Para Alfredo Guevara

El número 140 de la Revista Cine Cubano revela una singularidad, fue concebido para la fusión de textos publicados en ediciones anteriores y a la vez, combinado con entregas inéditas. Pero, se impone destacar que los artículos y ensayos que conforman todo su cuerpo, incluida la Ley de creación del Icaic (Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos), se advierten como reflexiones antológicas esenciales, que nos permiten adentrarnos en algunos capítulos e hitos de la cinematografía cubana.

No pretendo hacer un recorrido exhaustivo sobre cada uno de los contenidos de este número de Cine Cubano. Tan solo apuesto por significar algunos de los trabajos que considero fundamentales, con el deseo expreso de invitarlos a que descubran las fortalezas de las 112 páginas que conforman dicha edición.

“El Icaic fue la primera institución cultural creada por la Revolución cubana. Resultó un verdadero desafío para la nación gestar una entidad que impulsara el cine nacional”. Foto: Tomada de la ACN

La revista abre con la Ley 169 de creación del Icaic, publicada el 24 de marzo de 1959. Subrayo que fue firmado por el entonces primer ministro Fidel Castro Ruz y Armado Hart Dávalos, que esa etapa ocupaba la cartera de ministro de Educación. Les comparto algunos de sus Por cuanto:

– El cine debe conservar su condición de arte y, liberado de ataduras mezquinas e inútiles servidumbres, contribuir naturalmente y con todos sus recursos técnicos y prácticos al desarrollo y enriquecimiento del nuevo humanismo que inspira nuestra Revolución.

– El cine —como todo arte noblemente concebido— debe constituir un llamado a la conciencia y contribuir a liquidar la ignorancia, a dilucidar problemas, a formular soluciones y a plantear, dramática y contemporáneamente, los grandes conflictos del hombre y la humanidad.

– Nuestra historia, verdadera epopeya de la libertad, reúne desde la formación del espíritu nacional y los albores de la lucha por la independencia hasta los días más recientes una verdadera cantera de temas y héroes capaces reencarnar en la pantalla, y hacer de nuestro cine fuente de inspiración revolucionaria, de cultura e información.

– Nuestro País y cultura poseen características vocacionales perfectamente definidas, tipos, fórmulas expresivas, música, danza, costumbres y ambientes y paisajes de gran atracción y cuyo impacto y popularidad constituyen un hecho probado a través del interés y afición de los públicos de todas las latitudes.

Estos apartados se erigen como principios y rutas de una política donde la formación intelectual de los cubanos se imprime como el centro de esta ordenanza. El Icaic fue la primera institución cultural creada por la Revolución cubana. Resultó un verdadero desafío para la nación gestar una entidad que impulsara el cine nacional.

Secunda a esta ley el ensayo “Realidades y perspectivas de un nuevo cine”, de Alfredo Guevara, quién fue fundador y presidente del Icaic.

En el texto “Realidades y perspectivas de un nuevo cine”, Alfredo Guevara polemiza sobre las corrientes y cinematografías más descollantes en la década de 1960. Fotos: Tomadas de Internet

En esta entrega el autor traza y polemiza sobre las corrientes y cinematografías más descollantes en ese período. El neorrealismo italiano, La Nueva Ola francesa, más el cine estadounidense y soviético, son algunas de las paradas que se fijan en sus folios a manera de recuento. Señala títulos, directores, conquistas y los retos que se avistan en el horizonte.

Sobre este ensayo resulta pertinente poner valor líneas de ideas, que asumo como sustantivas. Guevara sentencia:

“La pujante industria norteamericana, y su corolario comercial, duchos en todos los caminos que conducen al dinero se encargaron de desarrollar lo que los estetas no podían apreciar en sus primeras manifestaciones por eso, vehículo idóneo del espectáculo teatral-circense, de las rarezas, y del drama, el cine se convirtió rápidamente en productivo negocio”.

En otra zona de su texto añade:

“(…) ha quedado habitualmente sujeto a su condición de industria y a la estructura mercantilista de la explotación de sus productos por lo que resulta el ejemplo más claro de la esclavización del arte en la sociedad contemporánea”.

No satisfecho con lo trazado en “Realidades y perspectivas…”, Guevara imprime otros apuntes con un señalamiento más radical:

“(…) la “mercancía” cinematográfica posee un poder de sugestión tal y es capaz de influir en el público tan intensamente que las oligarquías dominantes han tenido buen cuidado de embridar sus potencias reduciéndolas a la mínima expresión”.

El autor nos emplaza con una la aritmética que sigue interpelando al cine desde su creación en el año 1895 por los hermanos Lumière. “No se trata de desconocer su condición de industria, su desarrollo requiere de recursos, muchas veces costosos, para sostener su vitalidad. El asunto medular es ¿para qué hacemos cine? Obviamente eludo la retórica de para quién”.

“Las imágenes deben cobrar un sentido que no lo dan las máquinas ni una creación inicial limitada de la que es aliado, el artista”.

Guevara lo boceta con una idea que amerita incorporar a este texto: “Las imágenes deben cobrar un sentido que no lo dan las máquinas ni una creación inicial limitada de la que es aliado, el artista.

“El cine ha de entretener. Esa es una condición intrínseca de sus evoluciones narrativas y sus articulaciones estéticas ante el lector cinematográfico. Pero ha de ser también un arte que enriquezca al ser humano”.

No es casual que esté incluido en esta compilación otro texto fundamental. En Cuba el cine busca al público, nos revela el sentido, el ingenio y los empeños de personas anónimas comprometidas con la socialización del cine.

En el año 1961 se funda el cine móvil que permitió llevar a los más recónditos parajes de la geografía de la isla filmes de valor cultural, históricos y estéticos. Este hito del cine cubano jerarquiza la voluntad del estado cubano de multiplicar las pantallas de cine como recursos de bienestar y enriquecimiento intelectual. En torno a dicha epopeya el cineasta cubano Octavio Cortázar filmó su legendario documental Por primera vez (Icaic, 1967). Esta acción que podemos interpretar como una leyenda, no deja de ser un poderoso antecedente de la política cultural de la Revolución donde la comunidad es ese espacio esencial que debemos “tomar” como escenario multiplicador de la conciencia nacional, donde el cine tiene un probado protagonismo.

“El quehacer de la Cinemateca resulta un reto para nuestro país, pues transitamos por condiciones económicas muy críticas que atentan con los designios de la labor cultural, social e histórica”.

Héctor García Mesa, fundador de la Cinemateca de Cuba (este año celebramos sus 65 años de existencia) narra en un texto breve los cometidos y la historia de esta institución fundamental dentro del panorama cinematográfico de la nación. “El quehacer de la Cinemateca resulta un reto para nuestro país, pues transitamos por condiciones económicas muy críticas que atentan con los designios de la labor cultural, social e histórica.

“Articular acciones que nos permita proteger el patrimonio cinematográfico cubano, que converge con la necesidad de seguir produciendo cine, se afianza como el eterno dilema. Es la lógica de un arte más que centenario, mandatado a seguir narrando historias con la urgencia de conservarlas, para que otras generaciones puedan verlas como legados imprescindibles.

“La Cinemateca, una institución legendaria del cine cubano, es fundamental para entender conquistas en temas como la formación, el intercambio internacional con otras cinematografías o el resguardo de documentos, que son también parte de sus cometidos sociales. Muchos en nuestra isla le debemos a la Cinemateca de Cuba el amor al cine y el conocimiento que hemos cosechado”.

“(…) Santiago Álvarez no podía faltar en los destaques de esta presentación. Su texto ‘El periodismo cinematográfico’, aflora como una de las joyas de este número”.

El mítico Santiago Álvarez no podía faltar en los destaques de esta presentación. Su texto “El periodismo cinematográfico”, aflora como una de las joyas de este número. A manera de provocación les adelanto dos ideas que el maestro del cine documental cubano expone con meridiana escritura:

“El periodismo cinematográfico, al acercarse a la realidad como noticia, enriquece el lenguaje del cine documental, ya que el cine documental actual no existe sin una cuota elevada de periodismo. El empleo de las estructuras de montaje permite que la noticia originalmente filmada, se relabore, se analice, se ubique en el contexto que la produce otorgándole mayor alcance, y una permanencia casi ilimitada”.

En otra parte de este texto señala:

“La eficacia artística y política de una obra cinematográfica reside fundamentalmente en la clara posición ideológica con que ha sido realizada, porque en definitiva la forma se hace hermosa cuando se basamenta en un contenido hermoso y no se es artista revolucionario si se produce un divorcio entre contenido y forma”.

Estas tesis de Álvarez entroncan con la interrogante que boceté al principio: ¿para qué hacemos cine? Es cuestión es fundamental para los hacedores del arte cinematográfico, y también, para los que ejercemos la crítica, el análisis o el ejercicio ensayístico.

“La eficacia artística y política de una obra cinematográfica reside fundamentalmente en la clara posición ideológica con que ha sido realizada”.

En el caso de los hacedores del cine no solo implica transitar por los procesos que son propios de sus oficios, lleva consigo, además, enfrentar contradicciones, polémicas, y lo que para mí resulta fundamental: la exigida respuesta artística y ética no exenta de contradicciones.

El cineasta contemporáneo observa con mirada privilegiada un horizonte global plagado de fake news y actos de deshumanización. Somos parte de un planeta donde se reciclan los injerencismos, las burdas provocaciones y las guerras. Frente a este horizonte nos corresponde construir una humanidad de paz.

Los actos bárbaros que comete a diario el estado genocida israelí contra el heroico pueblo palestino están documentados por ese periodismo cinematográfico que el maestro Santiago Álvarez nos revela. Sus tesis siguen vigentes y su ecuación se complejiza con las miles de horas que pueblan los cines, las pantallas de televisión y las otras que se ha incorporado en nuestras vidas con escrituras mediocres y narrativas banales. Hemos de seguir narrando y se impone hacerlo con un cine revolucionario. Asumo esta teoría no sólo en el sentido político que muchas veces se le imprime, nos toca renovar estéticas, puestas en escena o relatos, porque la sociedad global sigue ávida de historias.

“El cineasta contemporáneo observa con mirada privilegiada un horizonte global plagado de (…) actos de deshumanización”.

No podría faltar en mis paradas de presentación otra entrega excepcional. Me refiero al texto: “Una siempre renovada muestra de artes sugerentes”, de Alejo Carpentier, uno de los cubanísimos más ilustres, un sabio del arte, la cultura, la historia y el pensamiento de nuestra isla.

Carpentier fotografía otra conquista del arte cinematográfico cubano: los designios del cartel despojado de los tintes comerciales.

Los artistas cubanos del cartel, del afiche, libres de la idea fija de la incitación comercial, tratan de llevar un arte a la calle, allí donde lodos lo vean. El cartel de cine del Icaic es galería permanente, abierta a todos, puesta en las murallas, ostentosa en las esquinas, usándose en él de todas las técnicas de figuración: montaje, callare, reproducciones de imágenes paralelas, pop, op y hasta, cuando viene bien, remedos de viejos estilos, interpretados, transfigurados, en función de un título, de un contenido, de un mensaje determinado.

Este pasaje de Carpentier me permite recordar lo que entendimos en la historia del cine cubano como otra manera ─insisto en el uso del término revolucionario—, de hacer galerías públicas con carteles que destilaban como obras de arte.

Eran pegados en unas vallas arropadas por sombrillas metálicas. Cada estreno, cubano o internacional —incluidas las muestras de cine—, estaban acompañadas por hermosos, rompedores o sugerentes carteles ubicados en las principales arterías de La Habana. Era otra manera, no exenta de simbolismos, de convertir nuestras calles en espacios expositivos. Sin dudas, otra apuesta por socializar arte hecho cartel para los cubanos de a pie. Tan solo un dato revelador, el 18 de mayo del 2023 el Consejo Ejecutivo de la Unesco, con sede en París, aprobó la inscripción de la colección de carteles de cine cubano en el Registro Internacional de la Memoria del Mundo.

“Los artistas cubanos del cartel, del afiche, libres de la idea fija de la incitación comercial, tratan de llevar un arte a la calle, allí donde lodos lo vean. El cartel de cine del Icaic es galería permanente, abierta a todos”.

Muchos saltos de página doy en esta presentación para comentar otra entrega antológica, no solo de este número, también de la historia del cine cubano y latinoamericano. Me refiero al ensayo “Por un cine imperfecto del cineasta”, maestro, teórico y gestor del arte y la cultura cubana, Julio García-Espinosa.

Cuando fue publicado por primera vez se desataron revuelos, polémicas y dispares interpretaciones. Este ensayo, que podría ser entendido también como una declaración de principios, abunda en los desafíos que tenemos los cineastas del Tercer Mundo en un tiempo de agudas globalizaciones culturales e ideológicas. Muchas de las líneas de ideas que nos entrega el maestro García-Espinosa tiene total vigencia en la contemporaneidad.

Tan solo compartiré tres que resultan oportunas para el horizonte de cineastas que apuesten por hacer obra en condiciones dantescas, donde se pondera el cine más comercial.

El texto irrumpe en su primera línea con un enunciado radical, claramente provocador. García-Espinosa lo resuelve en tono de sentencia: “Hoy en día un cine perfecto —técnica y artísticamente logrado— es casi siempre un cine reaccionario”.

“Este número 140 de la Revista Cine Cubano lo conforman también, otros trabajos enriquecedores, de diálogos constructivos o de corte historicista”.

Casi que a continuación su autor sube el tono de sus palabras con un poderoso inventario de preguntas que responde en el cuerpo del ensayo. Se las adelanto como veladas provocaciones para que no falten en las lecturas de los asistentes de esta presentación y de los que puedan acceder a sus páginas. Y es que el conocimiento ha de socializarse, multiplicarse de todas las formas posibles. Sobre todo, el que nos genera interrogaciones o nuevas puertas que aún no hemos tocado, como parte de un esencial ejercicio del pensamiento. Julio se pregunta:

“¿Por qué nos aplauden? Sin duda se ha logrado una cierta calidad. Sin duda hay un cierto oportunismo político. Sin duda hay una cierta instrumentalización mutua. Pero sin duda hay algo más.

“¿Por qué nos preocupa que nos aplaudan? ¿No está, entre las reglas del juego artístico, la finalidad de un reconocimiento público? ¿No equivale el reconocimiento europeo —a nivel de la cultura artística— a un reconocimiento mundial? ¿Qué las obras realizadas en el subdesarrollo obtengan un reconocimiento de tal naturaleza no beneficia al arte y a nuestros pueblos?”.

Este número 140 de la Revista Cine Cubano lo conforman también, otros trabajos enriquecedores, de diálogos constructivos o de corte historicista. La columna vertebral de su traza intelectual y sus pautas editoriales apuestan por significar algunos de los hitos de la cinematografía cubana, resuelto desde el ejercicio del rigor y la suma de lo impostergable, hechos que son esenciales conocer y acercarnos a la historia del cine cubano revolucionario.

Los textos, “La primera exhibición y producción cinematográfica en La Habana”, de Emilio Roig de Leuchsenring; “Reflexiones en torno a una experiencia cinematográfica”, de Alfredo Guevara; “Informe y saludo ante el Primer Congreso Nacional de la Cultura”; “El documental cubano, cuatro décadas”, de Mario Naíto; “La historia del cine contada por su música”, de Frank Padrón, y “No hay cine adulto sin herejía sistemática”, de Rufo Caballero, deberían ser paradas “obligatorias” para los lectores de este número. Aunque los convido a leer el número íntegramente, pues no deja de ser un “libro compilatorio” sobre cine cubano.

Este 2025 se cumplieron 60 años de la segunda visita del Comandante Ernesto Che Guevara a la República de Argelia. Intervino en el Seminario Económico de Solidaridad Afroasiática que se celebró en esta ciudad entre el 22 y el 27 febrero de 1965. Con este recordatorio los convido a leer, también, la nota que le hace el Che al entonces presidente del Icaic, Alfredo Guevara, donde revela su complicidad con los poderes del cine.

Muchas gracias.