Smart
30/6/2016
La revista Smart, al igual que su par, Social —pero sin la enorme trascendencia de esta en la vida cultural cubana e, incluso, indirectamente, en la política— fue una publicación de gran lujo dedicada a la alta sociedad habanera. Con excelente papel y un moderno diseño gráfico, a lo cual se suma la relevancia de sus colaboradores, pese a su corta existencia (entre octubre de 1921 y diciembre de 1922), puntea como una publicación digna de tenerse en cuenta en los anales de la prensa cubana.
Su director fue W. Gómez Colón, pero quien llevaba el peso era el cronista más célebre de la época, Enrique Fontanills, cuyas reseñas de actividades sociales de la aristocracia cubana —a lo cual se dedicó con mayor empeño— lo hicieron tan célebre como demandado en aquellos años. En la actualidad estos trabajos suyos, si se leen, es solo para apreciar una prosa rimbombante matizada con frases y modismos provenientes del inglés y el francés, todo del peor gusto, pero en aquel momento hicieron época. Que Fontanills estuviera presente en una fiesta de “ringo rango”, como entonces se decía, y, posteriormente, la reseñara para un periódico, era sinónimo de la más alta distinción.
Sin embargo, el director artístico de Smart, Enrique García Cabrera, sí era una figura reconocida de la plástica cubana, en particular del dibujo, con antecedentes como redactor artístico en las publicaciones El Fígaro, El Automóvil de Cuba, La Lucha y El País, entre otras; además de ser director artístico de las promociones publicitarias de las firmas comerciales que regenteaban las tiendas El Encanto y, ya desaparecida Smart, Fin de Siglo. Años después fue ilustrador de Carteles y autor de portadas a color para la revista Bohemia. Realizó numerosas obras de carácter decorativo para edificios públicos y colecciones privadas. Desde 1921 fue profesor de la Cátedra de Pintura Decorativa de la Escuela Superior de Artes y Oficios de La Habana, asignatura que luego impartió en San Alejandro, donde ingresó en 1926 como parte del claustro de profesores. Fue director de esa institución y Miembro de la Academia Nacional de Artes y Letras. Publicó una obra titulada Compendio de Estilos. A su muerte en 1949 dejaba detrás el respeto y la admiración de sus contemporáneos y una sólida obra pictórica.
En abril de 1922 la jefatura de redacción de Smart fue a manos de Alberto Lamar Schweyer, otra figura interesante —y controvertida— de nuestro panorama literario. Nacido en Matanzas en 1902, tuvo una corta vida, pues falleció en La Habana en 1942, lo que no impidió que desarrollara una amplia carrera literaria; aunque el poco tiempo que estuvo en Smart no es representativo de su quehacer, desplegado con mayor solvencia en años posteriores.
Lamar abandonó estudios universitarios de derecho y de filosofía y letras para dedicarse al periodismo y en 1918 empezó a trabajar en la redacción de Heraldo de Cuba, mientras que su labor literaria la inició en las revistas Social y El Fígaro. Colaboró además en Cuba Contemporánea y El Mundo, a la vez que se desempeñó como jefe de redacción en Smart. Fue miembro del Grupo Minorista liderado por Rubén Martínez Villena, al cual pertenecieron, entre otros, Alejo Carpentier, Emilio Roig de Leuchsenring, Regino Pedroso y José Zacarías Tallet. Al ocupar el poder Gerardo Machado en 1925 se vinculó a su gobierno, lo cual le valió su expulsión del citado núcleo integrado, en su mayoría, por intelectuales y artistas de una proyección política avanzada. Sirvió a dicha dictadura a través del periodismo, mediante libros —Biología de la democracia, por ejemplo— y conferencias. Al caer el gobierno abandonó el país, al que no regresó hasta pasados algunos años, para vincularse de nuevo al periodismo.
Smart abrió sus páginas a la crónica social, pero también publicó poemas, cuentos, algunos trabajos sobre arte e historia, crítica literaria en su sección “Bibliografía”, así como trató temas feministas. Brindó un amplio material gráfico —artísticamente dispuesto gracias al arte de García Cabrera—relacionado con la actualidad nacional; mientras que firmas reconocidas prestigiaron la publicación: Agustín Acosta, Rafael Suárez Solís, el ya mencionado Rubén Martínez Villena, María Villar Buceta, Miguel de Carrión, José Antonio Ramos, Raimundo Cabrera, Jorge Mañach y José María Chacón y Calvo, entre otros muchos nombres importantes del panorama literario.
De Carrión, autor de dos novelas emblemáticas de la narrativa cubana, Las honradas (1917) y Las impuras (1919), se publicaron cuentos como el relato “Noche Buena” —publicado en 1924 de manera independiente—, así como algunas narraciones que nunca recogió en libros y que, posteriormente, se incluyeron en La última voluntad y otros relatos (1975). De un poeta popular en su tiempo y muy prolífico —hoy apenas recordado, Gustavo Sánchez Galárraga, autor de la muy repetida composición “La lágrima infinita”, se dieron a conocer poemas como “Tricálogo”, de fáciles resonancias musicales y gratuito sentimentalismo:
Si el amor que en el aire has vertido,
por un negro y amargo avatar,
ves en odio y rencor convertido:
Ama siempre… La vida es amar…
Si después que cavaste en la arena
y erigiste en el viento, tu ser
al hastío feroz se encadena:
cree siempre… La vida es creer…
Aunque el fruto que dé tu sembrado
no lo pueda tu mano cortar,
y otro coja lo que has cultivado:
siembra siempre… La vida es sembrar…
Es sembrar
es creer
y es amar…
La vida limitada en el tiempo de Smart no impide tender sobre ella una mirada de reconocimiento para constatar la relevancia de la mayoría de sus colaboradores y disfrutar, a la vez, del hermoso diseño gráfico que la acompañó durante su breve existencia