Se ha vuelto cliché en el gremio, frase hecha y hasta hashtag, pero ciertamente, “el arte salva”. Es de esas cosas que surgieron para hacer amar, para querer con el corazón de los otros, de los que saben cómo. Bálsamo en los momentos más inconcebibles. Así ha sido siempre, por fortuna.

Cuando aprieta el daño más hondo y eterno de todos, el del alma, cada quien busca sus mecanismos para drenar. Los que mejor se adaptan aplican a Darwin y conviven con el sufrimiento, transformándolo en lo que de a poco les ayuda a seguir: hallan en la resignación la cura llegando a venerarla luego. Los que no pueden con la cruz conforman la otra parte de la historia, igual de necesaria. Yo no defino aún si por suerte o desgracia estoy en el bando de los que siguen con el pus a cuestas, pero lo agradezco. Ya no sé vivir de otro modo que no implique drenar. Masoquismo, tal vez, le llaman los psiquiatras.

Me llegó la fecha impostergable, la del dolor sin remedio y nada de lo planificado como rito de alivio fue a feliz término, cosa habitual, forma parte ya de nuestra dosis de tormento. Pero por suerte, coincidió con Una salva de porvenir, he ahí entonces que puse en práctica mis mecanismos darwinianos.

La Brigada artística de la filial santiaguera Asociación Hermanos Saíz (AHS), institución que agrupa a la joven vanguardia hacedora de arte en Cuba, partió rumbo a las lomas, allá donde el mar también se abre paso para conformar el más bello municipio de Santiago de Cuba, Guamá. Teatro, literatura y música llevamos por todo el Plan Turquino desde el viernes 14 de julio hasta el domingo 16. Unirme a la gira sería la cura más efectiva al pesar que me inundaba, y de seguro, como a mí, muchos de los que fueron cargaron también sus tormentos en un frasco, con la esperanza de zambullirlo en el mar para renacer limpios mientras ofrecíamos lo que mejor somos capaces de dar: arte.

Llegamos hasta Chivirico rozando la media jornada, trasbordamos a un camión descapotado, listo para hacernos aventurar atravesando la Sierra Maestra hasta la comunidad Los gallegos. La mayoría no teníamos idea de dónde quedaba aquello. Vimos seguir el camino de siempre en cada gira, la ancha carretera de nuestras playas del sur a un lado y las imponentes montañas al otro, mas el Kamaz se desvió en una curva por debajo de un puente y comenzó la verdadera travesía.

Resulta a veces inimaginable el que pueda franquearse una montaña, como si nos enterráramos en ella, dejándola al descubierto, exponiendo sus más íntimos secretos. No es cosa fácil, la verdad. Aquel camino que no era camino a gusto, sino más bien un surco hecho a mano desyerbando y quitando piedras, nos llevaba con el corazón en la lengua. Llegamos entonces pasadas las doce del mediodía hasta Los gallegos, donde hicimos la primera parada de la gira.

Es la segunda vez que vivo la experiencia Una salva de porvenir y si tuviese que usar una sola palabra para definir lo que me ha significado, yo diría que “entrega”. Es un acto profundo de bondad.

Jamás había escuchado hablar de aquel lugar, excluido de todo, tragado por el monte. Una colega del grupo fijó un detalle en el que luego reparé: toda la gente de ahí se parecía mucho. Predominaba el patrón de ojos claros, conté tres heterocromias (cosa rara). Eso me hizo suponer que es una población con un alto índice de consanguinidad en su acervo genético, cruzamientos entre familiares cercanos. Recuerdo que alguien mencionó que Guamá era uno de los municipios con mayores índices de casos como esos. Es una comunidad bastante pequeña, además. Muchas niñas cargaban bebés en sus brazos o se les notaba el vientre abultado. Cuesta a veces ser conscientes de que todavía estas costumbres continúan, a pesar de las fechas que muestra el calendario…

Hubo muchos niños durante toda la gira, eso me hizo muy feliz. Trabajo para ellos haciendo teatro de relaciones junto al metodólogo provincial de esa especialidad en la provincia, Ricardo Martínez Benavides. Usamos mis cuentos infantiles como eje central de la presentación. Jugamos con los personajes y los vamos poniendo o quitando según surja. Cada comunidad es diferente y las personas no se comportan de igual modo, o no tienen los mismos intereses, así que van mutando escenario a escenario según acoplen mejor.

En esta ocasión la Brigada artística contó con la presencia del Grupo de Experimentación Escénica La Caja Negra, acompañado de otros músicos como el trovador Carlos Javier Álvarez Bravo, el saxofonista Yormanis Soto, jefe de la Sección de Música de la filial santiaguera de la AHS y profesor del Conservatorio Esteban Salas; el escritor Roberto Fournier, vicedirector de la Editorial Oriente, quien llevó libros infantiles para obsequiar en las comunidades. Entre ellos, algunos nuevos títulos: Estaciones y regresos, de José Raúl Fraguela, y El enamorado de la maestra, de Leydis González Amador. Dos hermosos volúmenes de poesía para niños, además de uno para colorear, con el que hice magia para inventarme las historias de cada figura.

También nos acompañaron el dúo de música urbana My Toska, integrado por dos jóvenes con los que la Asociación trabaja con vista a su próximo crecimiento en las filas de la AHS, es el caso de Yoel Cipriano y Margarita Morlot. Fue el espacio propicio también para que los nuevos vicepresidentes de la filial pudieran conocer más a fondo la importancia de la labor con la que se han comprometido en la organización.

Ese mismo viernes, 14 de julio, en la noche, estuvimos compartiendo con los pobladores de Uvero, en la Casa de Cultura del lugar. Hasta ellos llevamos el espectáculo Comerse la Noche, con el grupo La Caja Negra como anfitriones y la participación de los otros artistas de la Brigada. Fue el momento para homenajear a nuestra Mirtha Aguirre, cuando el escritor Roberto Fournier declamó uno de sus más profundos poemas, “Yo me acostumbro”.

El sábado 15 de julio estuvimos en tres poblados más de Chivirico. En la mañana nos recibió la comunidad La calabaza, donde la mayor afluencia de público que tuvimos fueron niños y a ellos dedicamos nuestro espectáculo. Luego fuimos hasta Marañón 1 y en la noche compartimos con los comunitarios de Bahía Larga.

Finalmente, el domingo 16 terminamos nuestro recorrido en Caletón, con una actividad especial para los niños, celebrando el día de la infancia cubana. Es hermoso trabajar para ellos. Le sacan a una la sensibilidad más recóndita. Son capaces de hacer aflorar la alegría de donde crees que se ha extinguido. Llenan el alma de goce y nada reconforta más que la gratitud de sus ojos.