“Escribo, porque es mi manera de gritar”, confesó una vez Libertad Dearriba. Era una de las grandes promesas de la poesía cubana, pero una hoz suicida segó su vida a los dieciséis años, exactamente el 28 de diciembre de 1968. Fue un campanazo, un drama.

¿Cómo se escucharía su voz? ¿Cuántos libros habría publicado esta muchacha de nombre Libertad? Tengo tantas angustias, tantas preguntas, mas cada interrogante es un mensaje lanzado a un mar sin costas.

Libertad “no ve la vida simple, sino el hueso de la vida”, escribe la prologuista Lina de Feria, quien en la calle Línea, en su propia casa, puso en mis manos el libro inédito de una adolescente. Me había tocado entonces el privilegio ―el retador privilegio― de dirigir las Ediciones Caserón de la Uneac de Santiago de Cuba. La diseñadora Marta Mosquera fue mi guía. Apreté el libro en mi viaje de regreso.

Un libro conmovedor. Foto: Cortesía del autor

El pensamiento de Libertad Dearriba no correspondía a su edad, la había sobrepasado con creces. La soledad y el dolor acrisolan. Era “entrañable y precoz”, afirma el editor, León Estrada. La lectura de estos versos “es una contienda infinita”, advierte el prólogo. Es difícil hallar la palabra exacta para calificar una producción poética donde, sin dudas, asoma el genio; pero que se presenta intocable, trunca. Su metáfora inusitada, su trazo ríspido dejan perplejos al lector…

Mi madre

es un esqueleto enfermo de esperar

mi padre se oculta en su mirada

porque él no siente aullar el tiempo

abuelo

quiere comprar un colchón de tierra

capaz de soportar su rabia por morir

tan viejo

abuela

viene caminando en la noche

absolutamente apagada

viviendo en el polvo con el epitafio

mi odio está amarillo

y nadie me responde…

(“Poema al cero”. Fragmentos)

Su libro Contra los cadalsos y otros poemas (Ediciones Caserón, 2011), sus sesenta y siete páginas, no constituyen un manojo de versos, sino una resurrección. Quedó así restituida a la lírica cubana una voz núbil, una creación en ciernes, sin la cual no estaría completo el cosmos poético de los sesenta. Y una resurrección humana, profundamente humana. Ella amaba a una mujer… y los caminos de pronto se le cerraron, sus aullidos no encontraron eco. Libertad no encontró libertad.

Me tocó presentar aquel volumen. De alguna manera fue el cierre de un capítulo, y la imaginé sentada junto a mí. Era su hora. Y tal vez, tal vez hubiera dicho aquellos versos tremendos: “Si pudiéramos guardar los árboles secos aquí / en el cuello… Cuando noche y día descansen en una sola taza / yo vendré”.

Piel adentro

Para que pudiera regresar su espíritu, para que no se impusieran los cadalsos a las libertades, para que noche y día descansaran en una sola taza, creamos Piel Adentro, un encuentro por la inclusión. Un intento entre muchos, con el arte y el pensamiento como banderas. Cada mes, durante un año, realizamos este espacio en el santiaguero Café teatro Macubá, compartiendo con mi colega Katiuska Ramos la conducción y el guión. Teníamos la cobija perfecta de la maestra Fátima Paterson y su equipo de producción.

Cada tema escogido se diseñó para respaldar el artículo 42 de nuestra Constitución, que refrenda la garantía de “derechos, libertades y oportunidades, sin ninguna discriminación por razones de sexo, género, orientación sexual, identidad de género, edad, origen étnico, color de la piel, creencia religiosa, discapacidad, origen nacional o territorial, o cualquier otra condición o circunstancia personal que implique distinción lesiva a la dignidad humana”.

 “Cuando una mujer besa a otra mujer”, un verso de “Delicadeza”, obradel compositor Carlos Varela, fue inspiración para abordar el tema lésbico, tantas veces invisibilizado, tantas veces ninguneado. El pórtico resultó la lectura de algunos fragmentos de cartas de la Nobel chilena Gabriel Mistral a Doris Dana, como esta del 22 de abril de 1949: “Tú no me conoces todavía bien, mi amor. Tú ignoras la profundidad de mi vínculo contigo. Dame tiempo, dámelo, para hacerte un poco feliz. Tenme paciencia”.

“El cielo se puede romper / y el mar arder, / pero cuando una mujer/ besa a otra mujer, / tanta belleza, / delicadeza, /se nos confunde con naturaleza”

El cine, el deporte, la literatura, la vida. La historia de mujeres que han besado a otras mujeres nos llevó hasta los misterios de Marlene Dietrich y Greta Garbo, a cintas recientes como Carol (Todd Haynes, 2015, con Cate Blanchett de protagonista), a deportistas como la tenista Martina Navratilova o la venezolana Yulimar Rojas, actual recordista mundial bajo techo de triple salto. Nos llevó hasta un fragmento del hermoso documental Sara y Diana. La victoria (Claudia Rojas, 2017) que narra los treinta años de amor y creación entre Sara González y Diana Balboa.

Isel Calzadilla, en la Caravana de Pastores por la paz, Oakland, California, 2016. A su lado, Alicia Jrapko, quien fuera coordinadora del Comité Internacional Paz, Justicia y Dignidad a los Pueblos. Foto: Cortesía del autor.

Una de nuestras invitadas, Isel Calzadilla Acosta, Licenciada en Enfermería, nos contó los avatares y avances de su grupo Las Isabelas, creado hace veinte años y perteneciente a la Red Cubana de Mujeres Lesbianas y Bisexuales adscripta al Cenesex (Centro Nacional de Educación Sexual). Ella es una de las activistas más sobresalientes en pos de la construcción de una sociedad más inclusiva, más contemporánea, y ha representado a Cuba, ha puesto su voz en foros de América y Europa:

“Debemos seguir educando a la población por todos los medios posibles, para acercarnos a lo que está refrendado en nuestra constitución, pues persisten prejuicios que nos dañan. Es muy importante seguir desarrollando un trabajo articulado con personas e instituciones.

“Tenemos muchas anécdotas a lo largo de estos años, pero referiré una de un panel LGBT que desarrollamos con educadoras de círculos infantiles en Santiago de Cuba. Alumnas y profesoras mostraron gran interés en conocer esta temática. Al mostrarnos tal y como somos se acercaron para darnos las gracias por abordar el tema, y pudieron comprender muchas cosas que hasta ese momento consideraban tabú”.

La periodista Katiuska Ramos y la invitada Yeni Santos, en un diálogo franco en el espacio Piel Adentro. Foto: Cortesía del autor.

Mi colega Katiuska Ramos conversó con Yeni Santos Garcés, una agricultora que vive con Mercedes, su pareja, en una finca en el municipio de San Luis. Una chica de pico fino para contar ―como diría El cuentero mayor― que levantó risas y lágrimas. Del teatro nos fuimos a la tierra, del surco al estudio radiofónico. Esa experiencia fue desgranada generosamente en el documental sonoro ¿Escondida… de quién? (https://teveo.cu/media/TN8nFs7938wSBJZt), estrenado en el foro Así suena la vida, y ganador de varios premios en los concursos 26 de Julio y Félix B. Caignet, correspondientes ambos al año 2020.

Postal del premiado documental sonoro ¿Escondida… de quién? Foto: Katiuska Ramos

Fueron ocho minutos, un poco más, para contar una historia de amor a la tierra, cuando a muchos empieza a parecerle algo lejano, extraño. Una historia de amor a la familia. Una historia de pasiones, de esas que canta Carlos Varela: “El cielo se puede romper / y el mar arder, / pero cuando una mujer/ besa a otra mujer, / tanta belleza, / delicadeza, /se nos confunde con naturaleza”…