En el paisaje cinematográfico presentado en la 46 edición del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, una película logró conciliar la risa incómoda con una profunda reflexión existencial. Se trata de Un poeta, la coproducción colombo-germano-sueca dirigida y escrita por Simón Mesa Soto, un filme de 120 minutos que desmenuza con agudeza y compasión la figura del artista fracasado y le otorga una humanidad torpe y conmovedora.

El largometraje, rodado en grano 16 mm para subrayar su estética deliberadamente imperfecta y visceral, sitúa su acción en las calles de Medellín. Su protagonista es Óscar Restrepo (Ubeimar Ríos), un hombre de mediana edad cuya juventud como promesa literaria ha quedado reducida a un puñado de anécdotas borrosas y dos libros olvidados.

Sumido en el alcoholismo y la inercia, viviendo con su madre y distanciado de su hija, Óscar encarna el arquetipo del poeta maldito, pero despojado de todo romanticismo. Su existencia gris encuentra un giro inesperado cuando, obligado por la necesidad económica, acepta un puesto como profesor y descubre el talento crudo de Yurlady (Rebeca Andrade), una joven estudiante.

Óscar encarna el arquetipo del poeta maldito, pero despojado de todo romanticismo. Foto: Tomada de Internet

Este hallazgo le devuelve un propósito e inicia una relación de mentoría que, sin embargo, se ve salpicada por sus propios demonios, sus torpes intentos de conexión y un sistema social que mira con desconfianza a un hombre que no encaja en ningún lado.

La maestría de Simón Mesa Soto, reconocido previamente con una Palma de Oro en Cannes por su cortometraje Leidi, reside en su habilidad para navegar el fino hilo entre la comedia negra y el drama social.

La existencia gris de este artista fracasado encuentra un giro inesperado cuando descubre el talento crudo de Yurlady. Foto: Tomada de Internet

La película evita con destreza caer en el patetismo o la condescendencia. En su lugar, construye un retrato tragicómico donde el humor nace del absurdo de las situaciones y la palpable desconexión del protagonista con la realidad que lo rodea. Esta aproximación permite abordar, con una honestidad desgarradora, temas universales y urgentes: la precariedad de la vocación artística en América Latina, la paternidad frustrada, la soledad del envejecimiento y la búsqueda de redención en los gestos más pequeños.

Un poeta trasciende la anécdota particular para convertirse en un espejo en el que pueden mirarse todos aquellos que han luchado por mantener viva una pasión frente a la indiferencia del mundo.

Resulta fundamental que el cine aborde narrativas como esta, pues ilumina las grietas de un ecosistema cultural que a menudo glorifica el producto terminado mientras ignora el costoso y solitario proceso de creación.

Un poeta alcanzó la consagración en el Festival de Cine de La Habana al alzarse con el máximo galardón: el Coral a la Mejor Película de Ficción. Foto: Tomada de Internet

Mesa Soto, quien admitió en una entrevista anterior que el proyecto surgió de una crisis personal con su oficio, no solo retrata a un poeta, sino que elabora una metáfora penetrante sobre el propio cine independiente: la presión por encontrar financiación, la tentación de amoldarse a los gustos de los festivales, y el riesgo de que la docencia se convierta, más que en una vocación paralela, en un refugio para sueños aplazados. Al hacerlo con un tono autocrítico y desprejuiciado, la película invita a una reflexión colectiva sobre el valor del arte en una sociedad regida por la lógica del rendimiento inmediato.

El reconocimiento a este logro cinematográfico no se hizo esperar en La Habana. En la ceremonia de entrega de los Premios Coral, celebrada en el Cine Charles Chaplin, Un poeta alcanzó la consagración al alzarse con el máximo galardón: el Coral a la Mejor Película de Ficción. Además, la potencia y veracidad de la interpretación central fueron justamente honradas con el Coral a la Mejor Actuación Masculina para Ubeimar Ríos, cuya encarnación de Óscar Restrepo mezcló la vulnerabilidad, la obstinación y un humor involuntario de forma memorable.

Estos laureles reafirman el papel del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano como plataforma esencial para visibilizar y celebrar aquellas historias que, desde la periferia, hablan con voz propia y resonante de las complejidades de nuestro tiempo.

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