Miguel Hernández

Canción última

Pintada, no vacía:

pintada está mi casa

del color de las grandes

pasiones y desgracias.

Regresará del llanto

adonde fue llevada

con su desierta mesa

con su ruinosa cama.

Florecerán los besos

sobre las almohadas.

Y en torno de los cuerpos

elevará la sábana

su intensa enredadera

nocturna, perfumada.

El odio se amortigua

detrás de la ventana.

Será la garra suave.

Dejadme la esperanza.

Caridad Atencio

Sin título

Mi padre

no pensaba en la muerte.

El trabajo

era el centro de su vida.

Cuando estaba en edad,

era su rey.

Después encontró un asidero:

hacer jardines.

Nada importaba,

ni el dinero, ni el esfuerzo,

solo que subiera su labor

como una imagen perfecta

de lo que nace

y florece,

de lo que veíamos

desde lejos

y era nuestro,

y nos impresionaba.

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