En la vida real

Laidi Fernández de Juan
2/12/2020

Las informaciones ofrecidas anoche, martes 1ero. de diciembre, en el Noticiero de la Televisión Cubana fueron lo suficientemente explícitas como para no dejar lugar a dudas. Celebro este hecho, si bien debería ser la regla y no la excepción. La semana anterior llegamos a un caos informativo tal (más bien desinformativo), que sin salir de nuestra geografía habitamos en tres países a la vez. En uno —observado a través de las redes sociales— regían un pasmoso desorden, la violencia, las amenazas, los insultos. Parecía un mundo regido por las leyes más brutales del cártel de Pablo Escobar, semejante al de la época en que se ofrecían cuantiosas sumas de dinero a cambio de asaltos, incendios, agresiones y asesinatos.

 “La semana anterior llegamos a un caos informativo tal (más bien desinformativo), que sin salir de nuestra geografía habitamos en tres países a la vez”. Foto: Internet
 

En la segunda nación —según los espacios noticiosos de la radio, la televisión y la prensa plana— no ocurría nada fuera de lo común. Se cumplían los planes, avanzaba la recuperación de la economía y reinaba la calma habitual. Por último, en el tercer país, llamado “la vida real y verdadera”, nos encontrábamos nosotros, la mayoría. ¿Qué hacíamos en esos momentos, en esos días, en esas jornadas que parecían infinitas? ¿Cómo actuábamos según los dos mundos anteriores, el superagitado y el hipercalmo? Pues nada, solo vivíamos. Hacíamos cola para conseguir alimentos, nos preocupaba la creciente cifra de contagiados por el virus de la Covid-19, nos comunicábamos con los amigos y planeábamos encuentros para el año entrante, con esa esperanza que nos impulsa a creer que el 2021 será mejor.

Como es natural, “radio bemba” hizo lo suyo. Las noticias, mezcladas unas con otras, comenzaron a dominar el espacio terrenal que habitamos. Cada quien arribó a sus propias conclusiones a partir de las apreciaciones, el juicio que otorgan los años y la experiencia. Resulta que nada era tan anárquico como reflejaban las redes, ni tan chato y aburrido como afirmaban los reportes oficiales. Dado que es imposible vivir ajenos y acomodados en esa falacia nombrada apoliticismo, me sitúo —a título muy personal y una vez llegado el momento de posicionarse— en el bando de quienes abogan por un diálogo eficaz; siempre que se tenga en cuenta, entre varias cuestiones, la propia definición del vocablo diálogo (comunicación verbal o escrita en la que se comunican dos o más personas en un intercambio de información, alternándose el papel de emisor y receptor). En otras palabras: no se trata de irrespetar la autoridad ni de exigir respuestas sin antes escuchar argumentos, razones, causas y consecuencias.​ Es necesario que exista un flujo por ambas partes, que todos lleguen a un entendimiento sin imposiciones, sin condicionantes.

Atender la juventud, tarea permanentemente ineludible, significa atenderla toda, ya que todos son hijos nuestros, de nuestro tiempo; herederos de lo mejor y de lo peor de nosotros mismos. Las muestras de júbilo que vimos en el Parque Trillo, por ejemplo, son tan válidas y reconocibles como las canciones que se entonaron frente  al Ministerio de Cultura. En ambos escenarios, además, se cantó el Himno Nacional.

Para finalizar, hablemos del último mes del peor año. Hoy más que nunca hay que celebrar el Día de la Medicina Latinoamericana, con particular énfasis en la alegría derivada del hecho de que —¡al fin!— la brigada médica cubana internacionalista ha sido nominada al premio Nobel de la Paz. Nuestros Esculapios se han lucido estrepitosamente durante este aciago año, cuyo fin se acerca. No sería justo soslayar el descomunal esfuerzo de nuestro sistema de Salud, para centrar toda la atención en acontecimientos ajenos a la voluntad de nuestros médicos y personal sanitario en general. Cada quien es libre de enfocarse en lo que considere crucial, lógicamente. Como médica que fui, lanzo mi reclamo hacia el reconocimiento de nuestra Salud Pública. Gracias a la consagración en términos humanos y financieros de una política de Estado que no permite el desamparo de ninguno de nosotros, hemos controlado la terrible pandemia actual. Para esto último se han dispuesto enormes recursos que garanticen, además, la factibilidad de una vacuna segura sin interrumpir los servicios médicos habituales. Llegue a todos mi más cálida felicitación, y el más franco de los aplausos.