban Salas, un cuarteto de Saxofones y una jazz band juvenil fueron parte de la noche que siempre terminará en el Iris Jazz Club, hasta el otro día, cuando comience nuevamente la revolución jazzística.