I. “El embargo es un derecho de Estados Unidos; la situación económica de Cuba nada tiene que ver con este, sino con la incapacidad de su gobierno”. No es embargo promover leyes en el Senado de una nación para legislar en otra. No es embargo fijar normas de comercialización a empresas de terceros países para que no se negocie con Cuba. No es embargo utilizar todas las influencias posibles sobre bancos y empresas de otros países para impedir el otorgamiento de créditos a la Isla. No es embargo perseguir a navieras y barcos para que no toquen puertos cubanos —ni siquiera cuando transportan combustible—, con el propósito de ocasionar serias afectaciones a todos nuestros ciudadanos. No es embargo mantener una plataforma activa de injerencia en los asuntos de otros Estados para influir en el comercio y las relaciones con el “embargado” y para promover la subversión en la Isla. Eso es guerra económica, comercial, financiera, diplomática, mediática… Va más allá de bloqueo cuando se trata de alimentos; cuando incluye medicamentos, material higiénico, instrumentos, partes y piezas cuya carencia cuesta vidas o dolor, práctica recrudecida en medio de la pandemia. Eso es genocidio de una poderosa potencia contra la rebelde Isla. ¿De qué derecho se habla? Acaso alguien con cierta lucidez puede creer que ello no afecta, y mucho, la situación de Cuba, por muy errática que haya sido la conducción de la economía. Alguna persona medianamente informada pudiera negar el pesado lastre del bloqueo genocida en la economía de un país pobre, con deformaciones heredadas del colonialismo y el neocolonialismo, sin suficientes recursos energéticos, bajo los avatares del cambio climático, en medio de la pandemia y con un acumulado de más de 60 años de guerra con Estados Unidos.

“La Isla siempre ha agenciado relaciones y medios para enfrentar estas agresiones que tanto sufrimiento han causado al pueblo”. Ilustración: Tomada del sitio web de la Presidencia de la República de Cuba

II. “El gobierno de Estados Unidos ha dado muestras de acercamiento al gobierno cubano, pero el gobierno cubano se ha mantenido inflexible a la negociación”. ¿Quién tiene que poner las cosas en igualdad de condiciones para una posible negociación? ¿Cómo pretender que un país sometido a presiones y agresiones deba dar muestras de algo? Sería como exigirle a David que quemara su honda para “negociar” con Goliat. Resulta abismal el nivel de crueldad de las doce administraciones de Estados Unidos, republicanas y demócratas —con las excepciones de los demócratas James Carter y Barack Obama, que mostraron voluntad de cambiar de táctica en la guerra contra Cuba— que han aprobado y continuado una política de agresión económica en materia de sanciones comerciales y financieras; operaciones abiertas de intimidación y chantaje o encubiertas bajo condiciones de otorgamiento de créditos a países y empresas; propaganda para la subversión, la manipulación y la desacreditación; cabildeo diplomático para aislar a Cuba; todo ello para que el gobierno revolucionario negocie bajo la presión de la carencia de créditos, en presumible situación de desorden y caos, miseria y hambre, desesperación y aislamiento: un plan rigurosamente documentado desde inicios de la Revolución. La Isla siempre ha agenciado relaciones y medios para enfrentar estas agresiones que tanto sufrimiento han causado al pueblo, y ha sobrevivido en condiciones de contingencia permanente; mantiene la confianza de muchos países, empresas y personas en el mundo que conocen bien la situación; ha evitado el caos usando la inteligencia y sorteado situaciones complejas; sobrelleva la escasez, y sus enemigos nunca han logrado matarnos de hambre ni provocar una sublevación general. El pueblo cubano, que en su mayoría defiende la Revolución y ha votado por el socialismo, apoya la negociación con Estados Unidos en igualdad de condiciones.

III. “El gobierno cubano es nacionalista y mantiene un régimen basado en esa ideología”. Para esta afirmación se parte de historias diferentes y de situaciones diametralmente opuestas entre un poderoso agresor y el rebelde agredido. Los yanquis consideran que ser soberano e independiente es ser “nacionalista”, igual que la metrópoli española tildaba de “deslealtad” aspirar a serlo. Supuestamente dejaríamos de ser “nacionalistas” si renunciáramos a nuestra historia de nación mestiza, “con todos y para el bien de todos”, bajo la convicción socialista de disfrutar de toda la justicia posible. La nación cubana, que se conquistó con el filo del machete contra España, derrotó militarmente a una dictadura fuertemente armada por los yanquis y se defendió hasta la victoria en Girón, ¿tendría que renunciar a esas conquistas para dejar de ser “nacionalista”? ¿Ser independientes para construir una patria de acuerdo con modelos propios es ser nacionalista? ¿Defendernos para ser soberanos es ser nacionalistas? Entonces, ¿el gobierno de Estados Unidos no es nacionalista? ¿No les hace creer a sus ciudadanos, e intentan hacerle ver al resto del planeta, que su cultura, sistema político, tribunales, sociedad, etc. son los mejores del mundo y todos los demás deben seguir su modelo? ¿Cuántas veces no enseñan su bandera y sus símbolos en cualquier imagen que vendan? ¿No es evidente que el nacionalismo de Estados Unidos, convertido en hegemonismo por su poder, constituye una peligrosa amenaza para la estabilidad mundial? ¿Ese nacionalismo exacerbado no puede conducir a lo que ya sucedió con el partido de Adolfo Hitler? ¿Acaso ya no estamos viendo señas de esas semejanzas con los seguidores nacionalistas, supremacistas, racistas, etc. de Donald Trump?

“¿Cómo pretender que un país sometido a presiones y agresiones deba dar muestras de algo?”

IV. “El gobierno de Cuba es patrocinador del terrorismo y por esa razón se mantiene en la lista confeccionada por Estados Unidos de países que no colaboran con el enfrentamiento a ese flagelo”. Lo proclama una potencia que tiene centenares de bases militares por todo el mundo para aplastar cualquier manifestación que amenace su supremacía geopolítica en cualquier área geográfica, sin importar que los gobiernos “aliados” que toleran esas bases sean terroristas, extremistas o asesinos: la única condición es que apoyen las decisiones de Estados Unidos, y eso también está suficientemente documentado. Lo afirman quienes confeccionan la lista de manera unilateral y sin que nadie se la pida, para presionar y chantajear gobiernos y condicionar la conducta de Estados, empresas y personalidades hacia Cuba. ¿Cuáles son las pruebas para esta acusación, evidentemente utilizada con fines políticos y que ha cambiado según pasan los años? El objetivo de esta política cínicamente selectiva, sin legitimidad alguna, es contar con la evasiva legal para mantener las agresiones contra Cuba, y eso ya lo sabe cualquiera. La inclusión en la espuria lista no solo contribuye a “justificar” los actos subversivos financiados y ejecutados por el gobierno de Estados Unidos o por organizaciones pantallas e individuos impresentables que reciben beneficios de esas partidas de dinero, sino que aspira a influir en la opinión pública mundial, sobre todo en quienes no poseen una información completa sobre la Isla, algo relativamente fácil cuando se controlan los grandes medios de comunicación. ¿Combate el terrorismo un Estado que se pasa meses sin pronunciar un veredicto definitivo sobre un ciudadano suyo que disparó contra una embajada en su capital? ¿Lucha contra el terrorismo un país por cuyas ciudades se paseaba impunemente el confeso autor intelectual de la voladura de un avión civil? ¿No es terrorismo de Estado torturar prisioneros en la base naval de Guantánamo que el pueblo cubano reclama legítimamente como parte de su territorio? ¿No es un acto de terrorismo de Estado continuar con las 243 medidas coercitivas unilaterales adoptadas por el gobierno anterior para rendir al pueblo cubano, aprovechando la situación crítica de la pandemia? ¿Quiénes son los terroristas?

“Va más allá de bloqueo cuando se trata de alimentos; cuando incluye medicamentos (…) Eso es genocidio de una poderosa potencia contra la rebelde Isla”. Tomado del sitio web cubadiplomatica.cu

V. “El régimen cubano es una dictadura, no una democracia”. Este mito ha ido cambiando con los tiempos, pero siempre utilizan “régimen”, no sistema, ni gobierno; antes era “régimen castrista”, ahora le han quitado el apellido y espero que no cometan la torpeza lingüística de llamarlo “díaz-canelista”. El mito se perpetúa porque se califica de “dictadura” a todo sistema que no practique la plutocracia bipartidista presidencialista de Estados Unidos; un modelo de gobierno en crisis, que ha llegado a exhibir imágenes como las de nuevos bárbaros asaltando su Capitolio. Y la mitología se reproduce cuando se continúa empleando la palabra “democracia” para hacer alarde de un Estado y gobierno cuyas normas y orden están concebidos para proteger a los más ricos. En Cuba se construye una democracia socialista, imperfecta e incompleta, cuyo imprescindible y constante perfeccionamiento nos corresponde, exclusivamente, a los cubanos. El apoyo popular a la Revolución Cubana en la construcción de su socialismo es el misterio que los yanquis nunca han podido descifrar. Ojalá lo intenten.