Teatro de vanguardia

La Jiribilla
13/9/2018
Palabras de Fernando Rojas, viceministro de Cultura de Cuba, en conferencia de prensa sobre la próxima edición del Festival Nacional de Teatro 2018, a celebrarse del 6 al 14 de octubre.
 

La nueva edición del Festival Nacional de Teatro en Camagüey coincide con el 150 aniversario de las luchas por las guerras de independencia de Cuba. Esto nos ha hecho pensar mucho en cómo concebir adecuadamente el evento, su programación.


Ilustración: Ramiro Zardoyas
 

La discusión teórica en los coloquios tiene un momento central, que es la conmemoración del 10 de Octubre y su relación con el teatro. Por otro lado, tendremos una sesión relacionada con la Academia, ya que los problemas de la elevación de la calidad están estrechamente ligados al perfeccionamiento de la enseñanza, por eso es tan importante que haya un espacio dedicado a la Maestría, lo que puede revelar oportunidades posteriores.

En ningún caso serán abordajes teóricos de carácter general, alejados del sentido práctico que debe tener un ejercicio como este, y ello está hecho con toda intención. Pretendemos que en las discusiones se aborden asuntos específicos de las obras, su relación con la Academia, con sectores del público como los niños, y con lo mejor de la creación en el mundo, lo cual es un acierto que llevan a cabo varias instituciones.

En el Festival tendremos expresiones cualitativas diversas, ya que así está el teatro cubano, es una realidad. No todo tiene el nivel de elaboración requerido, no todos los elementos que componen una obra —desde la escritura hasta el momento en que se presenta al público— están presididos por el rigor necesario, y, por supuesto, eso tiene dos consecuencias que hay que evaluar y resolver: por un lado, el impacto en el público no es el que deseamos en términos de resultados, y por otro, la relación nuestra con las vanguardias se resiente, al operar con un universo muy grande, de calidades diversas, y se difuminan las jerarquías.

La institución nuestra, que posee una política cultural de Estado, tiene la obligación de comprometerse y apostar por las vanguardias, fortalecerlas, apoyarlas, ofrecerles las mejores condiciones de trabajo y hacer que el público crezca en una relación —que para nada es pasiva, sino muy activa—  de la mano de esas vanguardias.

Nosotros tenemos toda una diversidad cualitativamente dispar que nos impide lograr ese propósito. Esta realidad se expresa también en Camagüey. Se trata de factores que no solo dificultan el análisis y la reflexión crítica, sino que impiden conocer a fondo los derroteros de una eficaz promoción.

Existe actualmente un exceso, ya inmanejable, de agrupaciones teatrales, sobre todo en la capital del país, donde se cuentan más de 90. Asimismo se percibe la abundancia de personal en esas agrupaciones, ya sean autodidactas como egresados de nuestras escuelas.

El óptimo resultado de estas realizaciones artísticas es nuestra preocupación, en este sentido la labor del crítico y su mirada profunda son fundamentales. La Academia tiene un desempeño valioso en este sentido, así como las empresas de las Artes Escénicas.

El ejercicio real de la política y del respeto al público consistiría en lograr  niveles óptimos de realización, que contribuyan al crecimiento espiritual del público, alejados del aplauso fácil, las concesiones o la banalidad.

Se trata de estimular la crítica y la reflexión, promoviendo el teatro de vanguardia, aquel que comparte con el público de la manera más libre e indagadora una realización adecuada, iconoclasta, exploradora de la realidad, pero con niveles de realización que respondan a masas de público creciente.

Esta edición nos servirá para pensar cómo debe ser un festival, y si reconocemos que es perfectible puede hacerse un análisis sobre el propio evento, como mismo deben analizarse las giras, grandes actividades y eventos que realizamos, ante la existencia de un gran número de grupos que no tienen los resultados que el público espera ni una mirada crítica y aguda de manera permanente.

No son pocos los recursos que el Estado invierte en el teatro y la danza, por ello es inevitable el análisis. Cada centavo que se invierte debe hacerse en la vanguardia, en lo mejor de la creación, lo más indagador y experimental, pero a la vez con un significado real para el público que asiste al teatro y para aquel que no asiste e intentamos acercar. Se trata de una mirada que pretende expandir el teatro cubano.

Inevitablemente, tenemos la obligación de utilizar este escenario privilegiado para continuar meditando sobre estos asuntos y propiciar el debate con el público, la crítica y la prensa.

Un evento que tiene en su centro una conmemoración como la de los 150 años de La Demajagua, el 10 de octubre, merece ser también una contribución decisiva al arte comprometido, crítico y reflexivo que el país necesita, dejando a la vez una huella en una población instruida y necesitada de actividades culturales, recreativas y de crecimiento espiritual.