Galdós, Almudena y otros Episodios Nacionales

Pedro de la Hoz / Fotos: Tomadas de Internet
26/9/2020

Como era de esperar, el centenario de la muerte de Benito Pérez Galdós en este 2020 generó ríos de tinta y cascadas de imágenes y sonidos en los medios españoles de comunicación. Novelista por excelencia, el grancanario legó a nuestra lengua una abundante y muy apreciable cosecha literaria, en la que sobresalen novelas que nadie debe dejar de leer como Fortunata y Jacinta, Doña Perfecta y Tristana y Misericordia, textos que consagraron una perspectiva estética realista que en algún momento derivó hacia el naturalismo. Pero la mirada más inquisitiva a su obra es la que se vierte sobre Episodios Nacionales.

Benito Pérez Galdós pintado por Joaquín Sorolla Bastida . Fotos: Internet

Pocas veces se ha visto en el ámbito iberoamericano una hazaña tan descomunal como la de los Episodios Nacionales. En cuarenta y seis novelas, agrupadas en cinco series, concebidas entre 1872 y 1912, el autor recorrió la historia de su país desde la batalla naval de Trafalgar, acaecida el 21 de octubre de 1805 en plena era napoleónica, hasta el ascenso al poder del partido conservador de Cánovas en 1880. En su mente quiso seguir adelante y planeó al menos otras cuatro novelas, donde el presumible punto final estaría dado por el prematuro deceso del rey Alfonso XII, el 25 de noviembre de 1885 y el inicio de la regencia de María Cristina, su viuda.

A propósito de la conmemoración centenaria, Almudena Grandes aseveró:

Los Episodios Nacionales nos enseñan a contar la Historia desde abajo. Son unas novelas históricas tan poco convencionales que desbordan los márgenes de esa denominación. En ellas aparecen los protagonistas de la Historia con mayúscula, reyes, reinas, generales, caudillos, líderes políticos, pero estas figuras nunca le cuentan al lector lo que está sucediendo. Quienes detentaron el poder real en los acontecimientos que se relatan son aquí personajes secundarios, figurantes que, en ocasiones, se limitan a hacer eso que en las películas se llama un cameo.

En otra parte de un artículo publicado en la revista El Cultural, la escritora preguntó y se respondió a sí misma: “¿Cuántos escritores en la Historia pueden presumir de haber creado un formato narrativo que siga siendo vigente, utilizable, ciento cincuenta años después? Pérez Galdós lo hizo. Nadie lo sabe mejor que yo”.

Nada retórica ni gratuita esta última afirmación. Almudena Grandes (Madrid, 1960) ha recorrido, de cierta manera y con toda intención en los últimos años, una ruta cercana a la del notable autor. Ella no ha tenido reparos en englobar el ciclo novelístico que ha ido dando a conocer a partir de 2010 bajo el título genérico Episodios de una guerra interminable.

La primera estación de la serie, Inés y la alegría, una de cuyas protagonistas se halla recluida y vigilada en casa de su hermano falangista, debido a su apoyo a la causa republicana durante la guerra, y al escuchar acerca de un plan para reinstaurar la República tras el desembarco de los aliados en Normandía, decide emanciparse por sí misma, por lo que se adjudicó el Premio Sor Juana Inés de la Cruz, otorgado en el contexto de la Feria del Libro de Guadalajara, y el Premio Iberoamericano de Novela Elena Poniatowska, concedido por las autoridades de Ciudad de México.

A Inés y la alegría siguieron El lector de Julio Verne (2012), Las tres bodas de Manolita (2014), y Los pacientes del doctor García (2017), todas editadas por Tusquets. En los primeros días de febrero pasado salió una nueva entrega, La madre de Frankestein, y la escritora ya está enfrascada en la que por el momento debe culminar la serie, Mariano en el Bidasoa.

La madre de Frankestein ubica su trama en 1954, cuando el joven psiquiatra Germán Velázquez vuelve a España para trabajar en el manicomio de mujeres de Ciempozuelos, al sur de Madrid, tras salir al exilio en 1939 y vivir quince años en Suiza. Germán reencuentra a Aurora Rodríguez Carballeira, una parricida paranoica, inteligentísima, que le fascinó a los trece años, y conoce a una auxiliar de enfermería, María Castejón, a la que doña Aurora enseñó a leer y a escribir cuando era una niña. Germán, atraído por María, no entiende el rechazo de esta, y sospecha que su vida esconde muchos secretos, a los que se añade el clima de un país humillado, donde los pecados se convierten en delitos, y el puritanismo y la moral oficial encubren todo tipo de abusos y atropellos.

De un modo u otro, los Episodios de una guerra interminable se relacionan con la carga pesada del franquismo. La madre de Frankestein, por su parte, transcurre en la peor etapa del régimen, los años 50, pues en opinión de la escritora, en los 40 todavía se soñaba con derrocar al dictador y en los 60 se empezó a recuperar la ilusión: “Fueron los años más tristes”.

¿Por qué el tema y la época? Ha dicho Almudena Grandes: “Es un error pensar que la memoria tiene que ver solo con el pasado. Tiene que ver con el presente y con el futuro, porque si no sabemos de dónde venimos no podremos saber quiénes no queremos ser ni a quién nos queremos parecer”.

1