Miguel Hernández

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La muerte, toda llena de agujeros

y cuernos de su mismo desenlace

bajo una piel de toro pisa y pace

un luminoso prado de toreros.

Volcánicos bramidos, humos fieros

de general amor por cuanto nace,

a llamaradas echa mientras hace

morir a los tranquilos ganaderos.

Ya puedes, amorosa fiera hambrienta,

pastar mi corazón, trágica grama,

si te gusta lo amargo de su asunto.

Un amor hacia todo me atormenta

como a ti, y hasta todo se derrama

mi corazón vestido de difunto.


Norberto Codina

Tertulia

Hoy no ha venido Miguel,

Otros floridos bardos rechinan

un tropel de versos en los vasos de ron;

alguien ametralla un poema azul

y la rima perdida silba entre las calvas

como la cola de un milagro de Rubén.

El ingenioso veneno de la crítica

lame afilado los testículos;

Nicanor se atrinchera en una silla

reza, tiembla, aúlla:

-¡Para leer poesía y comer pescado…!

y una sublime pompa de jabón ¡Oh, todo sigue azul!

se deposita en la calavera de Walt Whitman.

Cristóbal, el juglar de gallo pinto

escurre sus décimas;

Amauta, Aconcagua entre las piernas,

cuenta sus lanzas

y el payador de las hormigas,

en la madera de la muerte queda agotado equilibrista.

Hoy no ha venido Miguel Hernández,

la tarde queda de rumor y espuma.

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