En la exitosa carrera artística de Verónica Lynn, doña Teresa Guzmán, de la telenovela cubana Sol de Batey, ha sido uno de sus personajes más diabólicos. “Me gustó grandemente asumir ese protagónico por el reto que constituía representar a una terrateniente dueña de esclavos”, dijo en entrevista exclusiva esta prestigiosa actriz que a sus noventa años de edad continúa dando ejemplos de maestría escénica.

“La crítica te hace crecer”. Foto: Tomada de Vanguardia

¿Cómo llega al tan soñado por muchos mundo de la actuación?

Creo que cuando nací ya venía con el signo de artista. Y tantas veces me repetí que quería ser actriz que a los cinco años de edad lo tenía fuertemente grabado en la mente y en el corazón, a pesar de que nadie en mi familia sentía la menor inclinación por el arte. Mi madre adoraba a los artistas porque escuchaba mucho la radio cuando lavaba y planchaba para la calle, como se decía entonces. Mientras yo, con dieciséis años, trabajaba como manicura en una peluquería.

Mi debut como actriz fue en la televisión; a mi juicio, tardíamente porque tendría entre veintiuno o veintidós años. Debuté en un programa de corta duración que salía al aire a través de distintos episodios. En él a veces asumía personajes humorísticos y otras, dramáticos. Recuerdo que en ese programa el actor Severino Puentes era el Señor Gallo y yo era su secretaria. Participaba en aquellos programas de manera gratuita, pero me sentía inmensamente feliz porque, por fin, comenzaba a ser actriz. Por aquellos años conocí al también actor Alfonso Silvestre, que estaba preparando una obra de teatro en la que participaban siete hombres y una mujer. Él me propuso que interpretara ese personaje femenino. Yo nunca ni siquiera había ido a un teatro, pero, por supuesto, acepté enseguida porque a mí solo me interesaba actuar y si me decían que aunque fuera en el circo podía hacerlo, para allá me iba gustosamente. Durante los ensayos de esa obra de teatro me di cuenta de que allí eran mayores las posibilidades de convertirme en una verdadera actriz y, por otro lado, que podía llevar a la vez el trabajo y la actuación. Todos los integrantes de esta agrupación realizaban diferentes labores y yo, para esa época, había dejado de ser manicura y me dedicaba a vender al por mayor distintos productos como champú, tintes para cabellos y pinturas de uña, a varias peluquerías en Marianao. De esa gestión salía mi sueldo. Al igual que a la televisión, al teatro asistía sin ganar un centavo. Como todos los integrantes trabajábamos, nuestras reuniones comenzaban a partir de las cinco de la tarde y en no pocas ocasiones no podíamos comenzar a ensayar hasta las siete o nueve de la noche, porque el escenario estaba ocupado por alguna puesta en escena de otra agrupación. Fueron tiempos verdaderamente difíciles durante los cuales apenas me alcazaba el dinero para comer. Pero a pesar de todas esas dificultades sentía que estaba dando pasos seguros para alcanzar mi gran sueño.

Foto: Tomada de Revista Cine Cubano

En aquella época eran las personas pudientes las que patrocinaban los grupos de teatro y por ello existan varias agrupaciones dedicadas a esta manifestación del arte. Estas personas, incluso, entregaban premios a los mejores desempeños artísticos. Con ello pretendían mantener vivo el teatro y comenzaron a proliferar en La Habana pequeños teatros como Prometeo, Arlequín, Prado 260, por solo citar algunos.

Después de varios años haciendo teatro con obras de gran aceptación como Lluvia o La gata en el techo, volví a la televisión. Eran los años cincuenta y cuatro o cincuenta y cinco, es decir, que todavía no se había producido el triunfo de la Revolución. Para ese tiempo ya era actriz. Había ganado lo que yo siempre consideré el mayor premio en mi vida. Lo obtuve ciertamente de manera empírica, autodidacta, aunque sí y sobre todo con mucho sacrificio, prescindiendo de cosas tan elementales como comer o dormir porque en esa época estudiaba incansablemente para que todo saliera bien, cómo tenía que mirar, hablar, caminar. Desde entonces hasta hoy han nacido tantos y tantos personajes que lamentablemente la memoria no ha podido retener.

Siempre de manera brillante e imprimiéndole un sello muy peculiar, usted ha incursionado en la televisión, el teatro, la radio y el cine. En todos los casos asumiendo mayoritariamente personajes negativos. ¿Acaso es porque le gusta, porque disfruta haciendo el papel de mala?

Casi todas las veces he hecho el papel de mala. Ahí están, por ejemplo, personajes tan terriblemente malos como Teresa Guzmán o Doña Perfecta en el teatro. Esos personajes me encantaron. Disfruté mucho representándolos porque los malos son los que provocan los problemas, los conflictos en una obra. Sería muy aburrido si en una novela, una obra de teatro o en una película no hubieran malos. ¿A quienes se enfrentarían y vencerían los buenos? Los buenos se hacen grandes, se hacen héroes solo cuando son capaces de enfrentar y vencer a los malos.

“Sería muy aburrido si en una novela, una obra de teatro o en una película no hubieran malos”.

Considero que cuando se vaya a analizar la actitud de un personaje negativo hay que situarlo en su contexto político y social, en su época. Es decir, donde está ubicado ese ser humano en el tiempo y espacio. Doña Perfecta y doña Teresa pertenecen a clases sociales muy altas, son terratenientes. Poseen grandes riquezas, entonces tienen que defender sus intereses y eso yo lo interiorizo, me identifico con ellas hasta apropiarme de su personalidad y poderlas representar de manera convincente.

Foto: Tomada de Revista Cine Cubano

Ciertamente casi todas mis interpretaciones han estado dirigidas a asumir personajes negativos. Pero puedes creer que esos mismos personajes me han llevado a la popularidad. Teresa Guzmán era malísima, inhumana, despiadada, sin embargo, es tan alentador que cuando he recorrido la Isla desde el Cabo de San Antonio hasta la punta de Maisí, incluso en el Escambray, rodeada de montañas, he oído decir a muchas personas: ”Mira, mira, esa es la mujer de los pajaritos”. Obviamente se están refiriendo a Teresa Guzmán y, a través de ella, a mí. Eso realmente te llena de regocijo. Te hace sentir que aunque haya sido malo, malísimo, tu personaje quedó en la memoria popular y eso es verdaderamente gratificante. Es lo mejor que puede pasarte después de tanto tiempo de estudios y sacrificios, aunque no niego que en nuestra profesión nos divertimos muchísimo.

“Aunque haya sido malo, malísimo, tu personaje quedó en la memoria popular y eso es verdaderamente gratificante”.

Otras muchas telenovelas, a pesar del paso del tiempo, perduran también entre sus admiradores que suman miles a lo largo y ancho del país. Entre ellas Pasión y prejuicio, Las huérfanas de la Obrapía, Fortunata y Jacinta. Igualmente sucede en el cine, y a propósito de este, ¿cuál es la película que recuerda con más cariño?

Sin lugar a dudas La Bella del Alhambra. El personaje de esa señora, consumida por los fracasos en su vida y el vicio, caló muy hondo en mí. También me gustó mucho Larga distancia, y más recientemente, filmada en 2018, Candelaria, una película muy tierna, porque trata de un matrimonio que tiene cincuenta años de casados. Muy lindo ese personaje. Y ya ves, ahora resulta que me he convertido en buena.

Foto: Tomada de Revista Cine Cubano

A partir de su vasta experiencia en la actuación, ¿qué importancia le concede al talento?

Con el talento se nace, no te lo da ningún profesor. Eso sí, a lo largo de tu carrera, cualquiera que sea la manifestación artística, tienes que ser capaz de irte apropiando de herramientas que te permitan desarrollarlo. Por ejemplo, hay actores que no tienen mucho talento, sin embargo, poseen habilidades y a esas habilidades les añaden mucho estudio, perseverancia, disciplina y rigor y sobre todo mucho, mucho amor a su profesión, a lo que hace. Siempre hay que buscar más, aprender más de todo y de todos.

“Siempre hay que buscar más, aprender más de todo y de todos”.

¿Qué diría usted de Verónica Lynn?

A decir verdad, he tenido que vencer muchos obstáculos para poder llegar hasta aquí. Hay que tener en cuenta que vengo de la época del capitalismo, no obstante siempre he sido una actriz muy amante de su profesión. Una mujer que, a partir del momento en que se convirtió en actriz, jamás concibió su vida sin la actuación. Siempre me he caracterizado por ser estricta conmigo misma, por exigirme disciplina y por mostrar absoluto respeto a mi pueblo, al público que sigue mis presentaciones, ya sea en el cine, la televisión o la radio. El arte es mi razón de ser, de existir. Precisamente por ese respeto a mi trabajo he tenido que sacrificar muchas cosas, pero en todo momento con un placer enorme. Los artistas sufrimos, lloramos, padecemos, pero al propio tiempo amamos, gozamos. Trabajar para servirle al público ha sido siempre mi mayor placer.

Foto: Tomada de Revista Cine Cubano

En cada interpretación asumida desaparece por completo Verónica Lyn, me desdibujo, para dar paso a ese personaje que convenza, que el público vea en él de principio a fin lo que es realmente.

¿Qué le resulta más provechoso las críticas o las alabanzas?

En todo momento y cualquiera que sean las circunstancias, he preferido las críticas. Pero me refiero a esa crítica que parte de la admiración y el respeto. Una crítica bien dirigida te permite ver tus faltas, tus errores. Te permite rectificar, enmendar lo mal hecho y encaminar tu proceder, tus pasos de manera más acertada. La crítica te hace crecer. Admiro y estimo mucho a quienes me han criticado y aun me critican, pero siempre, siempre con deseos de ayudarme, con deseos de que yo haga mejor cualquier personaje, cualquier interpretación.

Foto: Tomada de Revista Cine Cubano

Me duele ver cómo hemos ido perdiendo el oficio de esa crítica necesaria, reconfortante. Años atrás eran muy habituales las sesiones, tanto en la prensa escrita, como en la radio y la televisión, espacios dedicados a la crítica. Creo que sería muy beneficioso retomar esa práctica.

A pesar de sus nueve décadas de vida, usted continúa entregada a la actuación con la misma pasión de sus años mozos.

Sí, efectivamente continúo trabajando. Me siento muy bien físicamente y con enormes deseos de seguir haciendo arte. A pesar de las restricciones sanitarias que nos impone esta insoportable pandemia, trabajé en una película titulada AM/PM. Es una producción del realizador Alejandro Gil. En ella asumo el personaje de una mujer que vive sola porque los hijos y los nietos abandonaron el país. Reside en un apartamento muy lindo, muy cómodo gracias a la ayuda económica que recibe de su familia radicada en el extranjero. Es un personaje muy bonito, que tiene como principal complejidad mostrar lo que es la simpleza, la cotidianidad.

En estos momentos estoy enfrascada en el aprendizaje de un libreto para otro filme que se comenzará a grabar dentro de unos días y que lleva por nombre La novicia jardinera, del realizador Arturo Soto. En esta soy una monja, la directora del convento, su madre superiora.

Asimismo grabé recientemente con el realizador Rudy Mora un serial de once capítulos, de los cuales participo en cuatro. Es una serie para la televisión y asumo un personaje que sí es bastante, muy complejo, pues se trata de una diva que fue muy admirada, muy querida, pero que al pasar el tiempo las nuevas generaciones, al principio, no la reconocen.

Y también, desde hace ya algún tiempo, dirijo el grupo de teatro Trotamundo. Respetando, por supuesto, las medidas higiénico sanitarias, hemos trabajado últimamente en el montaje de la obra Frijoles Colorados. Esta puesta en escena estaba casi lista para ser estrenada. De hecho su estreno estaba previsto a propósito de mis noventa años. Pero otra vez es la pandemia el gran obstáculo. De cualquier manera y por diversas vías, continuamos trabajando con los actores, perfilando detalles, perfeccionando cada personaje.

Usted, en sí misma, su magistral desempeño artístico, es indudablemente una gran escuela. Pero también ha contribuido a la formación de jóvenes actores, como profesora de la Escuela Nacional de Arte. ¿Cuál es su mensaje para las nuevas generaciones de actores y actrices?

Que nunca piensen que aunque tengan el reconocimiento del público están en la cúspide, que ya llegaron. Por el contrario, todavía les falta mucho por andar porque precisamente ese reconocimiento implica un compromiso, implica hacer más cada día. Soy actriz desde hace más sesenta años, sin embargo considero que aún no he llegado a la cúspide. Pienso que todavía me faltan muchas más cosas por hacer, por lograr.

“Soy actriz desde hace más sesenta años, sin embargo considero que aún no he llegado a la cúspide”.

Que nunca se conviertan en actores engreídos. Que agradezcan al público con más preparación académica, con más esfuerzo, con más rigor y disciplina. Que cualquier muestra de amor, de admiración que reciban del público, sea compensada con más estudio, con más superación. Que nunca se sientan merecedores. La labor nuestra es un trabajo de equipo, de grupo donde jamás tendrá cabida el individualismo, ni el egocentrismo. Ningún actor puede llegar a brillar por sí solo, porque su desempeño artístico estará siempre apuntalado por aquel o aquellos intérpretes, por muy insignificantes que parezcan. Una modalidad de la actuación es, por ejemplo, el monólogo. Pero detrás de ese actor, aun cuando él aparezca solo ante el público, hay todo un equipo.

Y por último, y quizás el mensaje más importante, que hagan de la humildad, de la modestia, el principal sostén de su carrera artística.

Es muy probable que sumen más de una treintena los reconocimientos y premios nacionales y foráneos otorgados a Verónica Lyn durante su más de medio siglo de quehacer artístico. Y aunque a todos y a cada uno de ellos le concede el valor que poseen, esta consagrada actriz asegura que el mayor galardón que ha recibido es una frase dicha por algunos admiradores en varias ocasiones: “Gracias por existir”.

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