La experiencia más verdadera

Esther Suárez Durán
22/9/2016

Los 12. Pensar con el cuerpo

A Los 12 me voy desde Teatro Estudio. Creo que ya estaba allí. Los 12 fue para mí la etapa de más rigor en toda mi vida; allí experimenté, por vez primera, un entrenamiento psicofísico, en el cual interviene la parte física del cuerpo (por decirlo así) y también su mente. Creo que es lo más cercano a la técnica de la expresividad del cuerpo, de sentir con el cuerpo, de sentir como una unidad completa a la hora de hacer un personaje, de expresar un sentimiento a otros. Yo creo que es el paso más importante, más verdadero dentro del ciclo por el cual he pasado. Es un entrenamiento para que el cuerpo todo, piense y se exprese. Es una técnica que me ha servido de mucho, la sigo aplicando en mis entrenamientos personales. Creo en este sistema actoral. El instrumento más importante que tiene el actor es su propia unidad.


Foto: Archivo La Jiribilla

No hay nada más verdadero que un actor capaz de expresar con todo su cuerpo, desde la punta del dedo gordo hasta el último pelo de la cabeza.

Estos ejercicios se llaman psicofísicos porque lo abarcan todo; los he utilizado incluso en grupos que no emplean esa técnica en su trabajo, porque no hay nada más verdadero que un actor capaz de expresar con todo su cuerpo, desde la punta del dedo gordo hasta el último pelo de la cabeza. También está la imaginación actoral, que tiene que estar presente, involucrada. Está el caso del entrenamiento de la voz, a través de los resonadores. La voz es algo que hay que entrenar porque así el actor posee mayores recursos sonoros. Nosotros aplicábamos el resonador frontal, el nasal, bucal, laríngeo, de pecho, occipital. Lo importante de entrenarse es que la cualidad expresiva de la voz, luego, sale sola. No es algo que uno, de modo consciente, se propone, sino que la emoción y la situación dramática es la que condiciona la calidad de la voz, del sonido.

Yo aplico Stanislavski y Grotowski; trabajo con los dos sistemas.

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Grotowski y Vicente

Aquel fue un estudio minucioso al frente del cual estaba un hombre como Vicente Revuelta, quien no solo es un gran actor y director, sino un gran teórico también y se metió de lleno en esa búsqueda.

Allí aprendimos a hacer la aplicación del acto. El acto se le llama, en términos de actuación, cuando logramos que el hecho se realice de verdad, que ya no haya ficción; lo que hay es un acto de vida.

Teníamos un fragmento en el espectáculo donde el actor se proponía lograr el acto, trataba de lograrlo, en el sentido de ser él, es decir, ya no estábamos representando. Debíamos mirar a los espectadores a los ojos.

Esto del acto es algo muy significativo, porque el máximo logro que puede tener el dominio de la técnica es cuando el actor logra sobrepasar la ficción y él está sintiendo una realidad, como puede ser el momento en que recuerda a alguien perdido que ha querido y llora, ese llanto es real, ya no es ficción, puesto que utilizó resortes personales para poder expresar determinado sentimiento.


Foto: Internet

 

Ahora uno se da cuenta, al pasar del tiempo, que el actor puede usar todo. Puede usar en el teatro tradicional elementos dados por Grotowski. Estos elementos yo los he utilizado incluso en el cine, en la televisión.La coincidencia con la memoria emotiva de Stanislavski

Es lo mismo o, al menos, algo similar. Siempre el máximo objetivo de los actores es poner nuestros sentimientos reales en función del espectador, de forma que a los espectadores les llegue una verdad. El objetivo es lograr un sentimiento genuino.

En Stanislavski hay elementos del acto. En el acto hay elementos de la memoria emotiva.

Nosotros también hemos visto a Grotowski como una evolución de Stanislavski. Ahora uno se da cuenta, al pasar del tiempo, que el actor puede usar todo. Puede usar en el teatro tradicional elementos dados por Grotowski. Estos elementos yo los he utilizado incluso en el cine, en la televisión.

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Peer Gynt

La obra estaba planteada como un ritual, no como una obra tradicional. El público también participaba de este ritual, aunque estuviera sentado sin hacer otro movimiento, pero la atmósfera era de ceremonia. No sé si era la disposición de los espectadores, la iluminación, el hecho de que se trataba de un tabloncillo, no de un escenario y una platea, no recuerdo si desde que entrabas había alguna música…, no recuerdo, pero sé que en ese salón había algo singular que no encuentras en otras salas de teatro; entonces, de este modo, en esta atmósfera no era difícil alcanzar la creencia y hacer mi trabajo.


Foto: Internet

 

Fin del grupo

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Cuando terminó, sentí una enorme frustración, porque tenía mucha ilusión con el proyecto. Era algo que no había acabado de fructificar. Porque cuando uno está experimentando tiene que esperar a que aquello se conforme… y aquello quedó trunco. Yo sabía que la obra Peer Gynt iba a tener una consecuencia artística, eso tenía que resultar en algo más preciso, pero nos quedamos en el proceso, porque Vicente no se sintió bien por su estado anímico y no pudo seguir. Estoy seguro de que a todo el que pasó por Los 12 esta experiencia le sirvió para progresar en su carrera, porque uno sale con otra visión, más adelantada, más profunda. Trabajamos con profundidad la expresión corporal, cómo canalizar la expresión de los sentimientos, fue un proceso importante de búsqueda, de verdadera experimentación.

 

Coherencia entre una experiencia de este tipo y la realidad sociopolítica de la época

La Revolución ya era tan poderosa que podía permitir eso. Creo que la búsqueda de cosas novedosas en lo expresivo cabía también dentro del proceso social, porque el nuestro, nuestro proceso artístico, era un proceso muy revolucionario, y ese tipo de cosas lo importante era que siguieran adelante, porque quién sabe qué tipo de paso adelante se lograba dar con un trabajo de ese tipo. Nosotros sentíamos que nos correspondía hacer revolución dentro del teatro. Podía resultar al final algo fallido, porque se trataba de un experimento, pero había que intentarlo, había que hacerlo para saber; no se podía detener la evolución del teatro. Fíjate que, en realidad, eso no llegó a nada, pero cuando estábamos trabajando en aquello pensábamos que dentro de un tiempo íbamos a encontrar, por lo menos, una línea de trabajo que podía ser muy novedosa, y las cosas novedosas son las que le corresponden a una Revolución.


Foto: Archivo Mincult

 

Resultados

En lo colectivo, no; pero en lo personal, sí. Ahora mismo yo estoy gozando de experiencias que todavía me sirven. Sigo echando mano de ese tipo de entrenamiento psicofísico, por eso con 75 años puedo actuar, puedo correr en escena si es preciso, utilizar mi voz sin dificultades, y cuando imparto mis talleres de expresión, de aproximación a la actuación, que es como le llamo, incluyo ejercicios psicofísicos y de resonadores.

Pasar por Los 12 fue una experiencia medular.

                                                                                  19 de febrero de 2010.

 

Nota: Fragmento de “La experiencia más verdadera”, entrevista a José Antonio Rodríguez. Actor y director. Tomado de Los 12: las sorpresas de la memoria, Ediciones UNIÓN, La Habana, 2016. Premio Pablo de la Torriente Brau. Género Testimonio. Concurso UNEAC 2014.