Un poema trascendente en la obra lírica de Martí
15/12/2016
En el primer número de la revista La Edad de Oro, luego del relato “Tres Héroes”, verdadero pórtico ideológico de la misma, aparece bajo la denominación de “Versos” el poema “Dos milagros” [1]. En esta deliciosa estancia [2], devenida relato lírico con motivos pictóricos, las imágenes antitéticas que se manifiestan en cada una de las estrofas también se complementan —lo analógico se esboza a través de la recurrencia de las antítesis—. Igualmente, las recorre un pensamiento analógico: la manifestación de lo antitético también esconde —contiene— lo analógico y, por supuesto, lo dialéctico: el bien dentro del mal, en la primera estrofa; la vida dentro de la muerte, en la segunda estrofa. Un concepto va irrumpiendo —hacemos énfasis en la cualidad irruptora— del otro. Porque, como se afirma en alguna parte de la revista, Martí sabe que “La vida es como todas las cosas, que no debe deshacerlas sino el que puede volverlas a hacer” [3].
La profunda plasticidad del texto, su condición de instantánea [4], es apreciable más allá de los espacios superpuestos que mudamente enlaza el poema:
Iba un niño travieso
Cazando mariposas;
Las cazaba el bribón, les daba un beso,
Y después las soltaba entre las rosas.
Por tierra, en un estero,
Estaba un sicomoro;
Le da un rayo de sol, y del madero
Muerto, sale volando un ave de oro.
Aquí las mariposas han sido conducidas a un espacio de fecundidad, de vida. Queda así contenido en un ingenuo gesto el decursar dialéctico de la existencia, de la naturaleza. En el poema, un hecho —una estrofa— definitivamente va entrando en el otro —la otra— con una coherencia muda. El milagro mayor emerge en esas dos imágenes bordadas, circunscritas, puestas en voz del sabio, cuyo ojo escudriña, tras los saltos, los eslabones de la naturaleza. El poeta nos dice que la naturaleza guarda y muestra un poder de autoconservación —y leyendo aquí a través de toda su poesía, de orden— que raya en lo sobrenatural, en lo divino, todo lo cual es tamizado por un profundo goce espiritual de la mirada [5].
Martí con esta joya comienza a sensibilizar al niño y al joven con la poesía otra: “la sana y la útil que nace del conocimiento del mundo”, les sensibiliza mostrando el profundo misterio de un hecho natural. No contagia su ánimo con sensiblerías, propósito explícitamente declarado por él [6]. De los poemas de la revista, este es el que me parece más estrechamente vinculado con el proceso de génesis y evolución de su poesía [7]. El mismo recuerda y consolida más directamente la preocupación temprana del poeta por el concepto de armonía universal que exhiben tantos poemas anteriores de Martí, entre ellos, “Síntesis”, escrito durante su estancia en España en 1873, y el tratamiento de la naturaleza siempre en función de las vivencias. En este poema los procedimientos analógicos están más depurados: la manifestación del enlace, al dejar de ser evidente, se complejiza y asimila la antítesis, como hemos explicado anteriormente. En él quizá lo que más se acerque al universo de la literatura infantil sea la lección de naturaleza moral contenida en el plano ideotemático del poema. Así, el examen acucioso del mundo físico nos devela, como ocurre en “Dos Milagros”, que el bien puede nacer dentro del mal y la vida nace de la muerte.