El momento “satori” de Raúl Reinoso

Rubén Ricardo Infante
27/11/2019

La Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) acaba de conferir, por la obra Satori, el Premio de Coreografía a Raúl Reinoso, quien se define a sí mismo como un creador constante y apasionado. Y con su inserción en la compañía Acosta Danza demuestra su atrevimiento, su osadía. Luego de cuatro años en esa agrupación, Reinoso ha experimentado la sensación de encontrar, en ese viaje a su interior, su momento satori.

La obra Satori, de Raúl Reinoso. Foto: Cubasí

¿Cómo fue la concepción de Satori?

Satori llega en un momento en que tenía muchas inquietudes, quería buscar otros horizontes, otros tipos de trabajo. Un día, un amigo me dijo que el viaje hacia la felicidad no era un viaje exterior, sino de carácter interior. Y eso me iluminó. Ahí me dije, eso es un concepto y es un tema, o un “temazo”. A partir de ahí, me concentré en encontrarme, en redescubrirme, en hacer un viaje hacia mi interior, decidir qué es lo que quiero hacer.

A partir de ese momento, ¿qué hiciste?

Empecé a estudiar ese viaje al interior o despertar espiritual, ese redescubrimiento o autoaceptación y autoreconocimiento…, partí de ahí, y eso me llevó a las filosofías orientales. Satori es una palabra japonesa que alude a la iluminación espiritual del budismo zen, y se llega a ese momento satori, que es lo mismo que el eureka, insight de la sicología, a través de la meditación y del estudio del kōan, un acertijo que no es, en el sentido literal, una pregunta, sino es todo aquello que te provoque una inquietud.

A la respuesta de un kōan no se llega a través de la razón, la razón te lleva al lado opuesto, en principio la obra es ese momento de cuestionamiento, de pregunta: ¿por qué?, ¿quiénes?, ¿cómo?, ¿dónde? Surge un ser autoritario que pretende dar respuestas a todo aquello y ellos le ofrecen ritos, luego hay un momento de estudio, de búsqueda de una respuesta, y nadie sabe qué respuesta es, pero estás buscándola, a través de la razón y de la intuición. Utilicé los dos métodos, lo intuitivo y lo racional. Por eso en el cuarteto de las chicas hay líneas rectas, ángulos, giros…, luego viene el trío que es un alumbramiento de un ser que no es un animal, hay una síntesis de animal con lo conceptual, con la idea, para mí no es una figura, es una idea, idea que luego se convertirá en algo.

Muchas veces me pasó y me pasa que se me ocurre una idea y no sé, no encuentro la manera de materializarla, y me quedo estancado días, semanas…, hasta que encuentro la forma de traducir esa idea y llego a la solución, pero eso también lo aproveché, ese estado de estancamiento que es el trío de la chica con los dos chicos rasta.

Luego viene el dúo de hombres que es la resolución de ese estancamiento, que es un viaje en el que se presentan varios obstáculos y uno debe obviarlos, esquivarlos, rebasarlos…, y ahora Carlos Acosta me ha ido planteando algunas sugerencias muy válidas que me han hecho replantearme aspectos y encontrar otras lecturas. Por ejemplo, en ese dúo que es el viaje con obstáculos, he llegado a la única conclusión de que la fe es la solución para esa criatura que llega y les da fuerzas e inteligencia para llegar al final. Luego vienen aquellas “paticas” que se mueven todas como un bloque, como una manada donde todo es igual, pero siempre hay un individuo que piensa distinto, esa es la persona creativa, una persona que no piensa como el resto.

En el momento final de la pieza, donde el universo se alinea y todos los planetas, todos los patrones algebraicos, los algoritmos, todo… se subdividen y en un momento todo fluye, a partir de ahí, ese instante de satisfacción, pues has encontrado el momento satori.

La obra incluye también cierta descripción de nosotros, que nos reímos en circunstancias que son de calamidad, y jugamos dominó con el agua a las rodillas cuando viene el huracán. Ese sentido es paradójico.

¿Cuáles son los conceptos técnicos que mezclas en la obra?

Hay vocabulario académico, neoclásico, contemporáneo, hay teatro, hay conceptos más modernos, hay vocabulario folclórico, de lo afro, que es lo que llevamos, y es un poco también la ambición de tratar de utilizar varios vocabularios en una compañía como Acosta Danza.

Mi tesis es sobre el proceso creativo, y el proceso tiene etapas, y cada etapa está marcada en los bocetos, al final la pieza Satori también cuenta un proceso de creación. Es un proceso de creación escenificado y así me retroalimentaba.

Carlos Acosta me trajo a Ángel Ernesto, diseñador de Nurember Ballet, en Alemania, que dirige Goyo Montero, me trajo a Fabiana Piccioli, una italiana que ha trabajado con Sidi Larbi Cherkaoui, con Adan Craft, y yo quería trabajar con Pepe Gavilondo.

¿Y la concepción musical?

La creación musical de la pieza fue genial, Pepe Gavilondo dice que es su obra sinfónica porque tiene elementos electrónicos, pero es una obra sinfónica porque concebimos momentos juntos, y yo le decía esa nota no, quiero que se escuche así, y le hablaba en conceptos, pero todo resultó porque yo le daba mis apreciaciones desde una sabiduría intuitiva. Cada noche me iba a su casa y hacíamos ruidos para grabarlos, hay instrumentos artesanales, hay juguetes…, y hay un cuenco tibetano que está sonando todo el tiempo.