Notas al paso. Una lectura a la bibliografía sobre los versos de La Edad de Oro

Caridad Atencio
14/1/2016

Desde este nuevo siglo, un compás de recuento se impone en una zona quizá no abordada en su integridad de una revista más que centenaria: los poemas de La Edad de Oro. Estos poemas que han contemplado nuestro arribo a las primeras letras, que han sido llevados como eco en los aires, y paradójicamente han logrado un sedimento, nos imponen, al nivel de estos años, un testimonio, una aventura que intentaremos dejar en las siguientes páginas.

Estos granos de saber diseminados con precisión y sutileza en los diversos números de la revista [1], desde su salida, llamaron rápidamente la atención de los lectores y, sobre todo, de los escritores, que en sugerentes afirmaciones dejaban entrever el tuétano de dichas piezas poéticas. Manuel Gutiérrez Nájera el mismo año que vio la luz La Edad de Oro afirmaba acerca de su composición: “Y junto a la verdad que parece cuento, el cuento que es historia, el verso que es filosofía.”[2] Qué poderosa síntesis la del poeta, que en dos palabras, prefigura los ensayos de muchos estudiosos: “el verso que es filosofía”. El poema que busca y conforma una concepción del mundo. En una breve frase está haciendo referencia a la transgresión genérica de Martí en la revista, uno de los motivos de originalidad de la misma.

Otro gran poeta de América, Rubén Darío, en 1896 [3], luego de referirse con encomio a los poemarios publicados de Martí, coloca entre los  versos más bellos a “Los zapaticos de rosa”. Y recalco su condición : el elogio, al parecer simple, o juicio propio de una persona común que se enfrenta a una poesía, es hecho por un gran escritor que escoge y discrimina dentro de tan depurada obra poética.

Según nuestra pesquisa, no es hasta 1941 que se escribe un trabajo alrededor de alguno de los poemas de la revista. En esa fecha José Antonio Portuondo presenta su tesis de grado, denominada “Concepto de la poesía”, que incluye dentro el capítulo “Análisis de la obra poética: “Los dos príncipes”. En dicho trabajo se analizan las peculiaridades expresivas e ideotemáticas del poema, se asume de forma asombrosamente avanzada para la época el asunto de la intertextualidad del poema martiano, y luego de circunscritas definiciones el ensayista se adentra en la magia, en lo magistral del poema de Martí, llevado por el mejor entusiasmo: el que despiertan las cosas genuinas: “Antes de proseguir conviene resolver esta otra cuestión que en este punto se nos plantea: ¿Resta tal circunstancia —la utilización de la idea ajena— algún valor a la obra enjuiciada? Michel Dragomirescou opina a esto respecto que cualquier influencia que se constate en una obra maestra — reminiscencia, préstamo o el mismo plagio— pierde el carácter de influencia propiamente y deviene una simple fuente de inspiración, dicha por que el valor de estas suertes de préstamos, declarados o no, no reside en los materiales mismos, sino en las transformaciones a las cuales el poeta genial los somete y en la transfiguración que les viene de la idea producida por la genialidad creadora.

Es como vemos, la ratificación teórica, científica, de lo afirmado por aquel gran poeta francés que sostenía que en el terreno de la producción poética, el robo está plenamente justificado cuando va seguido de asesinato “. [4]

Llama la atención en este trabajo cómo Portuondo recalca —sin decirlo abiertamente— la preponderancia de los elementos analógicos en el poema, que abarcan desde el plano conceptual hasta el expresivo, la verificación del “enlace trascendente” que el poeta contempla, donde se involucra a la muerte como un costado más de la armonía:

Aquí la muerte cae serena y bellamente, sin estruendo, como la flor que en la fosa echa llorando el pastor. Véase de este modo, como se maridan y entrelazan la sensualidad de las imágenes y la “Substancia” espiritual de las mismas para llevarnos a la intuición de un “todo” de naturaleza más alta. 

La acción se presenta… en forma de dos sucesos aislados, independientes, no concretos, determinados o verdaderos, sino generales, verosímiles, tipificados —el rey y el pastor— que guardan entre sí un riguroso paralelismo que se refiere no solamente a los personajes humanos del poema sino aún a los animales y a las plantas.

El rey y la reina lloran como el pastor y la pastora.; los caballos y las ovejas se entristecen igualmente, y para los hijos muertos hay, como tributo, el laurel y la flor. Toda la naturaleza se asocia así al dolor de los hombres.

Pero ¿qué lejos está ya este poema de Martí —de aquí su modernidad— de la Danza de la Muerte medieval, qué lejos de Villon, que no le arranca una oración, ni le evoca un desfile de sombras ilustres, ni le trae el recuerdo del río implacable que arrastra hacia un mar sin orillas la juventud, el amor, la belleza. Para este poeta, que ayer escribía para hoy y para siempre, la Muerte viene serena y el Hombre —la propia muerte de Martí lo atestigua— cae estéticamente, con la grave y tranquila belleza de la flor que en la fosa echa llorando el pastor.”

En 1952 otro poeta, en este caso el cubano Eugenio Florit, aporta el primer trabajo donde se tratan como un todo los poemas contenidos en la revista infantil. Al leer “Los versos de La Edad de Oro” Florit nos lleva a replantearnos nuevamente el delicioso “Dos Milagros”. Él lo califica como “el pequeño cuadro doble del niño y del árbol”. Se deslizan entonces solos en nuestra mente mensajes como estos: Al hombre le sucede lo mismo que a la naturaleza física. El hombre es parte inseparable de dicha naturaleza. Florit también es el primero que apunta que el asunto de “La perla de la mora” se repite en el poema XLII de los Versos Sencillos, considerando al primero inspiración más afortunada que la segunda, juicio al que me adscribo. Es también uno de los pioneros en señalar la necesidad de un estudio detallado de “Los zapaticos de rosa” para “desentrañar mucho de lo tan y “tan moderno “que hay en la poesía de Martí” [5]. Curiosamente en ese propio año dicho poeta publica un ensayo [6] donde dedica un comentario al poema anteriormente aludido: Recordando ese espléndido poema “Los zapaticos de rosa”, releyéndolo muchas veces, puede uno aquilatar el profundo contenido lírico que encierran versos al parecer triviales como “El aya de la francesa —se quitó los espejuelos” y aquellos enormes a lo alto y lo hondo de: “Y pasó el tiempo y pasó —un águila por el mar”. Es extraordinario el poder de síntesis que utiliza Martí… cuando en un sencillo octosílabo encierra toda una evocación sentimental o la caída del crepúsculo sobre la playa. En estos poemas de La Edad de Oro…    pensamos, cuando pensamos en el Martí del modernismo inicial…”

A la luz de estas observaciones volvemos a pensar en el carácter transgenérico de “Los zapaticos de rosa”: Más que cuento en verso,  poema que es cuento. Pues no está conformado a manera de los antiguos cuentos, cuidando solo la rima, sino que hay toda una estrategia expresiva en su estructura aparentemente común.

Al año siguiente, 1953, Fryda Schultz de Mantovani en un trabajo dedicado a la revista en general llega a singulares aciertos sobre los poemas, tales como, después de referirse brevemente a “Dos Milagros”, afirmar que Martí concibe su poesía infantil como un desprendimiento de la gran poesía [7], causa esta que, a nuestro entender, ha atraído a estas leves páginas a tanto crítico erudito. Y también una alusión sutil a la gran plasticidad de “Los zapaticos de rosa”:

…en ese “Vienen a verlas pasar…, hay una proyección paterna del sentimiento que se encarna en todas las cosas y los seres, la concurrencia de la humanidad y paisaje suspensa de un objeto: mujer y niña, alrededor del cual se abocetan las figuras del aya francesa, el militar, otra niña enterrando a su muñeca, las señoras y señores, como en una vieja postal de playa, conversando bajo las sombrillas y el mar, entristecido con tanta sociedad elegante. [8]

O la referencia a la doble inclinación del “Yo lírico narrador” de querer contarlo todo de “un brochazo” al tiempo que imita la inquieta transferencia de intenciones… del alma del niño”.

En 1954 José María Chacón y Calvo publica su estudio “La poesía de Martí y lo popular hispánico” donde dedica especial atención al poema de La Edad de Oro “Los dos príncipes”. Luego de establecer los orígenes y evolución del nexo de Martí con Helen Hunt Jackson, afirma que el costado ético de la obra de la norteamericana fue decisivo en la selección martiana del poema “The Prince is Dead”, y de la novela Ramona, para su traducción. Como es sabido es Chacón el primero que coteja el texto de Martí contra el de la escritora y llega a la conclusión de que se trata “de una composición totalmente lograda en donde podemos sentir qué dominio tuvo Martí de la poesía de raíz popular, de lo popular genuino que vive en el incesante fluir de la tradición…

Dos años más tarde Herminio Almendros publica su libro A propósito de  La Edad de Oro. Notas sobre Literatura Infantil, donde, como bien refiere el título, se toma a la revista martiana como modelo o base para conformar una serie de juicios valorativos contemporáneos sobre las peculiaridades generales de lo escrito para niños. Allí no faltan alusiones a algunos de los poemas que venimos tratando e incluso por primera vez se advierten los lazos entre dos poemas de Martí de similar estructura:

“Los zapaticos de rosa” es también un cuento: un cuento en verso. El cuento de un vivido suceso real, de idéntica cantera que Bebé, Nené Traviesa y La muñeca negra. ¿Puede ello causar extrañeza? No quiso contar también en verso el “cuento en flor” de la niña de Guatemala…”[9] A este poema de la revista dedica páginas antológicas Fina García Marruz en su no menos definitivo ensayo “La Edad de Oro”[10] escrito en 1962 y publicado en 1969. Leamos nada más sus atinados comentarios sobre la playa, sus observaciones sobre la profunda capacidad de sugerencia de cada uno de los elementos del poema. La escritora saca a la luz con naturalidad el enlace subrepticio, el comentario sutil que entreteje, a través de los ecos, el texto con su entorno. Son reflexiones que desbordan la sabiduría que hay en la poetisa. Pero nos quedamos con su juicio sobre la actitud del niño ante los versos, tan novedoso y legítimo: Un niño siempre gustará más de un poema que no entiende del todo que de otro hecho solo para que él lo entienda. ¿Y quién puede saber de antemano lo que entiende y lo que no entiende un niño o cómo lo que no entiende opera sobre lo que entiende, abriendo la vía a ese superior conocimiento que resulta del contacto con aquello que nos sobrepasa?

Si Fryda Schultz había afirmado que Martí concibe su poesía infantil como desprendimiento de la gran poesía, Juan Marinello en 1973 [11] precisa aún más la cualidad de estos poemas cuando afirma que en “un desfile de valores poéticos de José Martí no puede faltar una referencia a los versos que incluyó en su revista La Edad de Oro, antes de referirse a los múltiples valores de “Los dos príncipes”, ‘según él, interesante ejemplo de transculturación —y de Los zapaticos de rosa”, en los que Marinello observa una perfecta mezcla de comunicación directa y magia creadora, extraño par en lo que a lo literario se refiere.

Un interesante y cuidadoso estudio de la composición y del ritmo en “Los dos príncipes”, así como de sus relaciones con el texto que le sirve de base, nos entrega en l974 el investigador Salvador Arias en “Martí como escritor para niños (A través del análisis de dos textos de La Edad de Oro)”[12]. La profusión de diversos acercamientos a dicho poema habla por sí solo de la originalidad que goza el texto.

Lo mismo puede afirmarse de “Los zapaticos de rosa” [13], sobre el que Jesús Sabourín publica una glosa sutil e ideológica en el propio año 1974, que, entre otros elementos recrea las relaciones entre la asunción de conciencia de Pilar y su gesto caritativo. Allí refiere el estudioso:

…al anochecer, madre e hija regresan en el coche que el padre les ha enviado. Pero muy en contra de lo que pudiera suponerse, no van contentas ni orgullosas: van calladas : “Vuelven calladas de noche / A su casa del jardín : / Y Pilar va en el cojín  De la derecha del coche “Algo extraño, filoso como el hielo, nos sobrecoge: el poeta nos revela, a través de sus personajes, súbita y extrañamente callados, que su acción ha sido ineficaz, que las cosas seguirán siendo como antes; que allá en el cuarto oscuro, seguirá llorando la niña tísica y gimiendo la madre desesperada, y que ellos mismos serán impotentes para evitarlo. A los ojos de la justicia poética, el gesto humano ha tenido valor: “Y dice una mariposa / Que vio desde su rosal / Guardados en un cristal / Los zapaticos de rosa”. Pero a los ojos de la estricta justicia, sólo queda este coche que marcha en medio de la noche llevando en un rincón callado. A un pequeño ser ya para siempre entristecido. [14]

En 1988 ve la luz el ensayo “El narrador y el espacio en “Los zapaticos de rosa”[15], de Alejandro Cánovas, estudio sin lugar a dudas íntimamente relacionado con la asignatura Metodología de la Investigación Literaria que impartía el singular Salvador Redonet durante la década del 80 en la carrera de Letras, en La Universidad de La Habana. El investigador aplica al poema de Martí el instrumental para el análisis de textos narrativos, entregándonos un sugerente estudio que incursiona aún más profundamente en la estructura del texto, y por tanto devela con mayor fidelidad las esencias del mismo. Nos seducen afirmaciones como esta: El recurso del desplazamiento, expresado a través de los personajes de Pilar y su madre, originará en la mente del niño, desde el punto de vista imaginativamente espacial, una idea de conocimiento progresivo a causa del ensanchamiento gradual al que conduce moverse de la casa a la playa; dentro de la playa: del “Acá al allá; y de este, de vuelta al hogar. [16]

El viaje físico que aquí se describe contiene el viaje síquico que tiene lugar tanto en la mente de Pilar, como en la del niño lector. El caleidoscopio del mundo sigue mostrando, a través de los giros más sutiles de la pluma del escritor, la magnitud del equilibrio. El paralelismo entre lo físico y lo síquico en el poema pone a la luz su gran metáfora. Los avatares de la conciencia han hallado ecos en la naturaleza.

Así “el final de la obra obliga ir al comienzo”… Con el “vuelven calladas de noche”, se recuerda que era de día: “hay sol bueno y mar de espuma” (estrofa I) cuando salieron la madre y Pilar” [17]. Vemos entonces como en el poema la naturaleza también está en función de las vivencias, como en su poesía primera o en la de madurez. “Este volver al inicio no tiene más objetivo que el de provocar la comparación… De la comparación surge el descubrimiento propio, que sin embargo, ha sido inteligentemente orientado” [18]

En la misma línea del trabajo de Cánovas, la iluminación del carácter transgenérico del poema dedicado a Madeimoiselle Marie, se ubica el estudio “Los zapaticos de rosa”: descodificación de un mensaje al corazón infantil” de Marta Avila y Mirian Dorta [19], publicado en 1990. Allí se profundiza en los elementos de la composición y los aspectos sicológicos de la enunciación, y se califica de cinematográfica la visión de la playa, donde, según las autoras, “la perspectiva se ubica espacial y moralmente en la niña”. Luego de hacer alusión “al tono emocional del texto, inherente a la poesía”, afirman que “el carácter lírico de la enunciación en “Los zapaticos de rosa” predomina por sobre su estilo narrativo, y es en esencia más efectivo en la transmisión de su contenido ideológico y su valor estético”. [20]

Anne Fountain parte de este mismo texto para afirmar en 1991 [21] que tanto en dicho poema como en los demás de la revista, Martí procura dar ejemplos de generosidad de espíritu que unen lo grande y lo pequeño, lo noble y lo plebeyo, lo rico y lo pobre. Este artículo se cuestiona los motivos por los que Martí escogió precisamente para sus adaptaciones obras de Emerson y de Helen Hunt Jackson, y llega a la conclusión de que dicha selección no fue casualidad, sino propósito. [22]

Hace pocos años vio la luz, en la revista Vivarium  no. 12, un interesante trabajo de Rosa Marina González Quevedo, titulado “El gigante infantil y el pequeño adulto en la poesía de La Edad de Oro”. Ensayo de prosa poética donde se contemplan a estas creaciones desde el punto de vista sicológico del niño, y del adulto, con las inevitables contraposiciones. Elemento que evidencia, entre otros ya expuestos a lo largo del trabajo, la compleja urdimbre de estos poemas martianos.

En el Anuario del Centro de Estudios Martianos no. 18 aparece un trabajo de Alejandro Herrera Moreno bajo el título “Dos Milagros” y [23] “Cada uno a su oficio”: los poemas de la naturaleza en La Edad de Oro”.  Allí dicho autor hace una breve caracterización de la bibliografía sobre los versos de La Edad de Oro: “Una revisión de los trabajos dedicados a la poesía de La Edad de Oro muestra que la atención ha recaído invariablemente en “Los zapaticos de rosa” y “Los dos príncipes”, de los cuales existen importantes ensayos, mientras que de los tres restantes poemas sólo aparecen, si acaso, breves opiniones o pequeños comentarios” [24]. Y al hacer alusión al hasta ahora nunca suficientemente ponderado “Dos Milagros”, afirma que parte de un poema encontrado en los apuntes martianos, “de ser anterior a 1889…encierra el germen del mismo”. El fragmento en cuestión es el siguiente:

Y de un tronco tendido
En mitad del camino mal herido
Surgir la vida bajo forma nueva
Que en forma de brillantes mariposas
Al cortejar a las fragantes rosas
Del muerto tronco el vivo espíritu lleva. [25]
 

Lo cual habla de los avatares entre el nacimiento y la fijación de la imagen dentro de la poética martiana, de la imagen que busca incesantemente la forma exacta.

Este ligero mapa de los estudios dedicados a los versos de La Edad de Oro, lejos de impedir nuevas ópticas las convocan, o al menos las sugieren, al contemplar la diversidad de los enfoques, de los acercamientos, las nuevas y variadas aristas que se perciben de un trabajo a otro, sin poder agotarse prácticamente. El apasionante oficio de la investigación literaria se solaza ante estas pequeñas piezas maestras. Aquí viene a colación aquello de Ezra Pound de que el valor de un crítico literario se determina no por sus juicios sino por la calidad de lo que escoge. Ellos, los descollantes críticos de estas joyas, lo que han sido realmente es grandes lectores, cualidad esta que nunca se subraya bastante: el poder emancipador y fecundante de la lectura.

Notas:

1. Repárese en el pequeño detalle de anunciar en la mayoría de los sumarios, al mismo nivel de importancia de los cuentos, a los versos, énfasis, por supuesto, no gratuito.
2. Manuel Gutiérrez Nájera. “La Edad de Oro de José Martí” en Acerca de La Edad de Oro. Editorial Letras Cubanas, Centro de Estudios martianos, La Habana, 1989, p. 51. Este trabajo vio la luz por primera vez en 1889.
3. Rubén Darío. “José Martí (Tomado de Los Raros 1896). En Letras. Cultura en Cuba, Editorial Pueblo y Educación, 1989, La Habana.
4. José Antonio Portuondo. “Análisis de la obra poética”: “Los dos príncipes” en Acerca de La Edad de Oro. Editorial Letras cubanas, Centro de Estudios Martianos, La Habana, 1989, p. 163.
5. Eugenio Florit. “Los versos de La Edad de Oro” en Acerca de La Edad de Oro. Editorial Letras Cubanas y Centro de Estudios Martianos, La Habana, 1989, p. 153.
6. Eugenio Florit. “Notas sobre la poesía en Martí” en Boletín de la Academia Cubana de la Lengua” 1 (4), oct. – dic. De 1952, p. 605 – 619.Este trabajo se escribe en 1941, pero no se publica hasta 1952.
7. Aunque es cierto lo afirmado por Alejandro Herrera Moreno en un ensayo que comentaremos más adelante en este propio trabajo, sobre el escaso número de estudios que hacen alusión a “Dos Milagros”, comentarios como el de Fryda Schultz de Mantovani ya prefiguran la especial cualidad del  poema.
8. Fryda Schultz de Mantovani. “La Edad de Oro de José Martí “en Acerca de La Edad de Oro, Editorial Letras Cubanas, Centro de Estudios Martianos, La Habana, 1989, p.102.
9. Lo popular  hispánico en ‘Los dos príncipes’  ” en Acerca de La Edad de Oro. Editorial Letras Cubanas, Centro de  Estudios  Martianos, La Habana, 1989, p. 175.
10. Fina García Marruz. “La Edad de Oro”, en Temas martianos, 1ra serie, Biblioteca Nacional José Martí, l969, p. 294.
11. Hacemos alusión a su prólogo Poesía mayor de José Martí, donde se recoge el acápite “Los versos de La Edad de Oro: tradición y novedad” Instituto Cubano del Libro, La Habana, l973, p. 27- 37.
12. Salvador Arias. “Martí como escritor para niños (a través de dos textos de La Edad de Oro) En: Acerca de La Edad de Oro, Centro de Estudios Martianos y Letras Cubanas, La Habana, l989. (Publicado primeramente en 1974 en Búsqueda y Análisis. Ensayos Críticos sobre Literatura Cubana. Cuadernos de la Revista Unión, La Habana, p. 58-88.
13. Existe un folleto donde se lleva a cabo un estudio de las posibles locaciones donde transcurre dicho poema. Nos referimos a En La Barranca de Todos. Las playas enLos zapaticos de rosa”. Indagación psico – semiológica de Oscar Fernández de la Vega, H. C., R. L., C. U.N. Y., l984, que no comentamos en nuestro análisis por considerarlo demasiado especulativo.
14. Jesús Sabourín” Filosofía social en “Los zapaticos de rosa” en Acerca de La Edad de Oro, Ob. Cit en 30., p. 155- 156. Publicado por primera vez en De amor y combate (algunas antinomias en José Martí)”La Habana, Casa de las Américas, l974, p. 53- 55.
15. Alejandro Cánovas. “El narrador y el espacio en “Los zapaticos de rosa” En Revista Universidad de La Habana (231) 1988,
16. Ob. Cit. p. 64.
17. Alejandro Cánovas Pérez. Ob. Cit. p. 67.
18. Alejandro Cánovas Pérez Ob. Cit. p. 68.
19. Martha Avila y Mirian Dorta. ”Los zapaticos de rosa”: descodificación de un mensaje al corazón infantil” En: Patria, Cuaderno de la Cátedra Martiana de la Universidad de la Habana, 3 (3): 103 -109, La Habana, l990.
20. Ob. Cit. p. 105.
21. Nos referimos a su trabajo “Ralph Waldo Emerson and Helen Hunt Jackson in La Edad de Oro”. En Secolas Annals, Volume XXII, March, 1991.
22. Ob. Cit. p. 46.
23. Alejandro Herrera Moreno. “Dos milagros” y “Cada uno a su oficio”: los poemas de la naturaleza en La Edad de Oro” En: Anuario del Centro de Estudios Martianos  no, 18, l995 – l996, La Habana.
24. Ob. Cit. p. 89.
25. Ob. Cit. p. 92

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