El pasado 29 de julio la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y la editorial Ocean Sur presentaron el libro La oportunidad de conversar, del periodista Rodolfo Romero.

El libro, que tiene a la entrevista como columna vertebral de las historias, resulta una confluencia de voces acerca de la realidad cubana desde diferentes prismas. Hoy La Jiribilla intercambia con su autor en aras no solo de poner en contexto tal compendio, sino también para profundizar sobre la relación de los protagonistas con una Cuba que se debate entre el pasado y el presente.

“En este caso, la compilación no responde a un tema específico. Algunas versan sobre periodismo y comunicación política, otras sobre cultura, cine, políticas culturales; y el resto se relaciona directamente con determinadas coyunturas, como el golpe de Estado contra Evo Morales en Bolivia o el diálogo sostenido con Néstor Kohan a partir de la publicación de uno de sus más recientes libros. Todos tienen en común que ofrecen pistas y reflexiones para dialogar con el presente y el futuro de Cuba y de América Latina”, explicó Romero.

¿Cómo se inserta La oportunidad de conversar en Ocean Sur, una casa editorial que promueve el pensamiento revolucionario del continente?

El libro forma parte de la colección Diálogos en Contexto; integrada en su mayoría por libros digitales que Ocean Sur publica en su sitio web para descargas gratuitas, llegando así a un mayor número de lectores en más países. Responde también a la intención de la editorial de publicar libros no solo de politólogos, analistas o investigadores, sino también de jóvenes intelectuales, periodistas.

Como parte de esta colección se han publicado títulos de algunos periodistas, entre ellos, Anisley Torres, Randy Saborit, Charly Morales, Liudmila Peña. De esta manera, la editorial ha aprovechado su desempeño como reporteros o corresponsales para abordar realidades de países como Colombia, Guatemala, El Salvador, Cuba.

¿Tienen los entrevistados nexos comunes? ¿En qué medida son resultado del contexto social-político-cultural cubano?

Los entrevistados tienen en común su relación con Cuba, incluso aquellos que no son de aquí, guardan algún vínculo con los procesos que se viven en nuestro país. Por eso no sorprende que, como parte de las vivencias que narran los comandantes del ELN Nicolás Bautista y Antonio García, las denuncias realizadas por el boliviano Hugo Moldiz, los análisis de los argentinos Tristán Bauer y Néstor Kohan, aparezca la impronta de la Revolución cubana.

El joven periodista Rodolfo Romero. Imagen: Tomada de Proyecto Escaramujo

En el libro usted entrevistó a valiosos intelectuales que han tenido a cargo la política cultural del país. Queda demostrado que la cultura no puede desconectarse del resto del entramado social, la prensa incluida. ¿Cómo conectar desde el mismo libro esa necesidad?

El libro intenta hacer conexiones, y muchas de ellas resultaron para mí importantes aprendizajes. Cuando hablábamos con Aurelio Alonso, nos decía: “Lo que ocurre con este departamento [se refería al de Filosofía] y la revista Pensamiento Crítico es la antesala de un retroceso cultural mayor para toda la intelectualidad, el cual se consolida en el Primer Congreso Revolución y Cultura, donde se hace doctrina la discriminación, hasta con prohibiciones formales hacia los homosexuales, los creyentes religiosos, etc.”.

Y ese análisis se concatena con las reflexiones que, unas páginas después, nos regala Abel Prieto: “Hay grandes artistas e intelectuales que emigraron. Sin embargo, su obra nos pertenece y la hemos difundido. Cuando yo trabajaba en el sistema editorial, dirigía Arte y Literatura, alguien como Lydia Cabrera, autora de El monte (1954) y un montón de libros muy importantes para entender el influjo de la herencia africana en Cuba, sobre todo de su religiosidad, era una persona que vivía en Miami y tenía un discurso histérico contra la Revolución”.

El diálogo con estos dos importantísimos intelectuales cubanos nos da pistas, nos muestran las contradicciones de una época ya no tan reciente, pero contradicciones que cíclicamente vuelven a emerger. Y de esas reflexiones, que no son únicamente fruto de la teoría, sino de una práctica vivida en la vorágine de una revolución, podemos aprender lecciones para el presente y para el futuro. Y esos aprendizajes no llegan solo de voces cubanas. Tristán Bauer nos dice: “Ante el bombardeo de mensajes, el tiempo del discurso se ha comprimido. Hay que trabajar a este nuevo ritmo y con esa dinámica, si no terminarás hablando para ti mismo y nadie te va a escuchar. Debemos potenciar nuestros emblemas, nuestros símbolos. Si la bandera es nuestra, usémosla. Si tienes una imagen en la que se concentran ideas fundamentales, insértala en el sistema mediático y compártela en las redes sociales”.

“Los entrevistados tienen en común su relación con Cuba, incluso aquellos que no son de aquí, guardan algún vínculo con los procesos que se viven en nuestro país”.

Tres de los entrevistados comparten el ejercicio de la prensa. ¿De qué forma el periodismo cubano es resultado del contexto nacional y hasta qué punto este último lo determina o viceversa?

El periodismo cubano es heredero de una historia de periodistas excepcionales, liderados por ese sinigual que fue José Martí. Su práctica ha estado influenciada por los diferentes contextos, por supuesto. Eso explica, por ejemplo, la irreverencia de la revista Alma Mater en la década del veinte del pasado siglo, o el periodismo contestatario que caracterizó a la revista Bohemia durante buena parte de su existencia, o el espíritu revolucionario y de pensamiento crítico de publicaciones que nacieron al calor del triunfo revolucionario, no exentas de importantes y decisivas contradicciones. Y por supuesto, no se puede negar la influencia de factores externos.

Como nos decía Julio García Luis en la entrevista que inicia el libro, refiriéndose al modelo “dogmático, rígido, de propaganda política, que caracterizaba a la Unión Soviética (URSS) y a los países socialistas de Europa del Este”, y cito: “Aunque este modelo no influyó en Cuba de la misma forma en que lo hicieron otras experiencias soviéticas, tampoco se desarrolló un modelo de prensa que fuera satisfactorio y que superara con creces al modelo capitalista. La prensa cubana se ha visto obligada a actuar en medio de las presiones que nos impone la situación con Estados Unidos, y las propias coyunturas han conducido a que un modelo propio no cuaje nunca”. Mediaciones que lo llevaron a asegurar, unas líneas después, que la hora de la prensa cubana no había llegado todavía.

El contexto influye en nuestras maneras de hacer. ¿Cuánto ha evolucionado el periodismo científico a partir de la proliferación de la COVID-19? ¿Cuánto ha cambiado la manera de hacer periodismo a partir de la expansión del uso de las redes sociales en nuestro país? Y también creo que el periodismo puede influir en el contexto, y aspiro que lo haga para bien, acercando más la agenda de los medios a las necesidades de la gente, no siendo complacientes con los que toman las decisiones, no haciendo oídos sordos u ojos ciegos a la corrupción, denunciando la ineficiencia de algunas instituciones, entre otros largos etcéteras.

“El contexto influye en nuestras maneras de hacer. ¿Cuánto ha evolucionado el periodismo científico a partir de la proliferación de la COVID-19? ¿Cuánto ha cambiado la manera de hacer periodismo a partir de la expansión del uso de las redes sociales en nuestro país? Y también creo que el periodismo puede influir en el contexto, y aspiro que lo haga para bien…”

El compendio es resultado de su quehacer periodístico, incluso como estudiante. ¿Marca un punto de madurez como profesional de la prensa?

El libro refleja un poco ese tránsito entre mi manera de entender la profesión cuando estudiaba Periodismo en la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana y la manera en que lo asumo ahora cuando llevo 12 años ejerciendo la labor periodística.

Mi permanente vínculo con la revista Alma Mater desde segundo año de la carrera, mi tránsito por la revista Pensar en Cuba y mi desempeño actual en Contexto Latinoamericano, de la editorial Ocean Sur, han hecho que quizás no me presente ante los entrevistados de la misma manera que lo hacía cuando estudiaba. No obstante, sigo sintiendo las mismas ansiedades, la misma adrenalina que aquella tarde de primer año en que puse una grabadora vieja de caseticos delante de Julio García Luis. 

Agradezco mucho a Ocean Sur esta oportunidad de ver varias de mis entrevistas reunidas en un mismo volumen. Me place que la compilación sea precisamente de este género periodístico que, junto a la crónica, es de mis preferidos y en el que más cómodo me siento. Me gusta mucho preguntar, incluso cuando entablo conversaciones informales. Yo, como dice Silvio, “marchito si le pierdo una contesta a mi pecho”.

Y eso de andar de preguntón, no siempre es algo fácil. Hay límites éticos que uno no debe transgredir; como también hay otros que, para que sea una buena entrevista, se deben traspasar inevitablemente. No han sido pocas las veces en las que me he sentido hasta evaluado por el entrevistado: uno no quiere ni preguntar lo obvio —o lo que ya la persona ha respondido hasta el cansancio—, ni tampoco quiere lucirse con una pregunta rimbombante; porque en la entrevista solo deben lucir el tema, el entrevistado y sus respuestas.

En este caso cada entrevistado se articula a la realidad cubana. ¿Puede interpretarse La oportunidad de conversar como un constructo de Cuba desde índoles diversas?

La diversidad del libro es una de sus cualidades. Acoge las voces del periodista decano, del guionista transgresor, del hijo del guerrillero muerto en combate, de la cineasta que pudo haberse convertido en una “niña Peter Pan”, del héroe cubano preso en Estados Unidos, de los rebeldes colombianos que ya son comandantes, de intelectuales de Bolivia, Cuba, Argentina, comprometidos con la cultura y sus desafíos, de contemporáneos colegas de mi profesión —ella, avileña; él, holguinero—, de la madre bisexual que defiende a capa y espada una sociedad más inclusiva, del cubanoamericano que, contra todos los obstáculos, persiste en tender puentes de amor.

Si el resultado de leer y enfrentarse a esa pluralidad contribuye al debate en torno a un país, a un continente más justo, me sentiré enormemente complacido.

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