Como de costumbre, por estos días se celebra cada año el Festival Eva Gaspar In Memoriam, espacio donde acuden integrantes de los grupos y comunidades portadoras cuyo sello se identifique con los elementos etnodemográficos de estirpe caribeña; sobre todo, los relacionados con la estirpe franco-haitiana en la cultura cubana. Considero que se trata de uno de los eventos de la cultura popular tradicional de mayor resistencia cultural entre los celebrados en Cuba. Lo impresionante, además, está en la defensa que demuestran sus cultores, los cuales pertenecen a un pequeño municipio y son capaces de reunir a más de 300 personas durante casi una semana, demostrando así ser referente en cuanto a preservación, promulgación y estimulación de los valores identitarios existentes en las comunidades de la Mayor de las Antillas. 

La comunidad Primero de Enero —conocida también por su nombre histórico: Central Violeta—, perteneciente a la provincia de Ciego de Ávila, constituyó una plaza importante para las migraciones en la primera mitad del siglo XX. Allí se estableció un grupo considerable de inmigrantes de la región del Caribe, mayormente de Haití y Jamaica, quienes formaron parte de los obreros asalariados que trabajaban en los cortes de caña durante la zafra azucarera y en el cultivo y recolección del café. Estos hombres y mujeres, luego de cada jornada, se reunían para cantar y bailar sus cantos, que eran de tipo popular y religioso; ellos trajeron consigo sus creencias, las costumbres del culto a sus deidades y la celebración de la Semana Santa haitiana como genuina expresión de su cultura.

Esta comunidad se convierte, en plena Semana Santa, en la capital del bandé-rará y de la cultura haitiana en Cuba; donde los practicantes que se sienten identificados con esta procedencia caribeña o simplemente con la cultura popular tradicional buscan su espacio para el reencuentro, la confrontación y el diálogo cultural a favor de la tradición, los arraigos y las costumbres.

¿En qué consiste la fiesta el bandé-rará?

El bandé-rará se organiza durante la Semana Santa y consiste, en lo fundamental, en la mezcla o fusión de elementos festivos y religiosos. Lo constituye un grupo cuya estructura recuerda la salida de los cabildos del Día de Reyes durante la época colonial: reina, première y deuxième drapeaux (primer y segundo abanderados), cobei (tesorero y presidente), deuxième président (vicepresidente), sentinelle (centinela), lame (especie de coreógrafo), reina reposé y roi diable, entre otros. El comisie es el conjunto de instrumentos musicales que interpreta la música que baila el bandé-rará. Este grupo simboliza múltiples elementos del vodú haitiano.

¿En qué consiste la práctica del vodú en Cuba?

Vudú o vodú (Haití, Cuba) es la religión propia de la mayoría de los africanos esclavizados que fueron importados de África occidental, especialmente del antiguo Dahomey, a las islas del Caribe por los franceses como trabajadores en las plantaciones de azúcar. Las creencias animistas de los esclavos fueron mezcladas con el catolicismo colonial francés para formar una nueva religión sincrética dominada por las creencias dahomeyanas. La palabra vudú (vodú, voudou) significa deidad o espíritu en lengua fon. Un elemento importante en las ceremonias es la posesión del cuerpo de los creyentes por los espíritus; los posesos hablan y cantan en creole. Los colonos franceses no les permitieron a los antiguos esclavos africanos practicar su religión libremente por ser considerada como ritos paganos; para poder realizar sus ceremonias, los haitianos ocultaron sus ritos en el catolicismo y así hacían sus ofrendas a los loa. Los practicantes del vudú quedaron limitados a unos cuantos que se ocultaron por miedo a ser descubiertos; ellos pasaron su tradición de padres a hijos, reuniéndose en secreto para hacer los trabajos de llamamientos con mantras y corporizando de los vèvès (dibujos) a los loa.

El bandé-rará se organiza durante la Semana Santa y consiste, principalmente, en la mezcla o fusión de elementos festivos y religiosos.

Sin duda, el Festival Eva Gaspar representa el homenaje de los haitianos asentados en Cuba y sus descendientes a la presencia del legado francófono, al creole como dialecto que les pertenece por herencia, así como a la figura del mártir Emilio Bárcena Pier y a la siempre querida Eva Gaspar, que llegó a Cuba en 1918, a los de ocho años de edad, proveniente de la provincia haitiana de Okay, tierra que la vio nacer, y quien se convirtió en defensora y cultivadora a ultranza de la cultura haitiana, sobre todo en la transmisión de sus saberes sobre el arte músico-danzario y culinario.

Según me contó en algún momento Ada Mirtha Cepeda Venegas, quien fue una relevante estudiosa del tema en la provincia avileña —además, llevó a cabo los procesos para devolver a las comunidades sus prácticas tradicionales en los años 80 y 90 del siglo pasado mediante la confección del Atlas Etnodemográfico de Cuba: Cultura popular tradicional—, Eva emigró a Cuba con sus abuelos paternos, los que la trajeron consigo por cuestiones muy peculiares de la familia. Después, sus propios padres, Margarita y Ubef, la llevaron a vivir con ellos al central Jaronú, situado en la provincia de Camagüey, donde vivieron por varios años. Posteriormente, se trasladaron al central Violeta en la comunidad de Sabicú, provincia de Ciego de Ávila, y allí permanecieron por el resto de su vida.

A raíz de la formación etnodemográfica y cultural de varios inmigrantes haitianos y jamaicanos por toda la zona, se fueron fomentando en la región valiosas aportaciones culturales de tipología caribeña, creándose así varias comunidades portadoras de tradiciones francófonas y de anglohablantes; Violeta no fue la excepción, y la figura de Eva Gaspar constituyó un eslabón determinante en este aspecto. Así aparece el reconocido grupo portador de tradiciones franco-haitianas Naggó, fundado el 14 de octubre de 1981.

Esta agrupación surge a partir de las primeras organizaciones danzarias creadas por los inmigrantes haitianos, y durante un tiempo fue simplemente un grupo para festejar a la manera de las celebraciones de Haití. Estas reuniones tenían sus momentos cumbre en plena Semana Santa, donde el grupo salía a visitar otros barrios de asentamientos haitianos que festejaban a la par. Sus puntos de congregación eran guardarrayas, bateyes, cuatro caminos y otros lugares, con el propósito común de cantar y bailar, a través de los saberes y arraigos traídos por sus inmigrantes.

Durante su principal celebración, la Semana Santa, concurren varias agrupaciones para adquirir las experiencias acumuladas por el grupo en el decurso de estos años y se pone de manifiesto el desarrollo del baile de gagá o bandé-rará; tampoco faltan el arte culinario de tradiciones haitianas y la adoración de sus santos, su bebida ti fei y el disfrute de la población. En su repertorio cultivan el gagá, vodú, ibó, congó merengue, obra a papá quede, obra a papá levá.

Son invitados permanentes y fundadores de la Feria Nacional de Arte Popular, han participado en diversas ediciones del Festival del Caribe, ostentan el Premio Gueba Crellor y el de Memoria Viva, ambos otorgados por el Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello; así como la Placa Heredia, entregada en el marco de la Fiesta del Fuego o Festival del Caribe en el año 2007.

El grupo Naggó es el anfitrión por excelencia del Festival Eva Gaspar In Memoriam. En cada edición, este evento suele comenzar con un tradicional desfile de las representaciones artísticas de las diferentes agrupaciones danzarias tradicionales participantes, por las principales arterias del batey. Aunque el núcleo y el mayor número de participantes pertenecen a las agrupaciones franco-haitianas y de anglohablantes, suelen llegar también grupos de todas las regiones del país y que practican otras culturas, como el espiritismo cruzado, la regla osha, arará, entre otras.

Asimismo, como parte de este festival se realizan exposiciones de artesanía, y de sabrosos platos y bebidas tradicionales de origen haitiano. El momento es propicio para representar tradiciones relacionadas con el bandé-rará, como la quema del diablo —un muñeco construido a base de pajas y palos secos—, cuyo significado es acabar con el mal y los infortunios de la sociedad. También son frecuentes los espectáculos artísticos de las agrupaciones participantes, las cuales hacen gala de sus bailes, toques y cantos que por siglos han heredado de sus culturas y antepasados.

Se realizan, y son de gran popularidad, ceremonias religiosos protagonizadas por rituales pertenecientes a la práctica del vodú, con la participación de la totalidad de las agrupaciones y sus portadores. Resulta significativo el sincretismo en la escena, pues en el polvo y palo en el centro, como se acostumbra en estas celebraciones, aparece para iniciar un eleguá, el cual recorre con frenesí todo el espacio del bohío haitiano. Es admirable cómo muchas mujeres son capaces de tocar los diferentes tambores con maestría y habilidad. Específicamente en el baile y los toques del Ibó como parte de la ceremonia del vodú, pude percatarme durante su interpretación cómo admiten la participación masculina y femenina, y en ocasiones solo es bailada por un solista, legitimando aquello de que “loa” simboliza la fuerza, la virilidad y el fuego, por lo que bien se puede comparar con el Changó de la santería.

Es significativa la demostración del culto religioso del Radá —una de las prácticas del vodú más reconocidas en Haití—, introducido en Cuba por estos inmigrantes. Sus elementos básicos son los siguientes: a) Jerarquía ceremonial que depende del tipo de actividad religiosa (sacerdotes y sus asistentes); b) Templo y altares, así como habitaciones preparadas para los cultos con su correspondiente parafernalia (palo central, vestuario, piedras sagradas y otras); c) Recipientes para contener las almas de los miembros del culto, cuando se inician o cuando mueren, y de los loas cuando se marchan; d) Ceremonias especiales para que la persona sea incluida en el grupo religioso: lavado de cabeza, iniciación y desunión (separación del alma de su envoltura material); e) Culto habitual que incluye las ceremonias o servicios a los loa radá, toques, cantos y bailes. También, tambores unimembranófonos de golpe directo.

Uno de los elementos que adquiere protagonismo durante el festival y que forma parte de la resistencia cultural, además de constituir vehículo de comunicación entre los haitianos en Cuba, es el creole (vodú): palabra francesa para designar el kreyole, lengua resultante del encuentro de diversas lenguas que hablaban los africanos esclavizados con la lengua del conquistador europeo, en el contexto antillano. Los afrodescendientes nacidos en este contexto adoptaron elementos significativos del léxico y de la fonética, así como los hábitos de articulación de unos y otros; pero las circunstancias en que estos fenómenos tuvieron lugar diferenció sustancialmente dichos elementos, lo que permite al etnólogo suizo Alfred Métraux (1902-1963) afirmar del kreyol haitiano que es al francés lo que el romance de la Edad Media es al latín.

También es significativa la celebración de las actividades académicas, reunidas en el coloquio “A las raíces”, donde participan investigadores, historiadores, estudiosos y hasta practicantes, quienes brindan al auditorio sus vivencias y experiencias sobre la gestión del patrimonio cultural vivo relacionadas con las prácticas tradicionales y sus portadores. Se propicia así un diverso y rico debate en el que priman la reflexión y el diálogo, en función de preservar los diferentes sellos identitarios generados en la cultura popular tradicional cubana.

En una de las ediciones en la que tuve el honor de participar, se creó de forma espontánea, en el mismo centro del poblado, como especie de un taller donde los participantes se fueron incorporando. Recuerdo bien que fue específicamente sobre el baile del gagá (forma parte del repertorio franco- haitiano). Ahí se encontraron portadores practicantes de todas las edades, incluyendo niños y adolescentes, instructores de arte, promotores culturales, entre otros.

Como uno de los principales valores del Eva Gaspar se encuentra la presencia de agrupaciones compuestas por infantes y adolescentes que cultivan los bailes, cantos y toques, lo cual nos demuestra la efectividad y conveniencia del proceso de continuidad en las comunidades haitianas en Cuba.

El festival cierra con un encuentro entre los portadores participantes e invitados, académicos y decisores presentes; todo en función de expresar a viva voz las demandas y preocupaciones, para contribuir a la viabilidad y salvaguardia de la expresión franco-haitiana en la cultura cubana.

¡Nuestras felicitaciones a la comunidad portadora de tradiciones Primero de Enero y a sus cultores por mantener y preservar un legado de riqueza incalculable!

¡Enhorabuena para el Festival Eva Gaspar!

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