¡Hasta la vista, compay!

La Jiribilla
25/3/2020

Porque la muerte no llenará de silencio tu obra, porque tus personajes animados revelan la esencia de un país, porque varias generaciones hoy te piensan, pillo manigüero, y te agradecen sinfín. Coja usted su machete y sombrero, cabalgue tranquilo por el sendero que labró con cada aventura, y recuerde, sin lugar a dudas, que al nombrar a Elpidio, a María Silvia y a los vampiros se nombra también a Cuba.

Rendimos tributo a Juan Padrón con esta compilación de posts publicados en redes sociales por intelectuales, escritores y artistas cubanos ante la partida física de uno de los más grandes historietistas de Cuba. Gracias Juan Padrón por tu hermosa obra, por tu alegría desbordante y tu cubanía.

Ilustración: Brady Izquierdo
 

Norge Espinosa Mendoza (poeta, dramaturgo y crítico teatral)

Justo el día en que también falleció uno de los más célebres dibujantes de Astérix, se fue de este mundo Juan Padrón, el más querido y elogiado nombre del cine de animación cubana. Nuestro Stan Lee, me dije, al saber la noticia, presagiada en los ruegos que por su salud alzaba uno de sus hijos en las redes.

Y ojalá hubiera sobrevivido este hombre que no solo nos alegró la infancia, sino que además obró el pequeño gran milagro de explicarnos parte de nuestra historia y orgullo patrio, con un humor y una gracia que se extraña en muchas partes. No fue solo el padre de Elpidio Valdés (con su tropa de amigos, villanos y compinches inolvidables), sino también de los Filminutos, de esa película de culto que es Vampiros en La Habana y de los Quinoscopios, entre tantos proyectos.

Ganador del Premio Nacional de Cine y el del Humor, entre otros, logró que sus mejores personajes y chistes pasaran de inmediato a la memoria colectiva del cubano, que puede repetir pasajes de sus filmes a manera de contraseñas. Para los niños y niñas, hombres y mujeres de varias generaciones en la Isla, creó fábulas rápidas, simpáticas, a las que un conjunto de actores (Frank González como un colaborador imprescindible) daba voces con un timing perfecto.

Su ingenio, su talento, como el del compositor Juan Formell, nos acompañarán de muchas maneras. Más allá incluso de esta muerte. Inventó el vampisol, cóctel cubano que dejaría a los parientes de Nosferatu pasearse por Varadero. Redibujó, literalmente, nuestras guerras de Independencia. Sacó partido del chiste extremo, del desparpajo cubano, de sus desbordes eróticos, de la gozancia nacional para recordarnos lo que fuimos y lo que somos. Nos dejó esas frases e imágenes como compañía. Y te esperamos, como aseguraba uno de tus personajes, en la próxima aventura. Gracias por todo, muchas gracias, compay.

Juan Padrón recibió el Premio Nacional de Cine en 2008. Foto: Tomada del perfil de Facebook de Marilyn Solaya
 

Maikel Rodríguez Calviño (Narrador, periodista y crítico de arte)

Ha fallecido Juan Padrón. Cuba lo llora, y no es para menos: pocos, como él, han conseguido calar tan hondo en el imaginario de nuestra nación; pocos nos han legado tamaño arsenal de personajes únicos con los que nos hemos identificado generaciones y generaciones de cubanos de aquí y de allá, sin importar los rumbos que nos impone la vida. Es en obras así, en artistas así, capaces de aunar personas con diversos criterios y filosofías, donde habita la Patria que prefiero. Porque Juan ha sido y será Cuba: identidad, erotismo, Historia; humor, choteo, carcajada feroz, risa cómplice, sonrisa demoledora. Resistencia, rebeldía, lucha constante. Vampiros, cavernícolas, tapoks, aminoplises, el no-tan-fiero Lopintán; Werner Amadeus von Drácula, Johnny Terrori, el inmortal Elpidio Valdés, María Silvia, Eutelia… Nombres tan familiares como los del vecino más cercano, el amigo querido, el hermano. Puede que no sepamos quién los dibujó, pero sus rostros no los olvidaremos nunca. Grande el artista que es recordado por los personajes que crea. Para conseguir eso, para que sus hijos de tinta y papel se transformen en personas cercanas, cálidas, sinceras, se necesita de mucho talento y mucho esfuerzo. Juan Padrón así lo demostró: como persona, en su obra, en su trabajo incomparable. Artista, dibujante, historietista, escritor: “pongo entre tus manos un plumón para dibujar, un machete recién afilado y un máuser flamante”. Te honraremos con salvas de cañón de cuero y un blues a lo Pepito (que "la cornetica" suene toda la noche, aunque mañana tengamos que trabajar), brindaremos en tu honor con sangre O positiva, de la mejor cosecha, y mandaré a Bruno para que te reciba en ese sitio luminoso al que vas. "Sácala, Joseph", "¡El arroz con boniato!", "Suéltala, que es asmática", "¡¡¡Enfermeraaaaa…!!!"Y es que, en realidad, no te marchas, Juan. No podrías, aunque quisieras. Estarás siempre aquí, y la culpa es tuya. Ya nos reencontremos en la próxima aventura…

El último vampiro, de Reynerio Tamayo. Foto: Tomada del perfil de Facebook de Maikel Rodríguez Calviño
 

Marilyn Solaya (Actriz, guionista, productora y directora de cine)

Juan Padrón, siempre te recordaré con respeto y admiración. Gracias por regalarle a mi infancia un personaje como Elpidio Valdés y su amor a la Patria, pero, sobre todo, te agradezco la primera referente animada para las niñas cubanas, de mujer joven valiente y luchadora, independiente e inteligente, cuando todo parecía indicar que nos tocaba por decreto ser otra de las tantas princesas aburridas de Hollywood y Walt Disney o, en el peor de los casos, la chica objeto Betty Boop… ¡TODAS quisimos ser María Silvia! Abrazos para ti, mi querido Ian Padron y para toda tu familia en este día tan triste.

Marilyn Solaya agradece a Juan Padrón por el personaje María Silvia, “referente animada para las niñas cubanas”, además del inolvidable Elpidio. Foto: Internet
 

Omar Valiño (Crítico teatral, ensayista, profesor y editor)

Estoy pensando, exactamente, que Juan Padrón consiguió lo que muy pocos: entrar en el lenguaje, en el diario, en el ADN, en el alma de un pueblo. Y eso se llama eternidad!

Juan Padrón. Foto: Tomada del perfil de Facebook de Omar Valiño
 

Rafael González Muñoz (Poeta, dramaturgo y presidente de la Asociación Hermanos Saínz)

Juan Padrón siempre estuvo cerca de los #JóvenesCreadores, a él agradecemos muchas de las alegrías de nuestra infancia y su indiscutible aporte a nuestro carácter irreverente y comprometido con nuestro tiempo y con nuestro país. ¡Hasta la vista compay!

Juan Padrón y uno de sus personajes. Foto: Internet
 

Yoandry Ávila Guerra (Redactor, reportero y fotorreportero de Cubaperiodistas, y colaborador de diversos medios impresos y digitales)

Todavía de adulto las frases de sus personajes me acompañan. Atesoro una carpeta con los animados de Elpidio Valdés y las películas de Vampiros en La Habana. En la Lenin, a mi socio Pepito más de una vez lo quemamos con un "Te lo dijem Pepem". Como periodista, en más de una ocasión reporté algún hecho vinculado con él y su obra; sin embargo, por su paciencia y calidez, grabada quedó en mi memoria aquella entrevista de hace más de un lustro, en que su casa puso el dónde en el lead mientras al joven reportero se la trababan las palabras y se la caía el bolígrafo al suelo en más de ocasión, ante la emoción de tener enfrente al papá de Elpidio Valdés. Hoy, ante su partida física, la cultura cubana está de luto, pero solo es un hasta luego, un ¡Hasta la vista, compay!

Elpidio Valdés, uno de los personajes emblemáticos de Juan Padrón. Foto: Internet
 

Julio César González (Ensayista y profesor)

De niño yo quería ser como Elpidio Valdés. Nuestro padre Manuel, español de las Islas Canarias, nos llamaba “mis mambises”, y eso nos incentivó el amor por Elpidio, Palmiche y María Silvia. Hoy nos abandona Juan Padrón, su creador, pero estoy seguro que en tod@s vivirá su obra tan cubana y mambisa. Te dedico el sol matutino desde mi ventana que te acompañara en tu viaje, Juan, de toda Cuba ¡Hasta la vista, compay!

Juan Padrón. Foto: Tomada del perfil de Facebook de Marilyn Solaya
 

Laura Zaragoza (Editora de La Jiribilla)

Hace días que no puedo hablar y hoy tampoco me salen las palabras. Gracias por todo lo que creaste. Gracias porque sé que alguien se puede enamorar escuchando la verdadera historia de cómo surgió Vampiros en La Habana. Gracias porque hoy alguien me dice con cariño “¿y a ti qué te duele, pelirroja?”. Gracias porque, ante la adversidad, siempre hay un amigo que suelta: “aquí todos hemos tirado con fusiles peores”. Gracias por enseñarme que yo también puedo ser una yegua de guerra “a mi manera, claro”. Gracias por mi infancia feliz. Mucha luz. Maferefún, Gran Padrón.

Juan Padrón: ¡Al ataque! Foto: Internet
 

Alexis Díaz Pimienta (Poeta)

Réquiem en décimas por Juan Padrón

—¿Que ha muerto quién? ¿Juan Padrón?
¿Tú estás loco, bro? ¿Qué dices?
¡No me toques las narices!
¡Seguro es fake new? —¿¡Perdón!?
Lo han dicho en televisión.
Y en Internet. —¿Padroncito?
¿El de Vampiros…? ¿Juanito?
¿Cómo? ¿El de Elpidio Valdés?
¡La Muerte qué tonta es!
¡Qué chiste tan mal escrito!

Miro hacia atrás. Soy pequeño.
Tengo ocho, diez, once años.
Y otros de varios tamaños
comparten mi infancia y sueño.
Entro en el cine. Me adueño
de una butaca vacía.
Cine Rex. Interior Día.
Cientos de niños sentados.
¡Hay dibujos animados!
¡Hay chistes con poesía!

Rex. Dúplex o Cinecito.
Da igual. Es nuestra niñez
y es nuestro Elpidio Valdés
(más real que “muñequito”).
Todo es perfecto. Hay un rito
de dibujo y carcajada
que deja la infancia untada
de historia e ingenuidad.
Todos tenemos la edad
de la inocencia. ¡Sagrada!

Y hay un señor (dibujante)
al que llaman Juan Padrón
que nos hipnotiza con
su mezcla de comediante
y poeta delirante,
de historietista “volado”
e historiador adaptado
a la tinta y al grafito.
Juan Padrón. Padrón. Juanito.
Un ser humano “animado”.

¡Y ahora huérfanos! ¡De madre!
Más de una generación
ahora es huérfana (“Padrón”:
superlativo de padre).
Cuadro a cuadro. Encuadre a encuadre.
Dibujos inteligentes.
Juan, como en tantos ambientes
creaste tus acertijos,
dejas millones de hijos
de apellidos diferentes.

Hijos de muchas edades.
Hijas de distintas razas.
Hijos en todas las casas
de diferentes ciudades.
¡Animadas amistades
que hoy reímos de dolor!
Pues la liturgia mayor
ante este, tú último viaje,
es volverte un personaje
de tu obra, animador.

Tú eres Elpidio Valdés.
Y María Silvia. Y Resoples.
Y es natural que te acoples
en tantos, Juan, a la vez.
Tú eres Palmiche después.
Y un trompeta. Y una anciana.
Tú eres la negra africana.
Y el soldado. Y el guajiro.
Tú eres el mayor vampiro
de las calles de La Habana.

¿Se fue el último mambí?
¿Murió el pillo manigüero?
¿Aquel chico matancero?
¿El de los vampiros? ¿Sí?
¿Quién lo dijo? No lo vi.
¿Dónde y cuándo falleció?
¿Qué la Parca lo llamó?
¿Qué se ha muerto? ¡Deja, deja!
—Ay, ño, María Silvia… ¡vieja!
—¡Infamia, calumnia! ¡Nooo!

Esto debe ser trucaje
de cine de animación.
Trucos de televisión,
diablura de personaje.
A Juan le encanta el pillaje
y de algo seguro estoy:
como ni siquiera hoy
se puede quieto quedar,
asalta el tren militar
y luego asalta el convoy.

Y con manigüeros, pillos
y toda su tropa entera
va contra la cañonera
y contra los rayadillos.
Ahora busca atajos, trillos
para todas las edades
y entre esas inmensidades
donde somos diminutos
en lugar de “filminutos”
hará “film-eternidades”.

Lo veo. Pícara risa,
carita de “yo no fui”,
tocando el clarín mambí
y ajustando su camisa.
Lo veo, estampa mambisa
recorriendo toda Cuba.
Y un español (máuser y uva)
que quiere un himno tocar
y comienza a protestar:
—Solo ha quedado la tuba.

—Ey, maldito manigüero,
pillo, insurrecto, mambí…
¿Adónde vas? ¡Ven aquí!
Toma machete y sombrero.
¡Busca a Elpidio en el potrero!
¡Anúdate la camisa!
Y al ver que no tiene prisa
alguien grita desde España
—¡Apague, apague mi caña!”
Y él se parte de la risa.

La Muerte lo ve llegar
pero no lo reconoce.
Juan y Elpidio y diez o doce
mambises la ven pasar.
La Muerte comienza a hablar
pero nadie le hace caso.
La Muerte da un frío paso
Y habla en inglés (brother, síster)
Y Elpidio-Juan: —Bueno, míster,
ehhhh… ¡la suya por si acaso!

—No se queje más, compay,
no se queje demasiado
que aquí tos hemos tirado
con fusiles peores… —¡Ayyyy!
—Pero bueno… ¿Ay o no hay?
Y Oliverio: —Mala suerte.
—¡Señorita! —gritan fuerte.
—¿Quién es? –la joven repuso.
—El imbécil que le puso
bandera blanca a la Muerte.

Celedonio y Oliverio
(dos tipos “fuera de serie”)
repiten a la intemperie:
—Ian, no te pongas tan serio.
La Muerte tiene criterio,
dicen, mas se ve nerviosa
cuando oye la voz graciosa
de Juanito en la otra orilla:
—Tráiganme clavo o puntilla,
mi rifle usa cualquier cosa.

—Mi rifle dispara clavo,
cuchara, pluma, herradu…
—¿Oyes lo que dice?, ¡Offfú!
¡Ese Juanito es un bravo!
Juan dispara y boca y cabo
humean en el encuentro.
Dispara a un lado y al centro.
Y de pronto oyen: —¡Compays!
—¡Este… hombre… ¡Paren que vais
a matar a uno aquí adentro!

Y ante la voz del doctor
que cuenta que Juan se ha ido;
y ante el rostro compungido
de otros a su alrededor,
—¡Mamacita, qué dolor!
se oye a una joven diciendo.
—¡Qué dolor! —sigue sufriendo.
Y alguien, frente a su congoja:
— ¿Qué te duele, Pelirroja?
—A mí ná, estoy traduciendo.

María Silvia y Media Cara
chocan los cinco, riéndose.
Resoples silba, sintiéndose
una sensación muy rara.
María Silvia no declara.
Ni habla ningún rayadillo.
Solo la Muerte en un trillo:
—¡Maldito mambí!, diablura,
en la próxima aventura
lo voy a hacer picadillo!

Y cuando escuchan aquello
Elpidio y Padrón, los dos,
dicen a una sola voz:
—¡Corneta, toque a degüello!
La Muerte ante el atropello
recula unos cuantos pasos
y algunos diablillos rasos
le dicen: —Ñooooo, estos guajiros
na má que oyen los tiros
y “asarrrtan” a machetazos.

—Pero… ¡qué susto, Josú!
—Generá, tranquilo usté,
que lo vamo a hacé puré
e talco… —¡Qué bueno, tú!
Se oye el musical menú
de una trompeta inspirada.
Y la Muerte, despistada,
pregunta (porque le escuece):
—Pero, ¿qué ha tocado ese?
Y le dicen: —¡Retiradaaaaaa!

Juan quiere irse. —¡Adiós, el Mío!
—¡Muchachooooo, no seas salao!
¡Venga pacá, condenao,
que tú solo estás herío!
Todo es un caos, un lío.
Entonces la Muerte, jura
que en la próxima aventura
“lo vamos a hacer papilla,
papillita de tortilla,
puré de talco” —¡Qué hartura!

La Muerte, con su inmodestia,
de pronto dice: —Consorte,
esto no hay quien lo soporte…
Juan ahí… Y uno… de bestia.
Nos da risa su molestia
al hablar sobre el mambí.
Juan Padrón, tranquilo, ahí,
dormido (o como durmiendo)
—Y la tal Muerte comiendo
m… mandarinas por ahí.

La Muerte empieza a gritar
entre disparos lejanos:
—¡Pa’lante, leones hispanos,
no os dejéis provocaarrr!
La Muerte empieza a llorar
y farfulla en un desliz:
—Una afilando feliz
la guadaña que más quiere,
Y ahora va Juan… y no muere.
¡Ay, qué país! ¡Qué país!

—Oye, Muerte, están diciendo,
ya no sé por qué motivo
que Juan Padrón sigue vivo.
—¡Bestia, qué estamos comiendo!
Todo se va confundiendo.
La propia Muerte se aterra
y poniendo un pie en la tierra
mira hacia Palmiche y:
—¡Palmiche, cará! ¡Ese sí
es un caballo de guerra!

“¡Me lo tengo que llevar!”
(piensa en voz alta la Muerte).
La mía, qué mala suerte.
Qué difícil trabajar
como Muerte y no lograr
llevarse a este “compañero”.
Insistiré. Yo lo quiero.
Lo necesito. Lo juro.
Yo he traicionado muy duro
Pa’ ganarme ese dinero.

Media Cara está muy triste.
Y María Silvia. Y Cortico.
Resoples, tristón y pico.
Celedonio ya ni existe.
La Muerte en matar insiste.
Hace al catalejo un zoom.
Saca el rifle (arma común)
Y… —¡Elpidiooooo! —grita otra vez.
—¿Quién llama a Elpidio Valdés?
—Etta que ‘ta acá atrá’… ¡¡PUM!!

—¡Corneta, toque a reír!
—¡A la orden, mi Coronel!
—¡Corneta, risa a granel!
—¡A la orden! ¡Viva el vivir!
—¡Corneta, toque a seguir!
—¡Corneta, toque reencuentro!
—¿Qué hago, Muerte? ¿Salgo o entro?
—¿Pero por qué disparáis?
Este… Hombre… ¡Que lo váis
matar a uno aquí adentro!

¿Que ese pillo manigüero
seguirá vivo en la gente?
¿Qué el tal Juanito se siente
vivo, eterno, guerrillero?
¡Ayyyy!, ¡Bandido, bandolero!
¡Qué mal rato! ¡Me pellizco!
Vaya animado tan bizco.
Pero esto se va a acabar.
¡Ahora vamos a bajar
y lo haremos “dizzzco”, “dizzzco”!

—¿Y qué pasó? Ni pregunten.
Todo parecía un juego.
De pronto: —¡Preparen!… ¡fuego!
(¡Ñó! Se me olvidó el “apunten”).
Y los panchos: —¡No se junten
con las sombras poco humanas!
Y la Muerte (con sus ganas
de “empadronarse”), gritando:
—¡Mambises, bestiaaaaaa… ¡Hasta cuándo!
¡Que no tiréis con ventanas!

Y ahora Cuba confinada.
Y Elpidio, con seis o siete:
—Caballeros, al machete
y con la luz apagada.
Eso del COVID no es nada,
dice el eterno mambí.
María Silvia dice, sí,
con carita de confronta.
Y agrega: —Oye, Muerte, tonta,
que la candela es aquí.

—¿Juan ha muerto!? ¡No sé yo!
No se fíen, quietos, ¡contra!
porque ese tipo es recontra
—súper—peligroso, ¿O no?,
No se embarquen… Quietos, oh,
no se embarquen más, mi gente.
Y alguien dice de repente:
—Que La contrainteligencia
es la contra-inteligencia,
chavá… Sé má inteligente.

Y María Silvia salió
y cantó: —¡España, España,
don Rezoplez no se baña,
el jabón se le acabó.
La Muerte que mal quedó.
La Muerte triste, nerviosa.
—Tanto lío y tanta cosa
pa’ que lo engañen a uno
como a un chino… Y qué oportuno:
Él-pidió paz… y ahí reposa.

Mas de pronto, se oye un grito
de acento largo y rajao:
—¡Párate ahí, condenao,
que tú ta’ herío, Juanito!
Pero se abre el infinito.
La Habana se pone oscura.
Y Juan dice, con voz dura:
—Me voy, esto es lo que hay.
¡Ya nos veremos, compay,
en la próxima aventura!

Mas nadie quiere creer
que Juan Padrón, Padroncito,
va a cometer “el delito”
terrible de des-nacer.
Y cuando empieza a doler,
cuando ya pesa el vacío,
el mismo grito sombrío
de San Antonio a Maisí:
—¡Muchacho, párate ahí
que tú solo estás herío!

Y hay más sonrisas que lloros
(de corto y largo metraje).
Y Juan, hombre y personaje,
habla solo y le hacen coro
desde la Torre del Oro
hasta el Pan o el Escambray:
—¿Que más vida ya no hay?
¿Que este adiós hay que creerlo?
Pues… Eso habría que verlo…
¡Hasta la vista, compay!

Tomado del perfil de Facebook del autor