Prémiame por piedad, yo te lo pido
22/5/2019
Ha vuelto el Cubadisco, no solo a nuestra vida cultural, sino a su fecha original; un cambio que reclamaron algunos músicos, personalidades de la cultura y algunos medios. Regresa y parece que está dispuesto a borrar de su biografía social la dañada imagen que parece marcar su existencia. Al menos así se nota en el espíritu de sus organizadores.
Ciertamente, hace unas tres semanas se anunciaron los nominados, en una ceremonia en la que afloraron —como siempre ocurre— las dudas e insatisfacciones ante la omisión o inclusión de un fonograma en una categoría X; o los velados movimientos en cuanto a la interpretación de una categoría. Y es que dudar o desconfiar son actitudes propias de humanos, y tengamos presente que quienes seleccionan, escogen o simplemente nominan también son humanos; en ese proceso intervienen, además de criterios profesionales (de los que no hay dudas), emociones, simpatías y, por qué no decirlo, hasta posiciones antagónicas y rencillas personales pasadas o presentes.
Sin embargo, en la selección de este año, los escogidos para juzgar mostraron una madurez profesional a toda prueba, muy a pesar de las diferencias estéticas que pudieran manifestar y sus preferencias personales.
Un punto a favor de esta primera etapa del Cubadisco es la diversidad de propuestas presentadas por músicos y productores residentes fuera de la Isla, o ajenos a las casas discográficas nacionales. Ellos, y así habrá que reconocerlo en algún momento, también forman parte del patrimonio musical de la nación y muchas veces son embajadores anónimos de nuestra cultura en los cinco continentes.
Hasta este punto todo indicaba que lo que vendría, estaría cargado de emociones, sorpresas y mucha música. Pobre mortal que adoraste la carnada primigenia.
La segunda acción de esta edición del Cubadisco fue la gala de premiaciones. Parafraseando el bolero: “a un paso del desastre…”.
Uno de los grandes males que hoy acusa nuestro mundo del espectáculo es su probada y latente mediocridad, conjugada con una alta dosis de aburrimiento; y si hubiera que aderezarle un nuevo ingrediente, bien sería útil el amor por la omisión.
Lo primero que salta a la vista es que el “amor al gigantismo” devino en un teatro vacío; hablo de secciones que la TV mostró donde no había público. Y pregunto: ¿alguien tiene claro que los involucrados, directa o indirectamente en este asunto, no superan el millar o un poco más si acaso? Entonces, ¿por qué reunirlos en un teatro de 5 000 lunetas?
Segundo punto a considerar: quienes diseñan y producen el show televisivo olvidan que el televidente medio desconoce los nominados, por lo que no mostrarlos solo genera dudas y apatía sobre la propuesta.
Y tercera entre muchas otras: fue vergonzosa la combinación Aragón/Michel Herrera. Musicalmente fue un irrespeto a la orquesta emblemática de Cuba. Nadie duda de las buenas intenciones de la propuesta; pero de ahí a que sea algo desbordante, hay un largo trecho. Intento explicarme: nada que ver musicalmente, sobre el escenario son dos mundos opuestos, antagónicos. Nunca entendí en qué se vinculaban, de hecho, me parecieron humillantes los solos de la banda de Michel Herrera si se comparan con la parsimonia musical del tema elegido. Yuxtaponer un son-cha a una descarga de latin jazz no es para nada interesante; máxime cuando no hay un hilo conductor, o para decirlo en términos académicos, el leitmotiv no existe. Dramatúrgicamente no tuvo ni pies ni cabeza. Lo mismo que la apertura de la gala.
Y hablando de dramaturgia. Es hora de buscar nuevos horizontes y propuestas en términos de dirección de TV y puestas en escena que reflejen la impronta del Cubadisco en la cultura de la nación, y no como esta, que es un remedo mal pensado de otras que ya hemos visto.
Estas son unas primeras notas para “calentar la ilusión”, como bien diría un son cantado por Adriano Rodríguez y la Orquesta Mágica de La Habana.
por Canta, disfruta y crece.