Hace apenas unas horas regalé tres libros que teníamos —cada uno los suyos— otro incansable lector y yo, responsable hoy de hacer germinar, en suelo fértil y ojos agudos, los títulos que atesoró.

Entre ellos estaba Dolce vita, uno de los volúmenes de cuentos de Eduardo Heras León. Únicamente por eso lo ofrecí, pues este escritor, que acaba de abandonar el mundo, es de los que deben acompañarnos para siempre. Gloria a la vida, a la escritura y a la grandeza de espíritu de este hombre entrañable e imprescindible. La eternidad del Chino Heras está garantizada.

Tomado del perfil de Facebook de la autora