El arte de la animación como nunca antes trasciende los habituales espacios que solía ocupar. Más allá de lo cinematográfico y televisivo, se manifiesta en el mundo del espectáculo y se combina con el teatro y la danza, los museos y galerías; acompaña nuestra cotidianidad y adquiere múltiples funciones utilitarias como pueden ser las pantallas interactivas en la prestación de servicios públicos. Hasta en los dispositivos electrónicos más comunes, como nuestros teléfonos, no solo los videos son animados, sino también las diversas aplicaciones, matrices y transiciones.

El significado literal de “animar” es dar vida, pero la definición más precisa, en lo que a manifestación artística se refiere, es que la “animación” es una ilusión de movimiento que se origina a partir de una secuencia de imágenes fijas. Muchos la consideran un género, nosotros defendemos la idea de que la animación no es un “qué”, sino un “cómo”; no es un género, sino un lenguaje, un medio expresivo que brinda infinitas posibilidades. Las películas animadas son un vasto universo creativo de ficciones y realidades.

La animación nace antes que el cine, con los juguetes ópticos. En estos artilugios ya se podía apreciar la descomposición de un movimiento en secuencia de imágenes. Posterior al surgimiento del cinematógrafo, en 1896 George Méliès descubre por accidente el “salto de manivela”, pieza clave para el desarrollo de la animación. En una de sus filmaciones en las calles de París, Méliès descubrió que la película se había atascado en la máquina. Solucionó el problema y continuó filmando. Al revisar el resultado notó que se había creado un efecto visual muy interesante: un carruaje de caballos se había convertido en un coche fúnebre. Este descubrimiento marcó el origen del stop motion y le permitió a Meliés desarrollar técnicamente maravillosos efectos y trucos, y convertirse en pionero de los efectos visuales. Más tarde fue incorporado por otros, como Emile Cohl y James Stuart Blackton, para hacer dibujos animados.

“La animación nace antes que el cine, con los juguetes ópticos”.

Las técnicas de animación y sus clasificaciones

Las clasificaciones permiten ordenar los conocimientos sobre un tema en particular y facilitar su comprensión, pero es común la aparición de sesgos o excepciones que son difíciles de encasillar. Conscientes de ello, para impartir docencia y sistematizar las técnicas y principios productivos de la animación, los agrupamos en dos grandes conjuntos: la animación artesanal y la digital. La diferencia entre ambos grupos estriba en la forma en que el animador da vida, o sea, anima. En la animación digital, el animador crea mundos, los compone y les otorga movimiento mediante softwares específicos para crear en dos o tres dimensiones, de ahí las animaciones conocidas como 2D (bidimensionales) y 3D (tridimensionales).

En cambio, en la animación artesanal el animador “toca” aquello que está animando, sea cual sea su materia, y lo transforma progresivamente. Este grupo de modo general se divide en dos subgrupos: las técnicas de dibujo a dibujo, también conocidas animación tradicional, y las técnicas de stop motion, que utilizan materias diversas como papel recortado, marionetas tridimensionales, objetos, materiales moldeables, arena, óleo sobre cristal, actores, origamis y muchos elementos más.

“La animación está latente en el arte contemporáneo cubano”.

A pesar de las diferencias productivas y de la gran variedad de visualidades, existen leyes universales aplicables a cualquier tipo de animación, que han de tenerse en cuenta para lograr un movimiento natural y creíble, que trasmita y comunique. Como dijera el gran experimentador Norman McLaren: “Es más importante cómo se mueve, que qué se mueve”.

Los animadores crean mundos nuevos, repletos de historias y personajes que se manifiestan en las más variadas materias. Ninguna técnica de animación es mejor o más sencilla; el acabado, sensacionalismo y belleza de las obras requiere de años de especialización, de prueba y error.

El arte de la animación en Cuba

Como todo arte, el nacimiento y vitalidad de la animación en un país depende de la impronta subjetiva e imaginativa de sus creadores, del momento universal en el cual surge y, por supuesto, del contexto cultural y social más cercano en el que se desarrolla.

El arte de la animación en Cuba despierta a principios del siglo XX. En el año 1919 se produce el primer filme animado cubano, Conga y Chambelona, y aunque no se conserva la película, se conoce que su animador fue Luis Seel y que recibió muy buenas críticas.

Napoleón, el faraón de los sinsabores fue el primer animado sonoro cubano, realizado en 1937 por el dibujante Manuel Alonso. Napoleón, un personaje salido de tiras cómicas, era un desafortunado pesimista y malhumorado, cuyas desventuras se narraban en las historietas y en la película. Para lograr sus dos minutos de duración se realizaron cerca de 3500 dibujos. El cortometraje tuvo buena acogida de crítica y de público, pero no reportó casi ganancias a sus productores, así que Manuel se dedicó a hacer otro tipo de audiovisuales y abandonó la animación.

Existieron otros intentos poco felices de desarrollar la animación en Cuba, hasta que en la década del 50 llegó la televisión y se convirtió en una plataforma ideal. El mundo de la publicidad fue una oportunidad de trabajo para aquellos artistas que tenían experiencia en animación. Los más variados comerciales animados adornaron la programación televisiva. Las técnicas más utilizadas eran la animación tradicional y, en menor medida, la animación stop motion con papel recortado, la animación de objetos y más escasamente los muñecos articulados. El trabajo en publicidad fue la cantera en la que se formaron los artistas que luego desarrollarían la animación en los Estudios Fílmicos de la Televisión Cubana y en los Estudios de Animación del ICAIC (Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos).

Con el triunfo de la Revolución en 1959 se desarrolla el arte cinematográfico, junto a la ola de cambios, reformas y fundaciones que representó para la Isla este proceso. El arte de la animación desde los tempranos años 60 también se dispara cualitativa y cuantitativamente con la fundación de departamentos de Dibujos Animados en el ICAIC y en la televisión.

Es esta una etapa de prolífica producción con una subvención importante del Estado. La concepción de las autoridades cubanas de que los audiovisuales animados podían ser un medio de propaganda ideológica y de divulgación estimuló la formación de capacidades, la compra de equipamiento tecnológico y la asignación de un considerable presupuesto para desarrollar la animación cubana.

Muchas de estas obras se caracterizaban en su estética por visualidades muy cercanas al cartoon americano, fundamentalmente por la simpleza de diseños, el uso de fondos planos y una animación económica al estilo de la United Productions of America (UPA), histórico estudio de animación estadounidense, fundado por varios animadores veteranos de los Estudios Disney que lograron una obra impregnada de valores artísticos y modernidad.   

Los primeros audiovisuales animados producidos en la década del 60 estaban más orientados a cumplir una función ideológica o educativa, divulgar las nuevas medidas y leyes implementadas por el gobierno, transmitir valores morales, sociales y culturales, y contribuir a forjar la idea del “hombre nuevo”. Podemos mencionar durante esta época un sinnúmero de obras como El maná (Jesús de Armas, 1960), La prensa seria (Jesús de Armas, 1960) y El gusano (Enrique González Nicanor, 1963).

El personal artístico convocado para esta tarea estaba formado por diseñadores, humoristas plásticos y, como ya mencionamos, artistas que se habían vinculado a la animación antes del 59.

“En el ICAIC la técnica más usada durante este período fue el dibujo animado”.

Esa primera década de producción (1960-1970) también dio cabida a la experimentación y a la obra más autoral. Ejemplos como El cowboy (Jesús de Armas, 1962), Sueño en el parque (Luis Rogelio Nogueras, 1965) y El poeta y la muñeca (Tulio Raggi, 1967) dan fe de ello y ostentan una calidad artística, frescura y modernidad que aún nos conmueve.

“Los animadores crean mundos nuevos, repletos de historias y personajes que se manifiestan en las más variadas materias”.

La técnica más usada durante este período fue el dibujo animado, aunque se hicieron algunas obras con papel recortado y tres obras en animación corpórea en este tipo de animación, que fueron El robo (1962) de Octavio Basilio, La Quimbumbia (1963) y Walo Walo (1965) dirigidas por Miguel Fleitas. Posterior a estas producciones el Departamento Experimental de Animación Corpórea del ICAIC desapareció.

También la truca, los créditos de las películas e incluso los planos en los Noticieros ICAIC usaban elementos y técnicas de animación. Por su parte, en la Televisión Cubana durante los años 60 los dibujos animados se usaron principalmente para menciones o cambios de programación, propaganda y spots de bien público. Entre sus principales exponentes estaban Luis Castillo y Gaspar González. Ambos habían trabajado la animación antes del 59; Castillo en pequeños cortos animados que no pudo proyectar en la gran pantalla, y Gaspar en experiencias con la publicidad.

La entrada de la animación stop motion a la televisión se hace oficial en abril de 1965 con la fundación del Departamento de Marionetas de los Estudios Fílmicos de la Televisión. Así comienza la producción de una gran variedad de obras en temáticas y visualidad, con predominio del uso del papel recortado y las marionetas, fundamentalmente de la mano de Reynaldo Alfonso (que ya trabajaba en Dibujos Animados) y Hugo Alea (que se formó con Miguel Fleitas en el ICAIC). De ahí nacieron canciones infantiles, programación de cambio, spots de bien público y cortos de ficción, algunos adaptados de la literatura o el teatro.

A partir de los años 70 en Cuba se consolida la producción animada destinada directamente al público infantil. El contenido de las obras continúa con un marcado interés didáctico e instructivo o de formación de valores y sentido patrio de identidad, pero prima más el humor, el desenfado y una visualidad que aúna diferentes estilos, pero que empieza a sentirse como parte de un movimiento solidificado.

“A partir de los años 70 en Cuba se consolida la producción animada destinada directamente al público infantil”.

En 1974 nace en el ICAIC el personaje de Elpidio Valdés. Su creador Juan Padrón lleva al cine este personaje de historieta, un patriota mambí que se convertiría sin duda en el superhéroe por excelencia de la animación cubana. Con rigor en los hechos históricos y un gran sentido del humor, alcanza rápidamente una elevada popularidad. Destaca a finales de la década del 70 la realización del primer largometraje de dibujos animados cubano sobre la vida del personaje mambí: Elpidio Valdés (Juan Padrón, 1979). Resaltan también en este período realizadores como Mario Rivas, Tulio Raggi y Hernán Henríquez.

La realización de animados en Cuba hacia la década del 80 alcanza un momento de esplendor. Existieron en el país varios estudios de animación, como el de Santiago de Cuba. En La Habana hubo uno en Cinematografía Educativa y en los Estudios Fílmicos de la FAR, pero continuaron prevaleciendo las producciones de la Televisión y el ICAIC.

En 1985 causa sensación el largometraje Vampiros en La Habana, también dirigido por Juan Padrón; una animación para adultos que se ha convertido en una de las obras más significativas del cine cubano. Otro hito lo marca la superproducción en stop motion Papobo (1987), dirigida por Hugo Alea en los Estudios de la Televisión Cubana, con más de 100 personajes en escena y gran variedad de escenografías tridimensionales. Esta película de marionetas, de 50 minutos de duración, hace gala de una gran cubanía en la historia y la visualidad, y pone de manifiesto una gran destreza técnica, calidad artesanal y estética.

“La realización de animados en Cuba hacia la década del 80 alcanza un momento de esplendor”.

A finales de los 80 había elevados niveles de capacitación artística y técnica en el país, y planes de producción atrevidos y prometedores. Este desarrollo exponencial se trunca bruscamente con la llegada de una gran crisis económica que impacta y deteriora la vida en el país y que afecta todas las esferas de la subsistencia y, por supuesto, del arte. El período especial llevó a los niveles más extremos la escasez en la vida material de los cubanos. Durante casi siete años disminuyó la producción de animados en el ICAIC, y la Televisión Cubana cerró sus estudios. Se deterioró la capacidad instalada, humana y tecnológica, que floreciera en décadas anteriores. Muchos artistas y técnicos migraron a otras formas de supervivencia o fuera del país.

La recuperación lenta de la economía, ya a finales de los años 90, trajo consigo la oportunidad de comenzar a producir animados. En el año 2000 ya estaban activos nuevamente los Estudios de Animación de la Televisión, se realizaron cursos para capacitar a nuevos artistas y se comenzó a trabajar con tecnología digital, lo cual propició la transformación de procesos productivos.

En 2003 se estrena una nueva sede de los Estudios de Animación del ICAIC, con condiciones excepcionales para la producción, y comienza una nueva etapa de fructífera creación. También, a partir del año 2000, se suma la producción independiente, fuera de las instituciones, que diversifica el panorama de la animación en Cuba con obras de libertad formal y de contenido.

En la actualidad se usan todas las técnicas artesanales y digitales, con gran variedad de estilos y estéticas. Algunos estudiosos consideran que estamos en un período de decaimiento de este arte, pues en los últimos años ha disminuido la producción de cortometrajes. Pero existe una realidad: la animación está latente en el arte contemporáneo cubano en obras como videoclips musicales, spots de bien público o institucionales, las artes plásticas, en menor medida en publicidad y obra de autor, y por supuesto, en la producción institucional de los Estudios de Animación de Cubavisión y el ICAIC. De forma más reciente y paulatina se comienzan a producir videojuegos en la Isla, tarea para la cual también han sido convocados los animadores.  

Este es un breve panorama que describe someramente la historia de la animación en Cuba. Cada etapa ha sido importante y amerita cronología, análisis profundo y divulgación. Son muchos los temas, los artistas y las obras que forman parte de esta historia y que, de estudiarse, permitirían entender mejor la evolución de este arte en Cuba, que ha enriquecido la cultura, el imaginario popular e incluso hasta la forma de hablar de los cubanos.

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